14 de agosto de 2013
El 6 de agosto la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) participaron por primera vez de los debates en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La convocatoria la hizo la Argentina, en su presidencia rotativa del organismo, y refleja la intención política de trascender las estrictas fronteras de sus ámbitos «naturales». El canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, en nombre de la Celac, y la canciller peruana Eda Rivas, en nombre de Unasur, dieron como ejemplo la solidaridad de los dos organismos regionales con Haití después del terremoto de 2010 y –sin nombrar a la primera potencia mundial– marcaron una diferencia con la ayuda que brindó Estados Unidos a través del envío de soldados a la isla.
Si bien en América Latina y el Caribe todavía subsisten conflictos fronterizos y viejas disputas territoriales, no es menos cierto que existe una manifiesta intencionalidad de evitar que cualquier rivalidad desemboque en una guerra. Así, la intervención de Unasur fue clave para evitar una guerra entre Colombia y Venezuela, y hoy numerosos actores entienden la importancia de una mayor participación regional para resolver el conflicto armado en Colombia. El presidente del Uruguay, José Mujica, dijo que el Mercosur también debía apoyar las negociaciones de paz entre las Farc y el gobierno de Juan Manuel Santos, y reconoció que durante su visita a La Habana para los festejos del 26 de julio se reunió con los representantes de la guerrilla. Es más, Mujica señaló que la lucha por la paz de Colombia debía ser «la cosa más importante que está pasando en América Latina». Celac, Unasur y Mercosur están demostrando que prima la voluntad de intervenir más allá de los acuerdos generales o económicos entre los países y que también buscan influir en organismos como las Naciones Unidas, otro paso para lograr un mayor reconocimiento internacional.