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Paso al Frente

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Gustavo Veiga - Desde Montevideo

En un comicio sin sorpresas, la fórmula Orsi-Cosse fue la más votada, aunque no logró evitar el balotaje ante el oficialismo. Los retos económicos y las proyecciones para el 24 de noviembre.

Festejo tricolor. Tras confirmarse la tendencia de los resultados, Orsi y Cosse saludan a los seguidores del Frente Amplio.

Foto: Getty Images

La vida democrática en Uruguay goza de buena salud. En una elección sin sorpresas, el Frente Amplio (FA) extendió su condición de fuerza más numerosa y colocó a Yamandú Orsi en la segunda vuelta del 24 de noviembre, junto a su compañera de fórmula Carolina Cosse. La fórmula encabezada por el exintendente de Canelones y profesor de Historia conseguió el 43,9 % de los sufragios. Tendrá de rival al segundo candidato más votado, Álvaro Delgado, el veterinario que eligió para sucederlo el actual presidente Luis Lacalle Pou (26,8 %). Por otra parte, también se votó por la nueva composición del Legislativo. El Frente Amplio obtuvo la mayoría en el Senado (tendrá 16 senadores, contra 9 del Partido Nacional y 5 del Partido Colorado). En Diputados, la situación es distinta: el FA logró 48 de las 100 bancas, en tanto la alianza oficialista entera cuenta con 49 legisladores. La novedad vino del lado del partido de Gustavo Salle, quien sumó 2 bancas por Identidad Soberana y será clave en la futura Asamblea General.

En la Coalición de derecha que reúne a cinco expresiones políticas, blancos y colorados se asociaron en 2019. Nacidos en 1836 con diferencia de un mes, dicen ser dos de los partidos más antiguos del mundo. Separados por guerras internas desde el siglo XIX, como buenos conservadores y liberales de hoy se mimetizan en una alianza destinada a impedir que vuelva a gestionar el Estado la izquierda.

La gobernabilidad, la defensa de la institucionalidad y la respetuosa convivencia entre partidos definen la idiosincrasia uruguaya simbolizada en el ritual del mate. Una infusión que representa compartir el momento, dialogar en cada vuelta, sentarse a una misma mesa. Al menos en esta región tan desigual, con campañas políticas virulentas como las que se vivieron en Brasil y en la Argentina y expresiones de la extrema derecha como Milei y Bolsonaro, el paisito se parece a una luz en la oscuridad. 

Con todo lo que se le reconoce en elevados estándares de coexistencia pacífica, tampoco es la Suiza de América, como se glorificó ese mito del batllismo, en plena hegemonía del Partido Colorado, la fuerza que más tiempo gobernó el país de manera ininterrumpida durante 94 años y entre dos siglos. La que presume de haberse aggiornado porque presentó en los comicios un candidato, Andrés Ojeda, que tiene todas las mañas de los políticos mediáticos, adictos a las redes sociales y clásicos defensores del medioambiente. Hizo campaña desde un gimnasio y dale que te dale con las mancuernas. Fue tercero en la votación y quedó marginado de la segunda vuelta. En su país hay quienes lo comparan con Milei. 

Lejos del paraíso
Uruguay no es la Confederación Helvética porque, como dice el diputado nacional del Frente Amplio Gabriel Otero, se inventó «esa construcción liberal, burguesa, a la cual las luchas del pueblo comenzaron a sacarle la careta». Algunos datos: un 20% de sus niños y jóvenes son pobres. Su costo de vida es uno de los más altos de Latinoamérica. El IVA es más elevado que en la Argentina (22%). Los precios de sus combustibles son prohibitivos por el alto costo impositivo: el país es, después de Barbados, el que tiene la nafta más cara del continente. Un salario promedio no alcanza para vivir y hasta la nueva corriente migratoria de venezolanos que copan las aplicaciones para autos de alquiler reconocen que en Uruguay es difícil mantenerse.

Ese país es el que gobernarán Orsi o Delgado a partir del 1º de marzo de 2025. El que también muestra cómo unos pocos pueden enriquecerse: 15.800 uruguayos tienen al menos un millón de dólares en sus cuentas bancarias. Pero esta nación es la misma que amplió derechos de ciudadanía antes que sus vecinos. Fue pionera en separar la iglesia del Estado, la primera de América Latina en establecer el divorcio y el voto femenino y, ya mucho más cerca en el tiempo, permitió la comercialización y consumo de marihuana y la incorporación de energías renovables hasta ser vanguardia en la región. 

