Gay, lesbiana, travesti, bisexual, transexual, intersexual: el deseo, la identidad, las prácticas y hasta la genética incorporan nuevas categorías que abren un abanico infinito de opciones y cuestionan el modelo binario varón-mujer. Miradas desde el activismo, la biología y la cultura.
28 de septiembre de 2016
Orgullo gay. En el centro porteño, como en decenas de ciudades del país, la marcha de la diversidad gana participantes año a año. (Fernando Sturla/Télam/RVE)
Mucho se ha hablado en los últimos años. Una mujer que después de su primer embarazo empieza a sentir cosas distintas y «decide» ser varón. Un travesti que se enamora de una lesbiana y quiere saber si eso es homosexual o heterosexual. Un bebé que nace con genitales ambiguos y su madre logra que en el DNI no figure su sexo. Una atleta sudafricana logra el oro en el Mundial de atletismo y la obligan a demostrar que es mujer por las quejas de sus competidoras. Un tribunal francés reconoce por primera vez el sexo «neutro» a una persona que no se siente cómoda ni como hombre ni como mujer. Estos ejemplos parecen demostrar que pensar la sexualidad y la identidad en términos dicotómicos forma parte de un paradigma que comienza a resquebrajarse, aunque está lejos de romperse definitivamente.
«El modelo binario es un dogma, es decir, es un invento. Hay un mundo del rosa y el celeste y pareciera que para ser persona hay que entrar en estos mundos, este dogma dice que esto sería como lo natural, cuando en realidad es una construcción. El paradigma binario no admite ningún tipo de mezcla entre el rosa y el celeste, y por supuesto que esto deja afuera a un montón de personas», sostiene Adrián Helien, médico, psiquiatra y coordinador del Grupo de Atención a Personas Transgéneros del Hospital Carlos G. Durand.
Jorge Horacio Raíces Montero es antropólogo, psicólogo y coordinador del Departamento Académico de Investigación y Docencia de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), además de compilador del libro Un cuerpo: mil sexos, inquietante obra escrita un par de años antes de que la Ley de Identidad de Género fuera sancionada. «Por un lado tenemos la orientación sexual, es decir, lo que sale de uno, lo que a uno lo enamora o erotiza –dice Raíces Montero–; ésta se debería dividir por lo menos en tres áreas: heterosexual, homosexual y bisexual. Por otro lado, está la identidad de género, donde hay hombre, mujer, travesti, transexual, transgénero e intersexual. Todas estas definiciones ya tienen una entidad propia y un peso propio muy diferentes entre sí. Todo esto rompe con el binarismo hombre-mujer».
Visibilidad. Activistas del colectivo trans. (Gari Wyn Williams/Alamy Stock Photo)
Raíces Montero, quien sostiene que la biología no es destino y que la cultura muchas veces va poniendo cepos a la libertad bajo la forma de categorías, de casilleros a marcar, todavía tiene presente uno de los casos, para él el más emblemático, que reflejan el agotamiento del modelo binario: el de una mujer que tras su segundo parto, perfectamente normal, vio cómo su vida daba un giro inesperado. «Luego del parto esta mujer empezó a producir altos niveles de testosterona y su fenotipo cambió, también su forma de relacionarse y su deseo. A partir de esto, nos dimos cuenta de que las hormonas tienen funciones de otro tipo que las esperadas. Como adulto y como profesional le di la opción de elegir, le pregunté quién creía que era ella, quién sentía que era y quién deseaba ser. En ese momento podría haberle dado inhibidores de la testosterona para seguir su recorrido y que la situación discurriera, pero en este caso puntual ella desarrolló todos los aspectos masculinos y se convirtió en un hombre. Fue una locura a nivel personal descubrirse en esa situación que ni siquiera puede ser fantaseada, hubo toda una modificación a nivel maternal que se convirtió en paternal, a nivel familiar, laboral, a nivel íntimo. Muchas cosas ganó y otras perdió, tuvo que volver a regular todo», cuenta el profesional en diálogo con Acción.
Este relato desafía a las teorías que decretaban la asociación absoluta entre sexo biológico y destino. Si bien la biología marca a todas las personas, hay muchos factores, como el deseo, aspectos afectivos, culturales, sociales y antropológicos que van modificando esta marca biológica.
