Deportes | ARIEL SENOSIAIN

Comentarista de selección

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Ariel Scher

«El periodismo es honrar un lugar», dice el conductor radial y televisivo que cultiva el arte de analizar fútbol sin estridencias. Una mirada a contramano del negocio que envilece.

Foto: Jorge Aloy

–¿Qué es comentar un partido de fútbol?
Ariel Senosiain, 45 cumpleaños, periodista, desmenuzador de escenas de la cancha cuando era un pibito muy pibito, continuador de eso que hacía de pibito sólo que ahora en la señal TyC Sports, analista para la televisión del campeonato del mundo y del bicampeonato de América de la Selección Argentina, autor de libros dedicados a Marcelo Bielsa (Lo suficientemente loco) y a Lionel Messi (El genio completo), oye el eco de la pregunta y abre los ojos como si otra vez Messi gambeteara delante suyo o como si lo que tuviera adelante fuera un sueño. Y eso contesta.
–Un sueño.

–¿Por qué?
–Sí, un sueño. Sobre todo, un partido de la selección argentina, que sea la final del Mundial y que te esté escuchando una multitud con ganas de salir a la calle a abrazarse, y que esté Messi adentro, y que se desarrolle de manera tal para que sepas, al día siguiente, que va a ser imposible vivir algo semejante en tu carrera. Saliendo de eso, comentar un partido es tener que prepararse, es hacer al aire lo que hacemos muchísimos argentinos de manera permanente, es hacer de modo profesional lo que hice tirado en un sillón desde bien chico, es desarrollar una vocación. Y es tratar de lucir interesado: los protagonistas están ahí adentro.

–Hace muchos años, el periodista Dante Panzeri ponía en discusión qué es saber de fútbol. ¿Qué es ese saber?
–Hay distintos saberes. El principal es saber de jugadores, darse cuenta rápido de las características de los jugadores. Saber de fútbol también es saber de equipos: cómo se desarrolla y qué quiere un equipo, qué pretende el técnico. Y es saber de antecedentes aunque no hay que dejarse llevar demasiado por los antecedentes porque, al final, el fútbol va por carriles inesperados y hay que dejar un espacio abierto. Saber de fútbol es saber del pasado, como en cualquier orden de la vida: que hubo un fútbol anterior.

–¿Cómo llevás el vínculo de ese saber con cierta farandulización que, según muchas observaciones, atraviesa al periodismo deportivo?
–Entiendo que hay espacio para todo. Para hablar del juego, para el show, para la polémica con sustancia y, a veces, para la polémica sin demasiado jugo. Cada uno hace lo que puede o lo que sabe. Esto es amplio. Igual, el abecé no cambia: hay que tener responsabilidad, hay que saber de lo que hablamos, hay que chequear, hay que opinar con un lenguaje dirigido al público, pero diferenciándonos también del público. Para mí, el periodismo es honrar el lugar. Somos muchos menos los que trabajamos en el periodismo que los que quisieran trabajar en el periodismo.

–Si algún día sos biasabuelo y podés hablarle a tu descendencia sobre qué fue la selección campeona en Qatar, ¿qué vas a contar?
–Que hubo una selección que enamoró, una selección con la cual se identificó el futbolero, el pueblo. Quizás aprovechando una necesidad de salir a las calles a abrazarnos, en una época en la que nos falta más en otras cosas y ponemos más en el fútbol. Muchos equipos ganan, pocos quedan en el recuerdo. Lo más sagrado que tiene el fútbol es la identificación. Es más difícil esa identificación que un título. ¿Cómo lo logró? Representado por un ser humano que nos excede. Ya sea con lo genial como con lo sencillo. Lo complejo de Messi es su fútbol. Todo lo demás tiene una sencillez que, increíblemente, abruma. Parece una contradicción, pero es así: estar tan arriba y nunca marearse, ser tantas veces el primero y nunca desenfocarse. Dan ganas de tenerlo en la cajita de vidrio y que nunca se desbande. Messi fue la bandera. En la Copa América 2021, la Argentina tenía más ganas de que saliera campeón él que cada argentino. Y en el Mundial, eso se extendió a buena parte del mundo también.