Su sistema productivo es robusto, adecuado a su pequeña geografía y si algo quedó ratificado en las elecciones es que sus partidos funcionan en armonía. Lacalle Pou presumió en una entrevista que le dio a la CNN durante una visita a Chile, que su fuerza política es la segunda más vieja del mundo detrás del partido Conservador británico. 

Álavaro Delgado. El candidato del Partido Nacional y delfín de Lacalle Pou, emite su voto en la capital del país.

Foto: NA

Lecturas diferentes
Ni en la campaña, ni en los discursos de sus candidatos, ni siquiera en la vida cotidiana de la militancia, hubo graves episodios que lamentar. Apenas la pelea del presidenciable del partido Identidad Ciudadana, Gustavo Salle, con Teledoce, que lo echó de un programa. 

Todo transcurrió como si fuera un retiro monástico al punto de que analistas definieron a los días previos de la elección como aburridos y sin un debate de ideas atractivo. Acaso porque ni Orsi ni Delgado son líderes de sus propios espacios. Mujica, aun con su retirada ya anunciada, sigue vigente. Sus pensamientos buscan la esencia de lo profundo. El expresidente conmovió a la audiencia en el cierre que hizo el Movimiento de Participación Popular, el sector del FA que más votantes aportó del millón con que Yamandú ganó el primer turno. 

Esta elección tuvo, además, dos plebiscitos importantes. En ambos se impuso el rechazo a la modificación del artículo 11° de la Constitución para habilitar los allanamientos nocturnos –una iniciativa impulsada por la derecha oficialista–, y también la propuesta de estatizar el sistema de jubilaciones.

Ahora en el balotaje, el Frente Amplio no tiene demasiado a dónde ir a buscar, aunque podría hacerlo entre la nada desdeñable cantidad de electores que votaron en blanco. Fueron 118.511. Como fuere, la historia demuestra que en las segundas vueltas el FA crece y no tiene techo. Su candidato a presidente, Daniel Martínez, sacó el 39% en 2019. Y perdió por muy poco ante Lacalle Pou en la segunda vuelta. Orsi supera ese piso con holgura: con siete puntos más de ventaja. La Coalición hizo una lectura diferente. Se atribuyó la victoria como producto de la suma de las partes. Por eso sus candidatos se presentaron juntos en el acto posterior a los comicios. Quisieron dar un mensaje de unidad. 

Yamandú, el crédito del Frente Amplio, tiene la sonoridad de esos nombres bien comunes en la Banda Oriental. Como su tocayo el guitarrista y compositor Yamandú Palacios, parece sacado de una letra de Alfredo Zitarrosa, el célebre trovador uruguayo. Dos músicos de los 70, contemporáneos también de Daniel Viglietti y Los Olimareños. Perseguidos por la dictadura que se prolongó entre 1973 y 1985. Exponentes inolvidables de las canciones de protesta. 

Orsi dio un discurso conciliador desde el palco levantado junto al hotel NH. Lo rodeaba la militancia bulliciosa del Frente. «Nos espera un tiempo en que acercarnos es imperioso, donde la unidad de los orientales es imprescindible», comentó. Su rival en el balotaje apeló a la metáfora del vaso medio lleno: «La Coalición es la fuerza más votada del país». Si se suman sus cinco partidos sí, pero entre el Frente Amplio y el Partido Nacional la diferencia fue de más de 18 puntos. 

Para el candidato más votado, el FA fue el que creció. Su militancia tomó la victoria con prudencia y serenidad pero sin desdeñar su capacidad de movilización, que se apoya en unos 500 locales partidarios desparramados por todo el país. En el popular barrio La Teja de Montevideo, donde nació y descansa en el cementerio Tabaré Vázquez, presidente del país en dos períodos separados –en Uruguay no existe la reelección–, una votación nunca pasa por alto ni es indiferente a sus vecinos. 

Es un baluarte del Frente Amplio desde su fundación en 1971. Lo demuestran sus índices altísimos de adhesión. Ahí el FA, una fuerza de izquierda que reúne a socialdemócratas, democratacristianos, comunistas, exguerrilleros del Movimiento Tupamaro y hasta un reducido grupo de trotskistas, suele obtener siete de cada diez votos.

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