22 de enero de 2024
Con el levantamiento del secreto de sumario, la causa que involucra al magnate volvió a los medios. El documental que expone los abusos y las figuras involucradas.
Famosos. En la isla estuvieron Clinton, Trump, Michael Jackson y el papa Juan Pablo II, entre otros.
Foto: Captura
El último 3 de enero, una corte federal de Estados Unidos levantó el secreto de sumario sobre cientos de documentos relacionados con una demanda presentada por Virginia Roberts Giuffre, apenas una de las muchas mujeres que declararon abusos en el proceso penal contra el magnate financiero Jeffrey Epstein y su exnovia, Ghislaine Maxwell.
Epstein fue encontrado muerto en su celda del Metropolitan Correctional Center, una prisión conocida como el «Guantánamo de Manhattan» por las pésimas condiciones en las que viven los reclusos. Había sido encerrado ahí por liderar una red de tráfico de menores destinada a la explotación sexual. Pero lo que puso el foco de los medios en el caso fue también la cantidad de famosos involucrados.
Además de una mansión espectacular en Palm Beach, Florida, Epstein tenía un rancho de miles de hectáreas en Nuevo México, un lujoso departamento en París y otro de enormes dimensiones en el exclusivo Upper East Side de Nueva York, y una isla entera (la Little St. James) en el archipiélago de las Vírgenes donde se concentraban las fiestas que lo llevaron a la cárcel. Por allí pasaron figuras de la talla de Bill Clinton, Stephen Hawking, el príncipe Andrés de York, Michael Jackson, el papa Juan Pablo II, Cameron Diaz y Donald Trump, un personaje en el que se detectan a simple vista algunas analogías con Epstein, pero que se despegó del asunto apenas olfateó el escándalo.
A las tropelías de este perverso multimillonario está dedicado un documental de Netflix cuyo título es inusualmente elocuente: Jeffrey Epstein: Asquerosamente rico, cuatro capítulos que cuentan a velocidad frenética su derrotero hasta desembocar en un suicidio que la producción a cargo de Joe Berlinger plantea como dudoso. Berlinger también hizo un documental y una ficción sobre el famoso asesino serial estadounidense Ted Bundy que se pueden ver en la misma plataforma: presume de conocer los pliegues de la psicología de los criminales y, a partir de allí, especula con al menos alguna inducción que haya sido determinante en la muerte de Epstein.
Impunidad asombrosa
Más allá de esa especulación, el documental sigue las coordenadas de lo que hoy se conoce genéricamente como «narrativa Netflix». Es cierto que hay algunas constantes en este tipo de producciones: mantener enigmas abiertos todo el tiempo que sea posible, incluso forzar algunos adicionales para despistar, apelar bastante al morbo, contar con muy buen material de archivo y trabajar la edición de manera de agilizar la historia, más allá del mandato de estirarla en base a dilemas falsos. Y esta investigación sobre Epstein se ajusta a ese modelo.
Tiene la virtud indiscutible de darles voz a varias de las víctimas de los abusos de un millonario que gozó durante muchísimo tiempo de una impunidad asombrosa. Los rumores sobre lo que pasaba en la isla de Epstein fueron moneda corriente en medios de Estados Unidos durante años. Y el magnate ya había sido condenado en una causa relacionada con la prostitución de menores en 2008, antes de que en 2015 apareciera la denuncia de Virginia Roberts Giuffre y la ola que la sucedió con presentaciones judiciales de otras presuntas víctimas.
Cuando toman la palabra, estas mujeres no se valen de los detalles escabrosos. Más bien hablan de un modo que permite radiografiar el funcionamiento del poder en la sociedad estadounidense y los beneficios de una protección legal que parece garantizada.
Lo que cuentan es parte decisiva de un relato que incluye testimonios de investigadores privados, funcionarios judiciales, abogados y periodistas. Una historia de terror en la que el principal protagonista se niega a hablar con un argumento manipulador: la invocación a la célebre quinta enmienda de la Constitución de Estados Unidos, que le reconoce a un procesado el derecho a negarse a brindar testimonio si el mismo puede incriminarlo.
Pancartas. Cientos de documentos fueron liberados gracias a una resolución de la corte.
Foto: Captura
Que el poder y el dinero otorgan beneficios extra no es novedad, pero el derrotero de Epstein que delinea este documental impacta por la inoperancia exasperante de un sistema –legal, social, político– ante un pisoteo tan evidente de algunas de sus reglas básicas.
En más de un sentido, el caso de Epstein se parece al del popular presentador de la televisión británica Jimmy Savile, un depredador al que también Netflix le dedicó un buen documental. Igual que Savile, protegido por muchos medios de su país y hasta por la realeza, Epstein contó muchas veces con el silencio de la prensa y otras con la colaboración directa de la clase política: Alexander Acosta, el único hispano del gabinete de Trump, fue nombrado secretario de Trabajo en 2017 y expulsado dos años después, cuando se supo que como fiscal de Florida había acordado con Epstein limpiar su prontuario criminal a cambio de apenas dieciocho meses de prisión en condiciones de notorio privilegio.
Ver este documental es útil para seguir el caso, que lejos de estar cerrado continúa en la Justicia de Estados Unidos y acaba de regresar a los medios gracias a ese tipo de revelaciones con las que Berlinger fue más pudoroso. Hace unos días la revista People publicó que tuvo acceso a un documento oficial que contiene una declaración de Virginia Roberts Giuffre en un tribunal de Florida, en la que precisa la cifra exacta que le habrían pagado para tener sexo con el príncipe Andrés: quince mil dólares.