Política | TRAS LAS ELECCIONES PORTEÑAS

Nuevo impulso libertario

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Alberto López Girondo

Como si los comicios de la Ciudad hubieran sido un plebiscito sobre la gestión, el Gobierno aceleró su agenda y avanzó con represión, recortes al derecho de huelga y un polémico blanqueo. 

Milei con Antonio Laje. En esa entrevista, el presidente expresó que quienes habían pagado impuestos no tuvieron el talento o las agallas para salir del sistema.

El Gobierno aceleró su agenda ultra como si el resultado de las elecciones porteñas del 18 de mayo hubiera sido aplastante en favor de su candidato, el vocero presidencial Manuel Adorni. Y en el fragor de ese impulso engañoso mostró cabalmente su rostro más impiadoso. Con la euforia del triunfo en la Ciudad, en una misma semana el Gobierno se burló de los habitantes que pagan sus impuestos, lanzó un proyecto de blanqueo de dólares flojo de papeles, reprimió con mayor violencia la marcha de los jubilados y firmó un DNU que busca ponerle fin al derecho de huelga.

Si es por humillar, las «gastadas» que padeció Mauricio Macri desde el fin de semana fueron de antología. Todo comenzó con el video donde con IA se le hace decir que no voten a su candidata, Silvia Lospennato, lo que generó la queja del expresidente y fundador del PRO, quien supo ser un verdadero campeón de las fake news y la campaña sucia. Milei aprovechó alguna de sus intervenciones ante comunicadores amigos para comentar que «está hecho un llorón». Macri tardó tres días en enviar un mensaje telefónico felicitando al mandatario por su triunfo del domingo. Un «arrugue» estratégico en vista de que sus espadas más visibles en la provincia de Buenos Aires se estaban peleando por ser los primeros en pasarse a La Libertad Avanza, como ya había hecho Patricia Bullrich y el intendente de Tres de Febrero. Confían en que para derrotar a Axel Kicillof en septiembre necesitan ir unidos y no le hacen asco a nada.

Este martes, mientras los textos escolares recordaban que ese mismo día, pero en 1810, los patriotas pugnaban por convocar un Cabildo Abierto, en una entrevista en el Canal A24 Milei explicaba su concepción sobre las cuestiones impositivas, en relación con el proyecto «Dólar-Colchón». Para él, el Estado roba y el evasor es un héroe, como decía desde antes de ser consagrado presidente, cuando llegó a declararse admirador de Al Capone. «Lo lamento por el que no se pudo escapar, pero el que pudo hacerlo no hizo nada malo –le dijo a Antonio Laje–. Es una declaración de envidia. Al que pudo zafar no lo tengo que castigar porque pudo huir del ladrón. ¿El que se queda en la cárcel lo tengo que premiar porque hubo alguien que pudo salir de la cárcel que nos imponen los políticos? Quizás no tuvo el talento o las agallas para salir del sistema».


Nombre pomposo
El viernes, finalmente, y tras varias idas y vueltas, se publicó el decreto que despejaría –en potencial, claro– el camino para que tenedores de dólares particulares los usen para reactivar la economía, según el relato oficial. Un relato que oculta la necesidad de financiar a como dé lugar un dólar planchado para contener la inflación hasta las elecciones de octubre y que recurre al latiguillo de hablar de «libertad» y la promesa de no hacer preguntas sobre el origen del dinero.

El proyecto tiene el pomposo nombre de Plan de Reparación Histórica de los Ahorros de los Argentinos. Un título demasiado parecido a uno que en 2016 lanzó el Gobierno de Macri para clausurar los juicios de reclamo de jubilados y pensionados.

Es un intento similar, sin embargo, al que en 1992 propuso el entonces pope del Ministerio de Economía, Domingo Cavallo, quien buscaba convencer a aquellos argentinos del inicio de la Convertibilidad de sacar los dólares del colchón, con un resultado a la postre poco auspicioso. El actual hombre fuerte de esa misma cartera, Luis Caputo, quedó en la línea de fuego por ofuscarse cuando le preguntaron si pensaba poner sus propios dólares y Manuel Adorni buscó tirar la pelota afuera cuando lo consultaron por las cuentas de otros funcionarios del gabinete. Es que hay colchones y colchones…

Repetidamente, el presidente se jactó de ser «un topo» que quiere destruir al Estado desde adentro. Y millones de argentinos pueden dar cuenta de que en ese sentido su gestión obtuvo no pocos «éxitos». Nomás hay que fijarse en su nula voluntad de defender la soberanía –la desprotección a las industrias fueguinas sería el escalón más reciente–, el poco apego a las instituciones democráticas y el empecinado propósito de terminar con la capacidad recaudadora. En tiempos de protección arancelaria reforzada es tan peligroso ese impulso de «anarcocapitalismo en su solo país», que hasta el FMI le tuvo que recordar al Gobierno que «las autoridades se han comprometido a fortalecer la transparencia financiera y a alinear el marco de lucha contra el lavado de dinero y la financiación del terrorismo de Argentina con los estándares internacionales, así como a desregular la economía para fomentar su formalización. Por lo tanto, cualquier nueva medida, incluidas aquellas que puedan estar destinadas a incentivar el uso de activos no declarados, debe ser, por supuesto, coherente con estos importantes compromisos», explicó la vocera del organismo, Julie Kozack.

Pero a no engañarse. No todas las funciones del Estado caen bajo la motosierra antiestatal mileísta. La feroz represión de este miércoles en la marcha de los jubilados, que se ensañó especialmente con periodistas, es una prueba del tipo de Estado que pretende y al mismo tiempo necesita un proyecto de país como el que sueñan los paleolibertarios y, aunque no lo admitan públicamente, quienes los apoyan tanto en el Parlamento como en las urnas.

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