2 de mayo de 2024
Intransigencia. Netanyahu en el frente de batalla del ejército de Israel, al norte de la Franja de Gaza.
Foto: Getty Images
El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu parece uno de esos equilibristas cómicos sobre una cuerda que está a punto de caerse en cualquier momento. Pero no cae. Se sostiene contra viento y marea. Ya antes del ataque de Hamas, el 7 de octubre, se realizaban todas las semanas manifestaciones en su contra para destituirlo. Y se mantuvo. Pasados seis meses del ataque que conmocionó a la sociedad israelí, a Netanyahu le critican no estar haciendo lo suficiente para recuperar a las más de 100 personas secuestradas por Hamas. Continúan protestando en su contra. Y se mantiene.
Sin embargo, su gran problema actual es que la sorpresa del ataque de Hamas dejó en evidencia que no tenía ni tiene una estrategia para destrabar el conflicto con los palestinos, la madre de todos los conflictos del Oriente Medio. En septiembre del año pasado ante Naciones Unidas se explayó sobre un proceso de paz con varios países árabes a los que deberían sumarse los palestinos sin ninguna propuesta concreta, ni siquiera territorial. Es más, una vez que Netanyahu invadió la franja de Gaza prometió una «victoria total» sobre Hamas, cuya traducción sería una victoria total sobre los palestinos. No solo que no lo consiguió hasta ahora, sino que las imágenes de Gaza y el alto costo en vidas humanas lo enfrentaron incluso contra Estados Unidos. El bombardeo de la caravana de «World Central Kitchen» del famoso cocinero José Andrés, que llevaba ayuda humanitaria dentro de Gaza, fue más que un toque de atención para la Casa Blanca.
Netanyahu ya ha dicho que ninguna presión internacional tendrá impacto sobre él ya que «Israel debe ganar por sí mismo y por el mundo». Pero es un año electoral en Estados Unidos: Joe Biden busca la reelección en noviembre y no le interesa una guerra total con demasiadas aristas inmanejables. Biden quiere evitar que Netanyahu se lleve al mundo por delante. ¿Lo logrará?
