3 de septiembre de 2023
Tarde invernal, aunque no se note mucho por la calentura general. Rebequita y Tobías comparten la merienda en un bar.
–Tobías de mis pañuelitos de dulce de leche, decime una cosa. Vos, ¿me venderías a mí?
–Ay, Rebequita de mis graves esdrújulas… ¿Qué es lo que quisieras que te vendiera?
–Tobías de mi GPS recalculando, ¿es posible que otra vez no entiendas nada? ¿Puede ser que desconozcas tan profundamente mi sentir y mi decir, incluso mi preguntar y tantos otros verbos míos? ¡No te estoy preguntando si serías capaz de venderme alguna cosa donde yo misma sería el objeto indirecto de la transacción, sino si serías capaz de venderme, a mí, como objeto, para que otro sujeto, eta o ete se haga cargo de mi escritura y me registre como de su propia propiedad privada!
–Pero Rebequita de mis expensas extraordinarias, esa pregunta está fuera del debate parlamentario. ¡Yo jamás te vendería a nadie, porque eso sería cometer un hecho delictivo, improcedente, criminal y, además, ilegal!
–Esa no es una respuesta digna para un ser amado, y mucho menos para una sera amada. ¡Sos un machitobías decimonónico! ¿O sea que el único impedimento para que me coloques en una inmobiliaria es la ley? ¿Si fuera por ti yo tendría un cartel de «Se vende mujer de tres ambientes con dependencias» colgando de mi escote? ¿Me verías como un objeto precioso, pero por su precio, si no hubiera una legalidad que te impidiera hacerlo? ¿Serías capaz de imaginarme como una mercancía intercambiable?
–¿Pero de dónde sacaste semejante imagen imaginaria, esa falacia falaz, ese esperpento idiosincrático, esa hipérbole parabólica?
–Tobías de mis prejuicios, no uses palabras de origen helénico que resultan de difícil comprensión a una joven y vulnerable muchacha del siglo XXI. ¡No es ningún prejuicio, no es ninguna campaña del miedo! Lo cierto es que un candidato propuso aceptar la venta de órganos propios y ajenos, incluso la de bebés, con todo el equipo completo, y obtuvo el primer puesto en las últimas elecciones.
–Pero mi queridísima pesadilla de Freddy, mi señora de los anillos, mi noche de las narices frías, ¡no puedes dejarte llevar de esta manera por la ingenuidad rayana en lo pediátrico! Nadie en su enfermo juicio propondría de verdad algo así. ¡Es como si dijera que, si gana las elecciones, por cada peso que tuvieras te daría un dólar!
–Bueno, eso no lo dijo nunca, pero de alguna manera logró que mucha gente crea que sí.
–Ay, Rebequita, no puedo creer que tú seas adepta del discurso de La Pubertad Avanza.
–Ay, Tobías, dolarizame y llamame Karina.
Silencio en la tarde.