Talleristas, diseñadoras y comunicadores conformaron una red para demostrar que la producción textil en condiciones dignas es posible. Entre otras acciones, organizan desfiles, elaboraron un manual de buenas prácticas y presentaron proyectos legislativos.
28 de diciembre de 2016
Pasarela. El objetivo de los desfiles es difundir el trabajo de marcas que respetan los derechos de trabajadores y consumidores. (Daniela Yechúa/ANCCOM)
En pocos meses se van a cumplir dos años de la muerte de los hermanos Orlando y Rodrigo Camacho, de 7 y 10 años, víctimas del trabajo esclavo en un taller clandestino de Flores. Los chicos vivían en la precaria fábrica, ubicada en la calle Páez 2796, que el 29 abril de 2015 se prendió fuego. En ese mismo sitio sus padres los criaban y trabajaban 12 horas por día en condiciones infrahumanas. El año pasado, la noticia alentadora fue que el juez Rodolfo Canicoba Corral, titular del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Nº6, ordenó el procesamiento del dueño del lugar por el delito de trata de personas con fines de explotación laboral.
Hablar de trabajo esclavo y talleres textiles clandestinos parece conformar un binomio difícil de separar, por eso, desafiando todos los presupuestos y sobre todo aquellos que sugieren que hacer las cosas como se debe es poco rentable, un grupo de diseñadores jóvenes, sumado a marcas que producen responsablemente y en condiciones dignas en la Cooperativa 20 de Diciembre –la pata productiva de la organización La Alameda– se juntaron para formar la Red Ropa Limpia, que no solo demuestra que ganar dinero y darle a cada quien lo que le corresponde es posible sino que contribuye a cambiar el paradigma productivo incorporando una visión ecológica, solidaria y responsable.
«A raíz del incendio del taller textil de Flores, el 27 de abril de 2015, la gente empezó a llamar a La Alameda buscando información sobre las marcas que producen prendas de manera limpia. Entonces se nos ocurrió convocar a todas las marcas para las cuales nosotros producimos, conformadas por diseñadores independientes y pequeños emprendedores y proponerles difundir cuáles son las marcas que sí se pueden consumir, luego organizamos un desfile para visibilizarlas aun más, no solo las firmas sino la temática, la parte positiva de esto. Quedó conformada así la Red y actualmente somos unos 20 integrantes entre diseñadores, personas de Comunicación y Marketing, además de consumidores, que se suman a colaborar y generar contenidos sobre consumo responsable», señala Tamara Rosenberg, miembro fundadora de la Cooperativa 20 de Diciembre, en diálogo con Acción.
Ropa Limpia, además de dar visibilidad a las marcas que producen en condiciones dignas, para lo cual organiza desfiles como el que se realizó en diciembre pasado en el Mercado Bonpland, también tiene el propósito de desandar una de las cuestiones más instaladas entre quienes producen: que el costo de la mano de obra es algo que se puede ajustar.
Muy baratas y muy caras también
«Tiene que haber un cambio de paradigma. Una de las cuestiones en las que coincidimos plenamente en Ropa Limpia es que hay que cambiar esta cuestión instalada de que el costo de mano de obra es algo que se puede optimizar, esto no debe ser así, hay que respetar el trabajo de todos, todos queremos ganar, pero hay que generar trabajo digno en toda la cadena productiva», advierte Verónica Virasoro, diseñadora textil, artista plástica y una de las fundadora de Ropa Limpia.
Desde la red también redactaron un manual de buenas prácticas para la industria textil que puede descargarse gratuitamente y sirve no solo para las empresas sino también para las personas que confeccionan desde sus casas.
Por otra parte, Ropa Limpia fomenta una visión ecológica del uso de la ropa. «En vez de comprarte tres remeras con gente sufriendo detrás, podés comprarte una buena para que te dure, esto implica un aporte a la ecología, no es desechable, no es use y tire», sostiene Virasoro.
