24 de febrero de 2024
No pasarán. Banderas de los hinchas del Bayer Munich, en el encuentro ante Bochum, el 18 de febrero.
Foto: Getty Images
Los campesinos paralizaron Berlín y hasta bloquearon el descenso del ministro de Economía (Robert Habeck) del ferry que lo traía de unas vacaciones. Esta semana hubo huelga de trabajadores de Lufthansa y la semana que viene pararán otra vez los ferroviarios. Pero ninguna protesta (en una Alemania asombrada por tanto reclamo popular) tuvo tanto éxito como la de los hinchas de fútbol.
Arrojaron a la cancha cientos de pelotitas de tenis, caramelos, vasos de plástico y monedas de chocolate envueltas en papel dorado como sinónimo de tanta avaricia, encadenaron bicicletas en los arcos. Hasta metieron dentro del campo autitos que lanzaban bengalas, mientras la seguridad los corría a patadas, para deleite de la multitud y de los hinchas que los manejaban a control remoto desde la tribuna. «No queremos que así sea manejado nuestro fútbol», graficaban los hinchas, cuyas viviendas fueron allanadas esta semana por la policía.
Se referían al acuerdo de la Federación alemana (DFL) especialmente con CVC, una firma de capital riesgo británica socia también de la Liga de España, dueña de la Fórmula 1, entre tantos negocios. El acuerdo, a 20 años y 1.000 millones de dólares, había sido anunciado en diciembre con el voto justo de dos tercios (24 de los 36 clubes de Primera y Segunda). El empresario de 79 años Martin Kind (señalado en pancartas amenazantes por los hinchas) dio la mayoría necesaria supuestamente en contra de lo que había ordenado su club (Hannover); pero el acuerdo fue cancelado el último miércoles, tras las decenas de protestas que paralizaban el juego (hubo un partido que sufrió hasta seis interrupciones) y arruinaban el espectáculo.
Sucedieron en partidos de Segunda división, pero también de Primera, incluso del todopoderoso Bayern Munich (que está en crisis, en una Bundesliga que tiene como líder inesperado a Bayer Leverkusen). A diferencia de las Ligas top de Europa, Alemania mantiene su regla de oro de que los clubes deben seguir bajo propiedad de sus socios («50+1»), clara oposición al modelo inglés de la Premier League, que permite el desembarco indiscriminado de dineros, magnates, jeques y fondos de inversión de todos los colores.
«¿Y ahora qué? Unos locos tirando pelotitas arruinaron un acuerdo que auxiliaba a nuestro fútbol. ¿Irán ahora contra el VAR? ¿Podemos permitir semejante extorsión?», se pregunta buena parte del establishment del fútbol germano. Los hinchas de fútbol, dijo en cambio el semanario Die Zeit, protagonizaron «la protesta más entretenida y más apoyada» en una Alemania que sufre crispación social y también resurgimiento de neonazis. El debate del fútbol ocupó noticieros centrales y terminó excediendo a la pelota. Suele suceder. En Argentina sabemos de qué se trata.