La gesta libertadora encabezada por San Martín cumplió 200 años y los principales exponentes de la literatura infantil y juvenil le buscan una vuelta de tuerca a la historia para acercarla a un nuevo público lector. Opinan escritores y editores.
29 de marzo de 2017
En una nota publicada recientemente en un suplemento cultural, se decía que la literatura infantil y juvenil es «el único segmento del mercado editorial local que se expande tanto en cifras de venta como en la aparición de nuevos sellos». Una de las virtudes del nicho es su poder de adaptación a las efemérides: una producción contextual que no quede ceñida a los usos del calendario y con la intención de extenderse en el tiempo. Con títulos proyectados de manera especial, el concepto motor es repensar el pasado desde una perspectiva que conjugue la ficción con lo histórico.
Así como en el año anterior se publicaron volúmenes dedicados al Bicentenario de la Independencia, en 2017 el punto de partida es Mendoza, desde donde, hace 200 años, José de San Martín inició aquella mítica marcha de su ejército hasta Chile para enfrentar a las tropas realistas. La punta de lanza habría que buscarla allá por 2001, cuando la reconocida Adela Basch publicó su obra de teatro José de San Martín caballero del principio al fin. «Me es difícil saber el número de ediciones, porque hubo cambios de diseño y cambio de nombre de la editorial, pero hasta ahora han sido algo más de 20.000 ejemplares vendidos», detalla Basch.
Pero la apuesta editorial con el Cruce de los Andes como eje va de la mano, claro, de las novedades. La gran pregunta es cómo encontrarle una vuelta de tuerca a un asunto tantas veces tratado y no caer en deslucidos estereotipos. «Lo interesante es trabajar con autores expertos y destacados en la literatura infantil y juvenil, que conocen muy bien el género y la forma adecuada de dirigirse a los niños», cuenta María Fernanda Maquieira, gerente editorial del sello Loqueleo Santillana. «Para un tema tantas veces contado hay mucho trabajo de investigación y de lecturas previas, para descubrir esas anécdotas curiosas que no aparecen en el manual. También es fundamental que los personajes no se vean estereotipados sino hallar su carnadura, su humanidad, para transmitir la emoción de los hechos».
En la misma sintonía va Cecilia Repetti, gerente de SM Argentina: «Como siempre, en literatura lo fundamental no es el tema, sino el tratamiento que se le da, la aproximación estética que cada autor elige. Así es que, en nuestro caso, cada uno de los libros tiene la impronta que le ha querido dar el escritor, y en eso hemos respetado el abordaje».
Contar el pasado
SM ha proyectado para este año cuatro títulos bajo el lema «Gesta sanmartiniana», dentro de la colección El Barco de Vapor: Cuando andes por los Andes, de María Inés Balbín (para lectores de 7 o más años); Albertina, la ayudante de San Martín, de Liza Porcelli Piussi (9 años); Recuerdos para Merceditas, de Fabian Sevilla (ídem) y El cruce. Historia de una epopeya, de Franco Vaccarini (12 años).
Otros títulos publicados son los de Laura Ávila, con Libertadores, de editorial Edelvives, donde una niña pehuenche se cruza accidentalmente en el camino del ejército de Los Andes; y, en la recientemente creada colección infantil Planeta Lector, Los músicos del 8, que narra las peripecias de dos chicos de ascendencia africana que forman parte de las tropas del ejército de Los Andes.
También por Edelvives, otro de los grandes sellos que aborda el género, Mario Méndez saldrá con El camino de San Martín y otros cuentos de concurso, una serie de relatos que, refiere el autor, están enmarcados en la experiencia de «tres escritores y una coordinadora que se reúnen para leer los textos finalistas de un concurso de cuentos para chicos sobre San Martín».
Para Repetti, de SM Argentina, son los docentes quienes «están en el centro de este proyecto: conocen a sus lectores y sabrán qué libros elegir según las necesidades y las habilidades lectoras de los alumnos». Maquieira, por su parte, opina que encarar esta temática para un lector infantil se da «encontrando un equilibrio entre la información histórica y los datos enciclopédicos con una ficción de calidad, de modo que lo primero sea un marco verosímil pero que lo central sea el hecho literario».