15 de junio de 2023
La famosa canción de Francesco Guccini dio è morto calza al dedillo con los medios de comunicación italianos que titularon Berlusconi è morto al conocerse la noticia de la muerte del hombre que marcó la vida en Italia en los últimos cuarenta años.
Berlusconi saltó de los medios de comunicación a la política rompiendo con el estereotipo del político profesional en los años noventa del siglo pasado.
El encarnó mejor que nadie la crisis y el rechazo hacia los partidos políticos tradicionales después de la segunda guerra mundial. Envueltos en escándalos de corrupción y la caída del muro de Berlín, los dos grandes partidos que conformaron lo que parecía un bipartidismo perfecto en Italia se desintegraron rápidamente, tanto la Democracia Cristiana como el Partido Comunista.
«Il Cavaliere» lo comprendió mejor que nadie. El seductor cantante y humorista que había construido un emporio de canales privados de televisión se hizo dueño del poderoso futbol italiano y en base a su discurso grotesco y antipolítica logró que lo eligieran primer ministro, lo que también le permitió seguir enriqueciéndose.
Pero detrás de su virtuosa frivolidad se escondía una ideología de derecha acompañada de frases huecas y apelaciones a la «libertad» como bandera para sus negocios, además de abrirle las puertas a la reencarnación del fascismo derrotado, ahora con sus banderas xenófobas del rechazo a la inmigración.
La implementación de sus ideas estuvo muy lejos de la «antipolítica», más bien todo lo contrario. Impulsó privatizaciones, rebaja de impuestos a los sectores más poderosos y la precarización laboral, emulando a Margaret Thatcher y su decálogo neoliberal para acabar con el Estado de bienestar.
Berlusconi abrió puertas, y hoy gobierna Giorgia Meloni, una admiradora de Mussolini.
Liderazgo. «Il Cavalliere» junto a Giorgia Meloni y Matteo Salvini, líderes de ultraderecha, tras una reunión en Roma.
Foto: NA/Reuters
