30 de marzo de 2024
En un contexto adverso para la cultura, la actividad escénica busca sostener el caudal de público mientras resiste los embates del Gobierno nacional.
Disputa simbólica. El CCC es uno de los espacios que se oponen al vaciamiento de la cultura.
Foto: Horacio Paone
Son tiempos difíciles para la sociedad argentina y el teatro, desde ya, no puede quedar desafectado de esta coyuntura. El hecho de que la denominada Ley Ómnibus no haya obtenido aval parlamentario para ser aprobada provocó, por ejemplo, que el cierre del Instituto Nacional del Teatro no sea hoy en día una realidad. Pero lejos de haber tranquilizado a la comunidad artística, los diversos agentes vinculados a la actividad teatral se encuentran en estado de alerta mientras otras manifestaciones sufren embates. Por mencionar un caso, el de los despidos y recortes de fondos en el INCAA tras la designación de su nuevo director, Carlos Pirovano.
En el ámbito nacional, la designación del dramaturgo y director Gonzalo Demaría como Director del Teatro Nacional Cervantes se hizo efectiva 87 días después de la asunción presidencial. El anuncio del arribo de Demaría, en cambio, lo había hecho el secretario de Cultura Leonardo Cifelli de forma temprana e informal. Consultado por Acción, el flamante director sostuvo que se encontraba trabajando en el perfil del Cervantes desde hace tiempo, y que trataría de «respetar en lo posible la programación adelantada por la dirección saliente».
Resulta evidente que Buenos Aires, reconocida capital teatral, tiene un público consolidado que pretende sostener una mínima asistencia a los espectáculos en cartelera. Su acceso a las salas dependerá, en buena medida, de la política de precios que propongan todos los circuitos. El pasado 1 de febrero, en la presentación de la Temporada 2024 del Complejo Teatral San Martín, la ministra de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Gabriela Ricardes, sostuvo que «en momentos de crisis son estas, las instituciones fuertes, potentes, que trabajan a largo plazo, en las que uno se apoya para lo que viene».
En varios momentos, antes de que Alberto Ligaluppi, director general del Complejo, tomara la palabra, la funcionaria hizo hincapié en la necesidad de desarrollar una gestión con consciencia de la coyuntura económica. A la fecha, las entradas para los espectáculos de las distintas salan varían entre 3.400 y 6.800 pesos, significativamente menores a las del circuito comercial que, no obstante, se ha mostrado reticente a hacer ajustes atados a los índices inflacionarios.
Sebastián Blutrach, propietario del Teatro El Picadero y presidente de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales, subraya la importancia de acompañar al público. «Va a seguir habiendo consumo teatral, pero con una caída más fuerte en los próximos meses. Personalmente, creo es una época que hay que aguantar; el teatro nos ha dado revancha siempre. Lo importante es sostener la actividad, ya vendrán tiempos mejores para nuestro sector». Blutrach agrega que «el teatro comercial seguramente va a tener más promociones y trataremos de que el precio de la entrada pueda ser medianamente empático y previsible para los espectadores que, a su vez, tendrán en el circuito independiente y el oficial otras variables de precios. El ecosistema y el tejido teatral es lo suficientemente sólido como para que haya propuestas. Está claro que cuando hay una recesión como la que se viene los consumos culturales se recortan y eso lo vamos a sufrir».
Modelo alternativo
Por su parte, Juano Villafañe, director artístico del Centro Cultural de la Cooperación, señala en relación a la identidad del espacio que, si bien no produce los espectáculos que ofrece, «es también un productor indirecto de toda la actividad artística que se desarrollan dentro de nuestras instalaciones». Y especifica: «El CCC ofrece las salas, las instalaciones, el servicio técnico-administrativo, la gráfica, la comunicación de manera gratuita a todas las cooperativas artísticas. Por lo tanto, de alguna forma, el CCC es parte de la producción cooperativa independiente».
Para Villafañe, el cooperativismo interpela e incide en las audiencias. «La forma cooperativa también es un acto de resistencia y alternativa al modelo neoliberal que trata de imponer a la cultura un gran vaciamiento, desmantelando a todas las instituciones y quitando presupuestos. El modelo cooperativo es muy conveniente para la creación artística y es muy sólido para garantizar sistemas de producción participativos y solidarios y, además, se relaciona abiertamente con el público», afirma.
Frente a la necesidad de conformar a una buena parte de la población ávida de teatro en medio de un contexto recesivo, los productores no solo se adaptan a los tiempos que corren, sino que además defienden las instituciones que median entre los artistas y el público. Carolina Castro, productora de la Compañía Teatro Futuro que integra junto al dramaturgo y director Mariano Tenconi Blanco y el músico Ian Shifres, reflexiona sobre las asociaciones que se producen entre la actividad y las reglas de mercado que el actual Gobierno menciona permanentemente. «A pesar de que la Ley Ómnibus no haya avanzado, el reverso tiene que ver con la disputa a nivel simbólico, la mal llamada “batalla cultural” por nuestro presidente. En algún punto uno puede considerar que la vienen ganando, porque se instaló en la conversación pública una discusión dicotómica en la cual los bienes culturales son superfluos y, en tanto tales, el Estado no debe garantizar el derecho a ellos». Castro advierte que «la utilidad del arte puede explicarse en términos de mercado, de su valor de intercambio, pero no es lo que le da sentido y lo que hace sistema en el campo cultural. Eso es lo que me resulta muy problemático de esta época. Hay un lugar de disputa simbólica en torno a qué entendemos por vivir, por vivir con otros, por vivir juntos, en comunidad. En esa disputa el teatro tiene un lugar muy importante e insiste en existir».
1 comentario