Opinión | Por Ezequiel Fernández Moores

El deporte que no miramos

Tiempo de lectura: ...
Ezequiel Fernández Moores

Alta competencia. Miembros de la delegación albiceleste, con la Torre Eiffel de fondo, en la ceremonia de apertura.

Foto: Getty Images

El mismo fin de semana que concluían los Juegos Olímpicos de París, una argentina campeona sudamericana, la entrerriana Sofía Garcés, tenía que vender rifas y alfajores para poder viajar al Mundial de Aguas Abiertas en Italia. Eran viajes de nuestras jóvenes promesas del deporte que, antes, cubría el Estado. El ajuste de Javier Milei dejó de pagarlos. Su Gobierno, en esas mismas horas, preparaba en cambio la nueva y última batería de medidas para obligar por decreto a la AFA a que acepte la conversión de nuestros clubes centenarios en eventuales Sociedades Anónimas Deportivas. La política deportiva de un país reducido al negocio de los Clubes SAD. 

«Fue todo muy difícil y todavía nos faltan 200 dólares. Es triste no solo para mí, sino para la mayoría de los deportistas que hoy están en mi misma situación de esto que se llama “deporte autofinanciado”. Lo único que se ve en redes sociales son rifas/ventas/ alias de mercado pago, de deportistas que son convocados para representar a la selección argentina en algún torneo y no tienen el apoyo del Estado», me dice Sofía, 16 años, a pocos días de su viaje al Mundial, que comenzará el 6 de septiembre en Alghero, Cerdeña.

«El panorama –me responde a su vez Inés Arrondo, doble medallista olímpica y campeona mundial con Las Leonas y ex Secretaria de Deportes– es bastante tenebroso. No se habla en absoluto de incrementar un presupuesto ya licuado». Arrondo acepta que a los Juegos Olímpicos llega solo la élite. Pero destaca que los Juegos ayudan a dar «visibilidad a la diversidad del deporte», a mostrarnos que no todo es fútbol. Y en tiempos, además, de alarmantes indicadores que obligan más que nunca a los Estados «a garantizar horas de movimiento a la comunidad».

Leo los debates en otros países. Discuten si la mayor inversión del Estado en el deporte debe priorizar a la élite cuyos triunfos, supuestamente, inspiran a millones o si, en cambio, debe destinarse a ampliar la base para detectar a partir de allí a los eventuales talentos, los futuros campeones olímpicos. Es un debate que dura poco. Porque ya el último fin de semana comenzaron las Ligas del fútbol europeo, donde juegan todos los talentos, no solo los propios, sino de todo el mundo, especialmente de Sudamérica y Africa. El Primer Mundo que compra todo.

«Léon Marchand, Noah Lyles y Mondo Duplantis (grandes estrellas de los últimos Juegos de París) no tienen por qué pasar los próximos cuatro años casi en el ostracismo. Todo lo que necesitan, ellos y sus deportes, es la oportunidad de ser vistos. Pero para que eso suceda, el fútbol tiene que estar dispuesto a ceder un poco de terreno, a aceptar que sigue siendo un deporte, no importa cuán grande se haya vuelto». Lo escribió días atrás el colega Rory Smith en The New York Times. 

Rebeca Andrade. Figura en París 2024, la brasileña es más popular que Neymar y Vinicius en estos momentos.

Foto: Getty Images

Es la confirmación de que el Rey fútbol acapara no solo en Argentina. Nuestro problema (acentuado acaso tras la conquista del Mundial de Qatar), es que aquí ese dominio del fútbol es abrumador (y esto mucho más allá de la gran producción de Torneos, el canal de cable que trasmitió desde París las veinticuatro horas de cada día mientras duraron los Juegos). Ni siquiera tenemos entre nosotros el debate pos-Juegos que al menos sí se da en otros países. Y tampoco una Rebeca Andrade, la gimnasta que saltó de una favela paulista al oro de París, más popular que Neymar y Vinicius en estas horas en Brasil.

Nuestro debate futbolero, además, no habla de juego, sino del negocio. Por un lado, la reglamentación reciente de las SAD anunciada por el ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona (el mismo que, como dirigente de Racing, redactó los Estatutos del club que justamente prohíben su conversión en SAD). Y, luego, el aviso del ministro Federico Sturzenegger de que hoy mismo, si un Club SAD se presenta ante la AFA, esta, supuestamente, está obligada a aceptarlo. Del otro lado, tenemos la ratificación judicial de que la suspensión de los artículos SAD del DNU no solo sigue vigente, sino que además tiene alcance nacional. Y, ante todo, está la certeza de que habrá más batalla judicial. Y un último recurso: la posibilidad de la AFA de recurrir a la FIFA para denunciar que el Gobierno la está obligando a cambiar sus Estatutos. Gianni Infantino, presidente FIFA, deberá decidir allí si gana el interés político de su amigo Mauricio Macri. O la institucionalidad del deporte, la AFA de su también amigo Claudio «Chiqui» Tapia. La pelota en el medio. Y los atletas al costado. 

Estás leyendo:

Opinión Por Ezequiel Fernández Moores

El deporte que no miramos

Dejar un comentario

Tenés que estar identificado para dejar un comentario.