28 de mayo de 2024
Tarde invernal de otoño. Tobías llega al bar. En la mesa de siempre, Rebequita deglute un exuberante sánguche, un especial de jamón, queso, tomate y huevo duro finamente aderezado con manteca y ketchup, al que acompaña con un tazón gigantesco de café con leche, cual brebaje reparador.
–Rebequita de mis ansiedades aún no resueltas, ¿no estás quizás sobreactuando calóricamente?
–Tobías de mis pólipos, tranquilízate ya. Las calorías han dejado de existir en este mundo anarcocapitalista. Ya nadie se dedica a ahorrarlas o a gastarlas. Los nuevos conceptos nutricios prefieren referirse a créditos, y en todo caso será el médico quien podrá evaluarme como deudora o acreedora gastrointestinal.
–Rebequita de mi alma en pena, desconocía los nuevos protocólicos, yo siempre me he guiado por la simple ecuación de «déficit o superávit adipositario».
–Justamente, Tobías de mis ácidos linoleicos, de eso se trata, de hacer un «adipósito» a seis meses «a panza fija», y quitarlo cuando llegue el verano, para evitar la devaluación de la imagen.
–Comprendo, aunque no del todo, Rebequita de mis procrastinaciones; pero, más allá del tema abdominal, ¿no has considerado el costo pecuniario de semejante ingesta hidraproteicolípidomineral? ¿Te has acaso informado acerca de la última cotización del crudo, y de la del cocido? ¿Sabes que los farináceos han logrado un estrepitoso aumento sin necesidad de paritarias? ¿Fuiste anoticidada de que el café superó por varios cuerpos el nivel general de la inflación, de por sí elevadísima?
–¡Ay, ay, ay, ay, canta y no llores, Tobías príncipe de Dinamarca. Estoy al tanto de las diversas fluctuaciones del mercado, pero honestamente no me incumben, ya que tengo el 70% del sánguche y del café cubiertos por mi prepaga.
–¡No te puedo creer, Rebequita gloriosa, sublime enseña de libertad y amor! ¿Acaso existe un sistema prepago que cubre el consumo en bares?
–¡No, Tobías mío, mío y mío! No incurras ahora en sueños de clase media, justo cuando dicha clase se está montando en los botes salvavidas que ellos mismos pincharon. La que me cubre es la empresa de medicina prepaga. Ellos saben que si no me tomo mi cafecito y me como el emparedado sin par, me angustio profusamente, y el costo de los ansiolíticos superan con creces el de mi pequeño tentempié, además de no tener este delicioso sabor. Lo que se ahorran en Rebezepam, Rebotril o Rebequilium es inimaginable.
–Okay, Rebequita, comprendo. ¿Me convidarías entonces con un bocadillo?
–Depende, Tobías… ¿vos, qué plan de cobertura tenés?