Semenya. La atleta sudafricana tuvo que demostrarles a sus adversarias que es mujer. (Ugarte/AFP/Dachary)
Para Diana Maffía, miembro del Consejo Académico del Centro de Formación Judicial del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires, filósofa y activista, la cuestión no se agota en la orientación sexual y la identidad de género, sino que también está la práctica sexual. «Puede haber prácticas sexuales que no definen a la persona como homosexual, un varón puede tener sexo con otros varones y no definirse como homosexual, porque esas prácticas ocurrieron en una situación específica, como por ejemplo en el encierro carcelario. Entonces, ni siquiera la práctica sexual te indica la orientación ni viceversa. Luego, hay otras orientaciones que ni siquiera sabrías cómo denominar, por ejemplo, recuerdo el caso de una travesti que se enamoró de una lesbiana y me preguntó si eso era heterosexual u homosexual y no es una pregunta sencilla de responder”, indica.
El camión o la Barbie
Para Maffía, no hay cuerpo que no esté interpretado desde alguna cultura o desde alguna idea sobre la sexualidad. En la cultura occidental es tan importante la reproducción, que se le da prioridad a la genitalidad, mientras que en otras culturas los géneros se dividen por otros rasgos que no tienen que ver con la cuestión reproductiva. “Hay culturas en la que los niños y niñas, lo que se llamarían en Occidente niños y niñas, son tratados de la misma manera hasta los 7 años, donde se produce un rito de pasaje en el cual entran a una cabaña y tienen que elegir entre un arco y una flecha o una canasta. Si eligen arco y flecha van a ser cazadores y por lo tanto masculinos, si eligen una canasta serán recolectores y por lo tanto femeninos, pero no depende esto de su genitalidad, sino de la función que tienen dentro de esa cultura», explica la filósofa.
Otro de los casos que Raíces Montero rescata de su memoria es el de una niña tucumana, muy humilde, cuya madre no dudó en dejar a sus otros siete hijos a cargo de su esposo y cruzar el país para que los especialistas de Buenos Aires le explicaran lo que no había entendido de boca de los médicos norteños.
«Era una mamá sin estudios primarios, y cuando dio a luz a su último bebé le dieron una devolución en el hospital de Tucumán que no entendió. Ella no dejó que tocaran a su bebé y vino a la ex Casa Cuna. Me citaron para una interconsulta y el resultado fue que era un bebé intersexual: tenía una vagina bien conformada pero la tomografía computada y otros estudios revelaron que no tenía aparato reproductor femenino y que tenía dos testículos adentro», contó el psicólogo de la CHA.
«Presentamos un amparo judicial para que se le dieran los documentos pero que no se le colocara el sexo. Creo que deberíamos presentar un amparo para que se saque ese ítem de todos los documentos de ahora en más. Cuando la mamá me preguntó cómo tenía que criarla, mi respuesta fue: críela como una nena, pero tampoco presione. Porque ella está en un mundo que es muy dicotómico. Críela como una nena, póngale un nombre que sea neutro, pero si llegado el momento en vez de la Barbie quiere el camión, dele el camión», recuerda.
Hoy esta nena ya está en primer grado, es criada como nena en un entorno amoroso que también la acompañará dentro de unos años cuando viva según su deseo, lejos, muy lejos de los imperativos del paradigma binario.
Entre Ríos. Karen y Alexis, ambos trans, se casaron en 2013. Él estaba embarazado. (STR/AFP/Dachary)
Para Helien, el modelo binario es sin dudas heterosexista porque determina que las personas heterosexuales son las que definen qué es normal y anormal, moral y amoral. «No hay ninguna identidad que sea anormal. Las identidades de género pueden no estar de acuerdo con el sexo biológico, siendo una experiencia humana perfectamente normal. El sexo biológico también puede no ser binario, porque hay personas intersex. Hoy estamos asistiendo al derrumbe del modelo binario y al reconocimiento de que la ciencia se equivocó y de que hay tantas identidades como personas existimos», asegura.
En abril del año pasado, el Parlamento de Malta aprobó por unanimidad el Acta de Identidad de Género, Expresión de Género y Características Sexuales mediante la cual se convierte en la primera en el mundo en prohibir la intervención sobre los cuerpos de niños y niñas intersex. En una nota de opinión publicada en el diario Página/12, Mauro Cabral, activista intersexual, doctor en Filosofía y codirector de la organización Acción Global para la Igualdad Trans (GATE), señalaba que «la experiencia de muchas personas intersex –entre las que me incluyo– se parece mucho a la de quienes atravesaron otras experiencias de vulneración de la carne, incluidas la violación y la tortura; un rasgo fundamental que compartimos l*s sobrevivientes de unas y otras es la resistencia denodada del mundo a la escucha de esas experiencias. En el caso de quienes sobrevivimos a la violencia normalizadora de la medicina, nuestras palabras suelen estrellarse contra la fantasía de una diferencia sexual natural y pretecnológica, binaria y ya dada. En Malta se ha roto por fin el encantamiento –macabro– de las cirugías como requisito para la socialización en un género u otro, o como primer recurso contra el estigma o la discriminación contra la diversidad corporal sexuada».
