3 de junio de 2025

El sol del veinticinco viene asomando y ellos dos, Tobías y Rebequita, van amarraditos los dos, a disfrutar de una tarde otoñal.
–Tobías de mi riñón derecho… ¿sabés qué día es hoy?
–¿El aniversario de la boda que nunca tuvimos? ¿Se cumplen 38 años desde que me dijiste que no te quiero por primera vez? ¿El cumpleaños de la tía Reprocharia? ¿El onomástico de Santa Rebequita de Viena, patrona de la histeria? ¿El aniversario del día en que me olvidé que ese día no era nuestros aniversario y te felicité sin fundamentos y me dijiste que tenía otra mujer, otra novia u otra memoria? ¡No sé, Rebequita, ayúdame por favor!
–¿Ves como sos, como eres, como you are, come tu sei, vie du bist? No, Tobías, hoy no es ninguno de esos días, ¡hoy es veinticinco de mayo!
–Sí Rebequita de mi alma en pena, eso lo sé, pero no veo por qué te tendría que felicitar a vos por esa fecha patria, ¡que es de todos los argentinos por igual!
–¿Y quién dijo que me tenías que felicitar a mí? ¡No, Tobías, en todo caso hoy te olvidaste de felicitar a la patria, de llamarla y decirle «Feliz cumple, querida patria»!
–¡Pero lo mismo me dijiste el 9 de Julio!
–Es que la patria cumple años dos veces por año, Tobías; en una cumple años de libertad, en la otra, de independencia, ¿entendés?
–Bueno, Rebequita, espero que la patria me perdone por no haberla llamado.
–¡La que te tiene que perdonar soy yo, Tobías!
–¿Pero por qué, Rebequita? ¿Qué te hice?
–¿Que qué me hiciste? ¿Qué NO me hiciste? ¿Acaso no sabés que en el cumpleaños de la patria corresponde que lo festejemos tomando un delicioso chocolate con churros?
–Sí, lo sé.
–¿Lo sabés pero no me invitaste? ¡No me querés más!
–Rebequita, la última vez que te invité a un chocolate con churros, te enojaste conmigo porque engordaste.
–¡¿Me estás llamando «Gorda»?!
–No, Rebequita, jamás haría algo así. Pero sí recuerdo que me dijiste que no te invitara porque te hacía mal, y ahora me pedís que sí lo haga.
–¡¿Me estás llamando «gorda contradictoria»?!
–No, Rebequita, estoy tratando de entender qué es lo que en realidad preferís que haga.
–¿Me estás llamando «gorda contradictoria confusa»?
–No, Rebequita, estoy tratando de entenderte, pero porque a mí me resulta difícil de captar… ¡teneme piedad!
–¿Me estás llamando «gorda contradictoria confusa y cruel»?
–¡No, Rebequita, no! ¡No te estoy llamando de ninguna manera!
–¿Ves cómo sos? ¡Nunca me llamás, nunca me llamás!
Y vivieron felices