23 de noviembre de 2023
«En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta», escribió el papa Francisco en Evangelii Gaudium, la encíclica que cumplió diez años en estos días. Un hito que sumó al papa a las voces críticas de la evolución del capitalismo actual.
Como parte de lo que considera «una crisis de compromiso comunitario» se desencadena el «todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte», que deriva en niveles de inequidad crecientes. «Los excluidos no son explotados sino desechos, sobrantes», afirma refiriéndose a un segmento de la población que es cada vez mayor. Se trata de un desequilibrio creciente, sobre el que también alerta el Banco Mundial, al proyectar que, en los próximos 10 años, 1.100 millones de jóvenes en el hemisferio sur se convertirán en adultos en edad de trabajar, y en el mismo período, en esa región, se prevé que se crearán solo 325 millones de empleos.
El papa también hizo foco, como un resultado del sistema imperante, en el flagelo de la deuda, que «aleja a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real». Una observación que nuestro país desoyó (nadie es profeta en su tierra), ya que tan sólo dos años y medio después, Cambiemos inició un proceso de endeudamiento externo privado, que fue coronado por el colosal crédito otorgado al país por el FMI, que padeceremos por muchos años.
La afinidad de estas ideas con el posicionamiento de la Economía Social y Solidaria ameritan volver a resaltar su enfoque, aun diez años después. Hay una coincidencia en la defensa de una economía con «rostro humano», que levante como banderas la búsqueda del bien común y el no dejar a nadie atrás. Y defienda la autonomía de los pueblos frente a los intereses globales.