Según Maffía, estos cuerpos intersex, a los que el discurso médico llama cuerpos ambiguos, «son tomados por la Medicina como fuera de la norma, y la respuesta hasta hace pocos años era la intolerancia: si no tiene vagina se la voy a “construir”, si el pene es demasiado pequeño se lo voy a mutilar porque un micropene no va a poder penetrar y producir un coito vaginal. Se trataba estos casos como una emergencia pediátrica. Desde hace cinco años a esta parte se ha retrocedido con el tema de las mutilaciones desde una posición más conservadora del cuerpo. No obstante, a veces hay un proceso de hormonación en los niños y niñas, algo que es preocupante, porque con la idea de ir produciendo un género femenino o un género masculino y con el argumento de la asimilación a la normalidad de los cuerpos, se hace algo que no es quirúrgico pero que es disciplinador de todas maneras», indica.
Sin etiquetas
No todas las cartas se muestran al nacimiento y muchas veces la biología se revela en la adultez. «Recuerdo el caso de una nena adolescente a la que se le cayeron los dientes de leche y no los reemplazó con los dientes definitivos, tampoco pegó el estirón. Cuando le hicieron una tomografía se encontró que no tenía aparato reproductor femenino. Entonces le mandé a hacer un estudio cromosomático y se vio que tenía un cromosoma X solo. También empezó a producir mucha testosterona y los padres me consultaron para saber si era una nena o un varón. Hoy es una nena, les respondí, pero dejen abierta la puerta para que el día de mañana ella decida lo que quiera ser: puede ser una mujer, un hombre, las dos cosas o una tercera instancia de la cual hoy no tenemos idea», relata Raíces Montero.
Raices Montero. «Las nuevas identidades rompen con el binarismo hombre-mujer.»
Helien. «El modelo binario es un dogma y deja afuera a un montón de personas.»
Similar a este caso fue el de Caster Semenya, la atleta sudafricana que en 2009, luego de obtener el oro en el Mundial de Atletismo de Berlín, tuvo que demostrar que era mujer ante la queja del resto de las competidoras. De acuerdo con lo publicado por el periódico británico The Daily Telegraph, la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) comprobó que su cuerpo producía tres veces más testosterona que la media de las mujeres. Semenya fue apartada de la pista hasta que un año después fue reincorporada. Según señala Victoria Ley, subdirectora general de Deporte y Salud del Consejo Superior de Deportes de España, al matutino eldiario.es, «no existen parámetros claros que determinen en todos los casos lo que es ser hombre o mujer. La única forma de saberlo es haciendo caso a la identidad sexual de la persona, es decir, qué siente».
Género por sexo
En octubre de 2015, un tribunal francés reconoció por primera vez en ese país europeo el sexo «neutro» a un hombre de 64 años que había vivido como tal pese a que sus órganos sexuales no están los suficientemente desarrollados. Él no se sentía cómodo ni como varón ni como mujer. Este caso se suma a uno similar ocurrido en Australia en 2014 y a la ley alemana que en 2013 reconoció el tercer género sexual, justamente para registrar a los bebés intersex.
MaffÍa. «Los cuerpos intersex son tomados por la medicina como fuera de la norma.»
Litardo. «Se podría sustituir en el DNI la categoría sexo por la categoría género.»
Estos casos llevan a la pregunta de si el Estado debe regular la identidad sexual o por lo menos llevar registro del varón-mujer. Para Emiliano Litardo, abogado, corredactor de la Ley de Identidad de Género y referente de la organización Abosex (Abogados por los Derechos Sexuales), «se podría pensar en sustituir (en el documento de identidad) la categoría sexo por la categoría género. La cuestión de derechos no se resuelve a través de más categorías identitarias. La categoría de sexo neutro lo que hace es fortalecer más el binario, porque se está excluyendo a aquellos que no entran al binario y se los mete como neutrales».
«Hoy se sabe que la identidad sexual de una persona es un proceso de fases múltiples que no está terminado al nacer, sino que va a ir conformándose a partir de ese cerebro inmaduro con el cual nacemos, en la interacción social. Hay que esperar que esta identidad empiece a formarse, a consolidarse, a manifestarse. Es todo un desafío para la sociedad pero también para las ciencias médicas», concluye Helien.