Cultura | CENTENARIO DE HAROLDO CONTI

Artesano de la palabra

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Manuel Barrientos

Potente y única, su producción literaria cosechó elogios e importantes premios. El compromiso vital y político que marcó sus días hasta su desaparición en 1976. Homenajes y reediciones.

Huella. Conti escribió novelas memorables como Sudeste, Alrededor de la jaula y Mascaró, el cazador americano.

Foto: argentina.gob.ar

Este 25 de mayo se cumplirán 100 años del nacimiento de Haroldo Conti, uno de los escritores argentinos más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Autor de novelas como Alrededor de la jaula y Mascaró, el cazador americano y de los relatos incluidos en La balada del álamo carolina, construyó su obra en un breve lapso de 15 años, que abarca desde la publicación de Sudeste, su primera novela, hasta el secuestro y desaparición a manos de una patota de la última dictadura en la madrugada del 5 de mayo de 1976. Es una literatura potente y única, que recibió galardones internacionales como el Barral y el premio Casa de las Américas, y que aún encuentra lectores devotos en distintos lugares del mundo.

En Conti hay una búsqueda potente de cruzar vida y literatura, hasta volverla una única cosa. Sus personajes y escenarios son, en líneas generales, seres reconocibles y cercanos, que provienen de las experiencias del escritor en Chacabuco, Buenos Aires, el Delta o la costa de Rocha, en Uruguay. Hijo de un vendedor ambulante, su prosa reúne movimiento y contemplación, es un continuo viaje por el tiempo y el espacio. Se constituye como una forma de hacer justicia a personajes y lugares habitualmente marginados por la literatura argentina: ya sean los isleños y sus ritos cotidianos, o la vida de las pequeñas y medianas ciudades bonaerenses.

Su estilo conjuga el tono seco y preciso de los estadounidenses Ernest Hemingway y John Updike, con el realismo «interior» del italiano Cesare Pavese y el lirismo rural del uruguayo Juan José Morosoli. Sus protagonistas son héroes vencidos, historias de perdedores, «gente común que resiste y tiene siempre una ilusión que la sostiene», como definía Ricardo Piglia.


Cristianismo y revolución
Para Conti siempre y en primer lugar estaba la vida. Después venía la escritura, que era un intento de pescar algo de aquello que sucedía entre las personas, las cosas y la naturaleza. «Yo soy escritor nada más que cuando escribo, el resto del tiempo me pierdo entre la gente», declaró en varias oportunidades. En su compromiso político como militante del PRT-ERP y del Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS), asume su rol de intelectual, pero se presenta como un trabajador más: un artesano de las palabras. Ser escritor, sí, pero nunca desde arriba de un pedestal o de un atrio, sino allí, en el llano, como uno más, al lado de su pueblo.

En las entrevistas que brindó en los años 60 y 70, son constantes las alusiones a las dificultades y penurias para ganarse la vida como trabajador de la cultura. Eso lo llevó a un fluir constante entre trabajos: fue empleado bancario, profesor de latín en secundarios, redactor publicitario, guionista cinematográfico, navegante. Por momentos se abría a la expectativa de pegar el batacazo, como transportista o vendiendo aletas de tiburón a empresarios chinos. Y, sin embargo, cuando finalmente parecía que sí, que tenía la oportunidad de dar el gran salto que le brindara esa liberación económica, dijo que no. En febrero de 1972 decidió renunciar a la beca Guggenheim, muy preciada en el mundo literario.

Autor del fundamental ensayo Alrededor de Haroldo Conti, publicado por la Editorial Sudestada en 2013, Juan Bautista Duizeide señala a la revista Acción que el rechazo a esa beca es «la punta de un iceberg». Recuerda que el escritor ya había rehuido las invitaciones de sus editores en España para radicarse allí. «Yo no quiero ser Vargas Llosa», había afirmado. Luego rechazó también las sugerencias del PRT de marchar al exilio y, desde allí, dedicarse a denunciar a la dictadura.

«No puede ignorarse no solo el compromiso de Conti con su partido, sino sobre todo las coincidencias ideológicas que pueden rastrearse en su obra, ya en manifestaciones tempranas como el cuento “Marcado”, en el cual un contrabandista del río sostiene su enemistad con las fuerzas represivas del Estado –la Prefectura, en su caso– hasta las últimas, extremas consecuencias», dice Duizeide. Y remarca que ese es un «punto ciego» en las lecturas críticas, ya que muchas veces se indica la pertenencia de Conti al PRT como una «concesión a la época» y no de una cuestión muy enraizada en su vida. «Es alguien que formaba parte de un partido marxista insurgente y a la vez seguía siendo devoto de la Virgen de Luján. No encontraba en ello contradicción. Y eso es legible en su obra: en el cuento “Con gringo”, la muerte del Che Guevara es narrada como pasión y pascua de resurrección. Cristianismo y revolución no solo se imbrican, sino que son para él inescindibles», explica Duizeide.

¿Cómo leer hoy a Conti? ¿Por qué obra comenzar? El escritor y docente Juan José Becerra estuvo a cargo del prólogo y la edición de los 10 cuentos esenciales de Haroldo Conti que acaba de publicar Emecé. En diálogo con Acción, sostiene que «el libro irresistible es Sudeste, un milagro de la literatura. En Conti hay un modo de composición que conecta con la naturaleza, antes que con el lenguaje, que hasta diría que es una molestia. Hay un vínculo muy compacto del escritor con la naturaleza, más que con el lenguaje que la representa».

Ernesto Conti, hijo menor de Haroldo, recomienda Alrededor de la jaula, que atraviesa su propia historia. Su madre, Marta Scavac, fue alumna de latín de su padre. La relación no comenzó de la mejor manera, tal vez porque la materia le parecía un plomo o porque veía en ese docente a alguien distante y con cierto grado de intolerancia al poco apego a su materia. Sin embargo, todo cambió el día que una compañera le recomendó leer esa novela. «Mi vieja encontró en Haroldo esa sensibilidad y ternura que luego caracterizó a su relación afectiva y, como siempre digo, soy fruto de aquellas emociones, hoy más vigentes que nunca», señala.

A 100 años de su nacimiento, por estos días se multiplican las actividades, reediciones (además de los mencionados 10 cuentos esenciales, también llegaron a las librerías reediciones de Sudeste y Alrededor de la jaula) y películas en homenaje al escritor chacabuquense (Rapsodia contiana, de Julio Druetta y Emiliano Torres; A Haroldo Conti no lo conozco, de Emilio Teno y Mariano Taborda; y La conjura de los fantasmas, de Andrés Cuervo, todas en proceso de producción). Su obra sigue vigente, porque de sus páginas surge vida que salta distancias y se abre a nuevas lecturas.

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