21 de septiembre de 2023
La aventura sobrenatural
Esther Cross – Betina González
Seix Barral
487 páginas
A cuatro manos. Cross y González indagan en el interés de Stevenson, Freud y Carroll por los poltergeits, la telepatía, la magia y el satanismo.
Hubo un tiempo que fue extraño. Un tiempo en el que lo sobrenatural se impuso de alguna forma a la edad de la razón que se empezaba a vislumbrar con el comienzo del nuevo siglo XX. Con su cuota de maravilla, decenas (quizá centenares) de escritores, intelectuales, artistas, filósofos y poetas, atravesaron la frontera entre los finales del 1800 y los principios de 1900 con una carga de estupor ante fenómenos que convocaban a ver el lado oculto de la vida. Poltergeits, telepatía, apariciones, transmisión de pensamiento, escritura automática, magia, el culto por lo satánico, el culto por lo angélico, el contacto con los muertos, todo un río de fenómenos paranormales que como un torrente arrollador atravesó a buena parte de la sociedad inglesa y estadounidense.
De todo ello dan cuenta Esther Cross y Betina González en este libro que lleva el pertinente subtítulo de «Historia reales de apariciones, literatura y ocultismo» que en capítulos breves –soporte de las 13 (¡13!) partes que conforman la estructura de esta obra– esboza un amplio abanico de anécdotas, anotaciones, situaciones personales y públicas, obsesiones, adicciones y conductas de personalidades tan disímiles –y tan cercanas– como Aleister Crowley, Robert Louis Stevenson, Madam Blavatsky, Arthur Conan Doyle, William Butler Yeats, Sigmund Freud, Alice James, Lewis Carroll, Vernon Lee y Oscar Wilde, entre otros.
«Una mujer sin instrucción alguna, poseída por el espíritu de un artista, pintó un cuadro que pocos podrían igualar y que hoy cuelga de una de las paredes de mi estudio. He leído libros que surgieron de grandes pensadores pero fueron escritos por hombres casi analfabetos que oficiaron de médiums para esas mentes invisibles, superiores a las suyas», escribe Arthur Conan Doyle a modo de testimonio, en el que pugna su raciocinio científico con sus ansias por querer arrancarle, en sesiones espiritistas, la señal auténtica de un más allá al fantasma de su querido hijo, muerto en la Primera Guerra.
El arte narrativo de Cross y González permite vislumbrar, como si se atisbara entre la bruma, una dimensión velada a la que acceden solo los iniciados, en este caso los lectores. A cada vuelta de página hay una fuerza incorpórea que impele a quien lee a adentrarse en un mundo fantástico en el que, solo a modo de ejemplo, Aleister Crowley, gracias a una fórmula obtenida de un chamán mexicano, incursiona en la invisibilidad. «Llegué a un punto en que mi reflejo en un espejo se volvió débil y vacilante (…) Pero el verdadero secreto de la invisibilidad no tiene nada que ver con las leyes de la óptica, el truco es evitar que la gente se dé cuenta de tu presencia en situaciones de completa normalidad», escribía el místico. O la fascinante historia de los criminales que dieron vida a Jekyll y Hide en la novela de Stevenson. O incluso el misterio de aquellos que se pudieron ver influenciados por la obra, como Jack El Destripador.
En un trabajo que puede calificarse de extraordinario por su meticulosidad, las dos escritoras ocuparon el tiempo muerto de la pandemia en rescatar de bibliotecas y archivos –especialmente en el extranjero–, viejos recortes de periódicos, primeras ediciones, cartas, manuscritos, diarios íntimos y postales, que conllevaron, consecuentemente, horas y horas de lectura y traducción. Quizá Cross y González no hayan manipulado nunca un tablero ouija, pero han sabido convocar a los espíritus a cuatro manos con el arte de la buena literatura.