Probablemente, la gran mayoría de los consumidores de ropa no se pregunta quién confeccionó la prenda al momento de elegirla. Tal vez, la duda aparece cuando el precio es muy bajo, algo que no sucede cuando la prenda es costosa. No obstante, lo cierto es que la mayoría de las grandes marcas también producen en talleres clandestinos; de hecho, las primeras que desde La Alameda se denunciaron, a raíz de los testimonios de sus trabajadores, son muy reconocidas no solo a nivel nacional, sino internacional.
«Las grandes marcas contratan los talleres clandestinos que a su vez contratan a los trabajadores, con lo cual estas firmas podrían argumentar que no sabían que las ropas eran confeccionadas en estos lugares. No obstante, explica Rosenberg, la Ley de Trabajo a Domicilio, la 12.713, tiene un artículo en particular que la hace solidariamente responsable de todos los intermediarios en la cadena. El tema es que algunos jueces hacen cumplir esta ley y otros no».
De acuerdo con lo explicado por la referente de 20 de Diciembre, en algunos casos ocurrió que el dador inmediato de trabajo no le paga a sus trabajadores, entonces estos últimos tienen la posibilidad de hacer responsable a la marca. «Ha ocurrido con el caso de un taller en Parque Chacabuco que producía para Montagne y otras marcas. Cuando la intermediaria cerró la fábrica y los trabajadores iniciaron una lucha, Montagne se hizo cargo de todos los salarios que el intermediario no había pagado y esos trabajadores formaron una cooperativa y actualmente son proveedores de esta marca», cuenta Rosenberg.
Los números de la explotación
Según señala Ezequiel Conde, integrante de La Alameda y delegado de la textil Soho, la facturación declarada de esta industria ronda los 4.000 millones de pesos anuales, pero la real, estima, puede llegar a ser mucho mayor. «Esto es lo que se dice, con lo cual el negocio es muy rentable. Pero a su vez es una industria muy perversa porque no blanquea a sus trabajadores. De acuerdo con investigaciones recientes, los talleres con trabajo esclavo tienen a la gente trabajando un promedio de 11 a 14 horas por un salario de 5.700 pesos, menos que el salario mínimo, vital y móvil. Ese costurero se paga su salario en dos días de trabajo, todo el resto es ganancia y cuando la gente va a los shoppings no se sabe cuál es la explicación real y lógica para que un jean valga más de 2.000 pesos», sostiene en una charla con Acción.
Los cálculos de la organización indican que en la Ciudad de Buenos Aires existen unos 3.000 talleres clandestinos y en la provincia de Buenos Aires llegarían a 16.000. Tras el incendio de la calle Luis Viale –otro taller clandestino que se incendió y provocó la muerte de 6 personas en 2006– pasaron todos al primer cordón, Villa Celina, en San Martín, por ejemplo y también a villas de la Ciudad de Buenos Aires.
Por su parte, la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, CAME, señaló ya hace un año y medio que solo en 439 ciudades relevadas se detectaron 74.150 puestos ilegales «que se alimentan de talleres clandestinos y de otros instalados en grandes y medianas ciudades de la Argentina».
Desde Ropa Limpia también están dándole empuje a proyectos legislativos, entre los cuales se encuentra uno que busca la certificación de marcas obligatoria, una iniciativa que el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) ya propuso en 2006 pero que era voluntario. El proyecto, que fue presentado en el Congreso Nacional en abril de 2016, plantea la auditoría a toda la cadena de valor desde la boca de comercialización, a cargo de organismos del Estado competentes. «De las 20 marcas que se presentaron la única que logró la certificación fue Ombú, luego no se presentó nadie más. Queremos que este programa sea obligatorio, también buscamos que el local de venta al público esté habilitado y que para lograrlo presente el listado de proveedores, eso permitiría tener un control más fuerte. Claro que también sabemos que la pelea es cultural, los consumidores también tienen que ser responsables y solidarios», concluye Conde.