8 de marzo de 2017
La segunda vuelta en Ecuador es a todo o nada. Si en la primera ronda se podía elegir según afinidades políticas o sociales ahora ya no hay alternativa, hay solo dos modelos en pugna. Por un lado, Lenin Moreno, quien acompañó como vicepresidente a Rafael Correa en su primer mandato. Por el otro, un empresario-banquero, Guillermo Lasso, que intentó sin éxito alcanzar la presidencia en el año 2013 y fue superado ampliamente por Correa.
En la elección del 19 de febrero Moreno estuvo a centésimas del 40% de los votos y una diferencia de más de diez puntos, lo que hubiera significado un triunfo sin necesidad de balotaje.
Durante días la oposición denunció fraude, incluso antes de que estuvieran los resultados finales, una característica que ya se ha hecho hábito en las derechas latinoamericanas en estos últimos tiempos cuando perciben que van a perder.
La derecha ecuatoriana, representada en este caso por Lasso, se puso como meta llegar a esta instancia convencida de que –ahora– el voto es suyo. Sin embargo, Moreno obtuvo un millón de votos más que Lasso y una diferencia de 11 puntos, lo que configura un escenario favorable para el proyecto de Alianza País, la formación política construida por Rafael Correa.
Desde el punto de vista institucional Alianza País ratificó la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, una novedad en la política ecuatoriana de las últimas décadas. Este es un dato que seguramente todos tomarán en cuenta ya que un gobierno de Lasso supondrá un período de inestabilidad en el país de América Latina donde más presidentes fueron derrocados por movilizaciones populares (Bucaram 1997, Mahuad 2000, Gutiérrez 2005).
En todo caso, cualquier resultado permite suponer que se avecinan turbulencias en Ecuador.