26 de marzo de 2024
Escrita por Pacho O’Donnell hace 50 años, la obra estrenada en la Sala González Tuñón se revela tan provocadora como vigente. La opinión del director y los protagonistas.
Lucha de clases. Rossen, Rueda y Onetto exploran cada arista de los personajes.
Siempre hay un lugar en el teatro contemporáneo para volver a pensar la burguesía. Reflejo especular de gran parte de su audiencia, el espacio escénico se transformó en un sitio ideal para indagar en sus contradicciones y sus incesantes puntos de fuga. Hasta ese territorio, hace ya 50 años, el historiador y dramaturgo Pacho O’Donnell ingresó con su mordaz pluma para diseccionar el encuentro de una pareja de clase media con un adolescente en clara desventaja sociocultural e intelectual.
En esta oportunidad es Juan Manuel Correa quien asume la dirección de Escarabajos, tarea a la que describe como «un gran desafío». «También fue una sorpresa, porque no conocía la obra y, cuando la leí, me dije “lo que tengo que hacer es permitir que esto pueda latir solo, tengo que quitar obstáculos e ir al hueso del texto”. El tema está muy vigente, y es la pregunta sobre dónde nace la violencia: no le tocamos una coma a la obra, su tema es muy actual. También exploramos cómo se actúa y cómo se dice, con los cuerpos de hoy, este texto», reflexiona.
O’Donnell, por otra parte, tuvo incidencia para que este proyecto encontrara su lugar dentro de la cartelera del Centro Cultural de la Cooperación. Por ejemplo, fue quien llamó a Victoria Onetto para que integrara el elenco, sabiendo que desde hace años tiene una ocupación centrada en la gestión pública como subsecretaria de Políticas Culturales de la provincia de Buenos Aires. «Cuando leí la obra me pareció increíble, es muy contemporánea. Habla de la violencia en una familia, al mismo tiempo reflejo de la violencia social», sostiene la actriz sobre la pieza estrenada en la Sala Raúl González Tuñón.
En cuanto a la relevancia de montar la obra en el contexto actual, la intérprete señala que «hoy más que nunca se resignifica volver a la escena, porque creo que la cultura está más viva que nunca y desde el teatro uno puede generar un pensamiento crítico, sensibilizar. En este contexto hay un Gobierno nacional que quiere acallar a la cultura. Con el mismo lema que había en la dictadura, “El silencio es salud”, quieren acallarla porque les molesta que desde el teatro enunciemos, critiquemos, subvirtamos el orden establecido».
Juego de fragilidades
En cuanto al elenco masculino, reúne al experimentado actor Nelson Rueda con Eloy Rossen, intérprete de 21 años que también podrá verse este año en la serie Cromañón. Para Rueda, el eje de la violencia le aporta a Escarabajos la posibilidad de indagar en las ambigüedades de los personajes. «A pesar de los años, la violencia va mutando. Ocurre como aquel virus al que se lo combatía con una droga pero, de alguna forma, va tomando diferentes dimensiones y se expresa de diferentes maneras», afirma.
Equipo. El director Correa, Onetto y Rueda (arriba), junto a Rossen y O’Donnell, el autor.
El actor destaca que el autor de la pieza es un conocedor de la psicología y que, por ese motivo, cada arista de los personajes es redescubierta en cada función. «Hay capas en las que uno puede indagar un poco más. Y aunque la obra sea fuerte, aunque haya una persona vulnerada por dos mayores, ellos también son vulnerados por algo. Uno se pregunta, ¿cómo llegaron a eso, a ese juego que puede verse perverso pero que, también, expone fragilidades? Son fragilidades conviviendo y una le gana siempre a la otra», señala.
Por su parte, Rossen coincide en la contemporaneidad del texto. «Más allá de los 50 años que tiene la obra de Pacho, hay algo de la actualidad del material que para mí resuena de una forma muy potente. Desde ese sentido, no me resultó difícil entrar en el trabajo», afirma. En cuanto a la experiencia de ser dirigido por Correa, agrega: «Él elabora mucho a partir de las propuestas de los actores, del juego. El primer acto se empezó a armar con el avance de una primera propuesta que hicimos con Victoria, de entrar al texto así como estaba. Y, a partir de ahí, él fue armando, bocetando. Y hay algo de su mirada que volvió a esa primera propuesta cada vez más profunda y honesta».
Para Correa el eje psiquiátrico merecía tener una especial atención en la puesta, porque se trata de otro de los aspectos que revincula al texto con las fragilidades que vivencian los individuos en la actualidad. «Me interesa mucho trabajar en la tensión espacial», puntualiza sobre su trabajo como director. «Además del tema, me importa cómo son esos cuerpos y cómo pueden desplegar sus contenidos internos en el espacio. Hicimos un trabajo bien físico con Viviana Iasparra, una coreógrafa y bailarina, antes de comenzar con el texto. Y terminamos trabajando las escenas física y energéticamente. Indagamos, por ejemplo, en cómo es un cuerpo que sabe que tiene poder sobre otros cuerpos».