Cultura | LOS FUNDAMENTALISTAS EN LA PLATA

Misa de apóstoles

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Facundo Arroyo

La banda que acompaña al Indio Solari en su carrera solista encabezó un doblete en el Estadio Único. Y los fieles ricoteros volvieron a la presencialidad.

Invitado virtual. Solari participó en línea y aprovechó para estrenar tres temas: «La misión secreta», «Jericó» y «Aerolíneas rebeldes».

KVK/PRENSA

Una misa sin orador sonaba algo endeble hasta que Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado hicieron aquella proeza en Villa Epecuén. Fue en abril pasado cuando se pusieron al frente de un recital por streaming con el líder activo y en línea: un Indio Solari ausente del espacio pero no del tiempo. Y Los Fundamentalistas querían corroborar que, ante la ausencia de su frontman, el público los acompañaría en su siguiente aventura. Para eso decidieron volver al lugar que los vio nacer. El Estadio Único de La Plata (que ahora recibe el nombre de Diego Armando Maradona) fue testigo del debut solista de Solari en 2005. Allí presentó El tesoro de los inocentes (Bien fuel) junto a su por entonces flamante banda.
El padre con una remera de Los Redondos y el hijo con una de Porco Rex (segundo disco solista de Solari) dicen lo mismo. No importa que Indio no pueda estar hoy para cantar, «las canciones ya son nuestras», coinciden. La rambla de avenida 32 está sitiada por las vallas, no puede haber gente ahí. Entonces la de calle 25 se carga como si fuera un tren siberiano directo a Finisterre. Ahí hay un Indio falso que toca canciones de Los Redondos sin parar. Tiene guitarra, micrófono, un amplificador y una Monona de blanco que baila sin parar. Dice que el sábado tocó cuarenta temas y hoy domingo va a tratar de hacer lo mismo. Rubén es vendedor de choris y calcula que está haciendo más guita en estos dos días que durante todo el mes pasado. El aire huele a cerveza caliente. Hay muchos garajes familiares que se convirtieron en outlets de comidas y bebidas rápidas.

Nicolás es el encargado de seguridad que ayuda a la prensa a atravesar los controles para llegar al punto de encuentro con la producción del evento. Tiene tres cicatrices, una en la pierna y dos en el abdomen. Son gajes del oficio, dice. No puede levantar su brazo derecho porque ayer, en una de las tantas estampidas ricoteras, se quedó trabado contra el vallado. Antes de despedirse agarra tres cascotes gigantes y los tira del otro lado para que nadie los pueda usar. Faltan unos pocos minutos para las 17, horario fijado para que se abran las puertas del estadio e ingresen las 60.000 personas que tienen su entrada desde hace varias semanas.
Como si fueran los mejores alumnos de la tradición ricotera, Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado torcieron el rumbo de su propio destino: pasaron de backing band a ser los protagonistas de este presente inédito. Tomaron decisiones individuales y se reconocieron en el conjunto. Desde allí, se volvieron productores, planificadores y pusieron en marcha la maquinaria mágica y misteriosa que siempre será anhelada por el devoto pueblo ricotero. Dejaron de ser músicos de sesión para mirar de frente al pogo más grande del mundo.
El show de la banda de Solari bordeó la treintena de temas. Un paseo por los clásicos de Los Redondos, canciones de los discos solistas y hasta regalos del líder. Además de haber participado en línea para cantar seis temas, tres de ellos fueron estreno absoluto: «La misión secreta», el melancólico «Jericó» y la desopilante rave «Aerolíneas rebeldes». El bajo en esta nueva pieza es tan grave que hay que sostenerse el pecho por la vibración. En el Estadio Único a veces cuesta entender las canciones de la hinchada en días deportivos. Y de esa clase de inconvenientes no pudieron zafar Los Fundamentalistas. No es un lugar fácil para la mezcla del sonido a gran escala.
Aún así hubo momentos bien nítidos y crudos, como cuando lanzaron «Fuegos de octubre», «El tesoro de los inocentes» o «El tío Alberto en el día de la bicicleta». Los guitarristas Gaspar Benegas y Baltasar Comotto, el tecladista Pablo Sbaraglia, el bajista Fernando Nalé, el baterista Ramiro López Naguil, el saxofonista Sergio Colombo, el trompetista Miguel Ángel Tallarita y las cantantes Deborah Dixon y Luciana Palacios, parecen haber asegurado la permanencia de esas canciones que atraviesan generaciones, protagonistas y temporales.
El resultado es un fenómeno sociocultural que sirve para entender mejor de qué se trata la empatía y la fraternidad con un otro desconocido y desangelado. Una comunión descomunal, masiva, que se resume cuando de repente la fiesta se está terminando y comienza el susurro amenazante de «Jijiji». Una especie de desaforo colectivo y solidario que cualquier persona gustosa de la música debería experimentar al menos una vez en la vida: que no lo sueñe, que se enderece y brinde a su suerte. Entre los parches gigantes que faltan en el techo del Estadio Único explotaron fuegos artificiales, que le dieron el cierre a la doble fecha que les devolvió la presencialidad a miles de ricoteros.

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