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Aviones que no vuelan

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Pablo Tassart

La SIGEN investiga la adquisición, durante el gobierno de Mauricio Macri, de cinco aeronaves francesas que nunca pudieron ser puestas en funcionamiento. 

Mayo 2019. Uno de los aparatos adquiridos a Francia en su desembarco en el puerto de Bahía Blanca.

Foto: Télam

El Gobierno del expresidente Mauricio Macri compró aviones de combate que nunca podrán volar. Se trata de cinco Super Etendard adquiridos a Francia durante la gestión de Oscar Aguad en el Ministerio de Defensa, en 2017. Los mismos costaron en total unos 14 millones de euros.
Según Jorge Taiana, actual ministro de la cartera, la noticia fue confirmada por el titular de Desarrollo Internacional de la Dirección de Armamento del Ministerio de Defensa francés, Gael Díaz De Tuesta, a quien se le había requerido «un esfuerzo» para que las maquinas pudieran finalmente operar. Por carta, De Tuesta dijo lamentar que luego de una evaluación «no fue posible cumplir con ese objetivo».
Desde Defensa se explicó que el principal problema son los asientos eyectables, los cuales se sabía de antemano que debían ser repuestos, pero su fabricante, la empresa inglesa Martin-Baker, tiene prohibido vendérselos a nuestro país a partir del embargo que Gobierno británico sostiene desde la guerra de Malvinas.
Sin embargo, este no es el único impedimento. Según el mismo informe del Gobierno francés, desde 2016 «hemos perdido la mayor parte de la capacidad que se necesita para mantener operativas estas naves», haciendo referencia a otra serie de repuestos que ya no se fabrican en ese país. Este no es un detalle menor, ya que fuentes expertas aseguran que los asientos podrían haberse adquirido mediante otras empresas que operan por fuera de las restricciones británicas, como la Task Aerospace. Sin embargo, la fabricación a pedido de los otros insumos, vinculados al soporte logístico de los equipos electrónicos, podrían llegar a costar otros 20 millones de dólares.
Ya el año pasado el ministro Taiana había asegurado que la compra había llamado su atención y, en declaraciones a la agencia Télam, afirmó que «había advertencias de técnicos de la Armada de que muchos de los repuestos faltaban».
Además, la operación está siendo investigada por la Sindicatura General de la Nación (SIGEN) y la Oficina Anticorrupción. Según la auditoría realizada por la SIGEN, las aeronaves «no se encontraban en condiciones de vuelo y su potencial restante ya era bastante débil, razón por la cual la Marina Francesa había dejado de utilizarlas». Además, el costo, originalmente de 12,5 millones se elevó finalmente a 14 debido a que nuestro país también se hizo cargo de «todos los gastos de retiro, transporte y estacionamiento de los materiales transferidos». El informe también asegura «no se tuvieron en cuenta varios estudios preliminares de la Armada Argentina que alertaban sobre la necesidad de garantizar determinados repuestos antes de concretar la transacción», confirmando lo aseverado por Defensa.
Un dato que también llama la atención a los organismos de control es que los aviones habían sido adquiridos originalmente para dar cobertura aérea con motivo de la realización de la cumbre del G20 en nuestro país a fines de 2018, un requerimiento habitual de parte de Estados Unidos. Sin embargo, teniendo en cuenta el estado de los vehículos, ya resultaba evidente la imposibilidad de ponerlos en funcionamiento para esa fecha.

Un símbolo de Malvinas
Cabe recordar que el Super Etendard es un gran símbolo de la guerra de Malvinas, en 1982. Quizás de allí que el macrismo haya apelado a un valor sentimental para la adquisición de esta versión modernizada y la intención de renovar aquellas viejas naves protagonistas de la contienda, hoy ya definitivamente también dadas de baja.
Según Marcelo Larraquy, historiador y periodista, autor del libro La Guerra Invisible: El Ultimo Secreto de Malvinas, estas máquinas tuvieron un gran valor estratégico ya que «eran uno de los aviones de mayor tecnología del momento, al punto que podían disparar el misil Exocet a 40 kilómetros del blanco».
La preocupación de la Royal Navy era tal que «un comando especial intentó directamente atacar, sin éxito, la base de Rio Grande para terminar con esa amenaza que había mostrado su poderío contra los buques Sheffield y Atlantic Conveyor; y por último contra el portaaviones Invencible, ataque ocultado hasta hoy por los ingleses», precisó Larraquy.

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