6 de octubre de 2024
El posicionamiento exterior desplegado por Milei ubica al país en riesgosas posiciones geopolíticas al renunciar a la tradicional neutralidad. Idas y vueltas con China y soledad en la región.
En la ONU. Plagio a un presidente estadounidense de ficción y beligerancia en el discurso de Javier Milei.
Foto: Getty Images
Si algo va quedando claro es que las relaciones exteriores de la Argentina desde la llegada de Javier Milei al Gobierno se deslizan en una pendiente de imprevisibles consecuencias para el país. El discurso ante la 79ª Asamblea General de la ONU fue apenas un bosquejo de lo que desde el primer día de su gestión está desarrollando el presidente anarcolibertario, con el mismo ímpetu de un elefante en un bazar. Aunque en algunos temas la realidad se impone. El anuncio de su viaje a la cumbre de la CELAC en China quizás no sea un punto de inflexión, pero es lo que más cerca estuvo hasta ahora.
En Nueva York, Milei leyó tramos de un discurso que era calcado del que en una vieja serie televisiva, The West Wing, daba el personaje del presidente de Estados Unidos, Josiah Bartlet, interpretado por Martin Sheen. El que descubrió el plagio fue el columnista de La Nación, Carlos Pagni, y lo replicó en sus redes el centenario medio creado por Bartolomé Mitre.
Sin embargo, lo mas peligroso no fue ese desliz, sino asegurar que «la República Argentina va a abandonar la posición de neutralidad histórica que nos caracterizó y va a estar a la vanguardia de la lucha en defensa de la libertad». La neutralidad atravesó gobiernos desde el de su admirado Julio Argentino Roca, conservadores como Roque Sáenz Peña y Victorino de la Plaza o radicales y peronistas. El punto, como resaltó el columnista Eric Calcagno en Tiempo Argentino, es que no ser neutral implica ser Estado beligerante. Y la adhesión acrítica de Milei al gobierno de Benjamin Netanyahu en Israel, cuando se extrema la situación en Medio Oriente, pone al país ante un escenario trágico para una nación en la que conviven desde hace décadas importantes comunidades musulmanas y judías.
Vuelta en el aire
El caso de China es si se quiere grotesco. Hace un año, en plena campaña electoral, Milei daba cuenta de una fanatizada profesión de fe anticomunista. Un año después, ante la conductora televisiva Susana Giménez dijo que se había sorprendido con los chinos, que habían resuelto velozmente el problema puntual del ahogo financiero argentino, que se reunió con el embajador chino en Buenos Aires «y al otro día nos destrabaron el Swap». Este giro en el aire también fue reflejado en la cuenta de X de La Nación.
Más allá de que el mandatario no resiste el archivo, lo que dice da también para otra reflexión. Si China es un «socio muy interesante» porque, detalló, «no exige nada», ¿quiénes son los otros socios a los que alude y qué le exigen? Por un artículo del corresponsal de Infobae en Washington se sabe que en aquellos lares no cayó nada bien este acercamiento con Beijing, que había comenzado días antes con el anuncio de que la hermana presidencial, Karina Milei, viajaría a Shanghai en busca de inversiones.
Los guiños al Fondo Monetario Internacional, la Casa Blanca y a la jefa del Comando Sur, la generala Laura Richardson, habían rayado la obsecuencia. Sin embargo, los vencimientos de deuda de 2025 suponen el riesgo de un nuevo default y a los que cortan el bacalao en occidente no se les cayó una moneda.
El viaje a la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) también tiene su espesura. Porque el inquilino de la Quinta de Olivos también acusó en Nueva York a organizaciones supranacionales «de corte socialista» de pretender «resolver los problemas de la modernidad con soluciones que atentan con la soberanía de los estados-nación y violentan el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad de las personas».
Cambio de idea. Karina Milei, Diana Mondino y Luis Caputo con el canciller chino Wang Yi en Nueva York.
Foto: @ChinaEmbArg
El desinterés con que el Gobierno nacional trata a sus socios del Mercosur –ni siquiera fue a la reunión en Paraguay en julio– y el rechazo a la membresía en el grupo BRICS y a Unasur, decididas ni bien juró el cargo, no presagiaban que la CELAC fuera santo de su devoción. Pero, o se trata de una imposición para «ir al pie» en Beijing, o de un firulete para rendirle tributo a Xi Jinping sin que se note tanto.
De todas maneras, a nivel regional, la Casa Rosada se entiende con los gobiernos más ranciamente conservadores y se enfrenta con los progresistas. La última movida fue la ausencia de representantes argentinos en la asunción de Claudia Sheinbaum en México. El antecesor, Andrés Manuel López Obrador, había conformado con el colombiano Gustavo Petro y el brasileño Lula da Silva un trípode –odioso para Milei– que la exalcaldesa de la Ciudad de México sin dudas prolongará. Ahí, en los papeles, el paleolibertario no tiene nada que jugar. Pero nunca se sabe.
Como tampoco se sabe lo que puede ocurrir en Bolivia, donde el conflicto entre el presidente Luis Arce y el líder del Mas-ISPS, Evo Morales, ya no tiene vuelta atrás. La semana pasada renunció el ministro de Justicia, Iván Lima, afirmando que desde el llano perseguirá como abogado a Morales en una causa en que se acusa al fundador del Estado Plurinacional de abuso de menores. El sucesor en el cargo, César Siles, corroboró la inhabilitación de Morales para una nueva candidatura presidencial, lo que en realidad es la pelea de fondo. El martes, el vocero presidencial, Manuel Adorni, posteó que se daba por finalizada la condición de refugiado a Morales que le había otorgado Alberto Fernández al asumir, en 2019.
Evo Morales tuvo que huir de las hordas golpistas que lo buscaban para matarlo luego del golpe de Estado de noviembre de ese año y por muy poco pudo huir en un avión militar que le había enviado AMLO. Luego recaló en Buenos Aires.
La canciller Diana Mondino, mientras tanto, posteó un esperanzado texto por el acuerdo entre el Reino Unido y la isla de Mauricio para la devolución del territorio colonial del archipiélago de Chagos.
Diez días antes había negociado con el sucesor de Cameron, David Lummy, retomar vuelos semanales desde San Pablo a Malvinas con una escala mensual en el aeropuerto de Córdoba, como una manera de limar rispideces entre Buenos Aires y Londres.
El Reino Unido le brindará apoyo financiero y se compromete a inversiones en infraestructura en Mauricio. Pero en una de las islas, Diego García, la cosa será diferente: Allí funciona una siniestra bese en la que EE.UU. alojó presos sin causa ni proceso acusados de integrar la organización Al Qaeda desde el 11-S de 2001. La base seguirá en manos de EE.UU. por otros 99 años. Es un punto estratégico en medio del Océano Índico, clave para controlar la circulación en esas regiones en disputa con China y la India, dos de los países fundadores de los BRICS. De la misma importancia geopolítica que Malvinas.