–Esa Copa fue como una llave.
–Y, después, ese envión lo capitalizaron muy bien algunos de sus compañeros. Hoy vemos cómo los pibes se tiñeron el pelo como el Dibu Martínez, hoy en la cancha se escucha un rugido cada vez que anticipa el Cuti Romero, hoy asistimos a cómo Julián Álvarez, Enzo Fernández o Lautaro Martínez representan también algo en la gente, a cómo De Paul se ganó al público joven. Después, sí vamos a recordar que en la final demostró que al fútbol se juega juntándose, que en muchos momentos lo que hizo el equipo fue digno de admiración, que hubo partidos hermosos porque al fútbol se puede jugar de muchas maneras bien pero, si jugás con determinadas características, quedás en el recuerdo. Es una selección voraz en la que todos quieren recuperar la pelota cuando la recuperaron y todos la quieren cuando la tienen. Pero, por sobre todo, por encima de cualquier característica futbolera, está ese intangible de haber sacado a la gente a la calle, de haberse transformado, como fue la carrera de Messi, de póster a bandera y de bandera a tatuaje.

–¿Cómo hacés para sostener esa pasión por el juego en el universo de negocios y de negociados que hoy enmarca al fútbol? 
–Creo tener una coraza para que todo lo que sé que existe alrededor del fútbol no me perjudique al momento de ver un partido. No solo el negocio: las roscas, las miserias, los favoritismos. Ese escenario me pega en lo profesional de la siguiente manera: nunca sería igual de crítico con un técnico que erró un cambio o con un jugador que erró un penal que con un dirigente que es un ventajista. La opinión dura tiene que estar allí. Lo que hay que hacer es ver qué hacen los que toman las decisiones. Al fútbol argentino lo veo muy enviciado en muchos aspectos. A los árbitros, en general, no les creo que sean solo equivocaciones humanas. Y no me consta que haya corrupción, pero sí favoritismos.

–En ese contexto mercantilizado, vos hiciste pública tu preocupación por la expansión de las apuestas.
–Las apuestas deportivas vinieron de afuera y llegaron para quedarse. No es que esté en contra. Jamás pondría un peso en esas empresas, pero que cada uno haga lo que quiera. Entiendo que, en el fútbol-negocio, los clubes tienen ahí un nuevo ingreso muy fuerte. Sí me llama la atención que no se ponga énfasis en las consecuencias negativas. No es que bajo del Granma y digo que el fútbol le diga no al dinero. Pero sí machacás «jugá, jugá», pasa a ser agresivo y nocivo. Hay una generación que no ve los riegos de todo esto. Sé que hay colegios que hacen charlas sobre ludopatía infantil. Cuando me expresé sobre esto, tuve casi más repercusión que en cualquier otro momento de mi carrera. Me escribieron muchos docentes, que me expresaban su preocupación. Yo les servía de oreja. Es necesario un contrapeso. Estás viendo un partido de fútbol y el único momento en el que la pantalla se acorta es cuando te dicen que vas a cobrar una platita de las apuestas. Y, aparte, eso es mentira como tantos mensajes publicitarios. La mejor manera de no perder plata apostando es no apostar. Después, lo más obvio: estamos en presencia de un posible fútbol corrompido. Hay denuncias en categorías de ascenso, versiones de que existen clubes que le venden el alma al diablo: dejan entrar ese sistema ilegal y con lo que obtienen pueden financiar su primera división. A la larga, espero que se normalice. Pero hay que machacar con el mensaje.

Foto: Jorge Aloy

–Mientras tanto, el Gobierno argentino recrudece en su ofensiva para volver sociedades anónimas a los clubes. ¿Cómo te parás frente a eso?
–Lo primero que pienso es que no existe necesidad y urgencia alguna. Si nos lo hubieran planteado desde otro lado, habría sido más fácil generar un debate. Habrá clubes urgidos y necesitados, pero yo veo que Argentinos Juniors hace su tribuna, que –en una ciudad castigada como Rosario– Newell’s y Central hacen sus tribunas, que San Lorenzo planea volver a Avenida La Plata, que Independiente merodea con otra chance, que River hace un estadio impresionante. La construcción en el fútbol quizás está en una proporción más elevada que la obra pública. En consecuencia, pienso que quienes quieren las sociedades anónimas lo que quieren es el negocio para algunos, no otra cosa. El negocio para sus amigos, sus socios, sus amigos, sus conocidos. No sé cuántos son esos amigos. Está claro que es una vieja idea de Mauricio Macri, está claro que a Javier Milei nunca le interesó el deporte, el fútbol, lo único que le interesa es eso. Que a cargo de la cartera del Deporte está Daniel Scioli, que antes tenía una postura y hoy tiene otra distinta. Que cualquier funcionario relacionado con el deporte lo primero que te dice es de las sociedades anónimas. Me parece mucho más importante el deporte social o hasta, incluso, el deporte olímpico, amateur, de alto rendimiento. El fútbol tiene su financiamiento.

–Entonces, viene alguien y te pide que le argumentes por qué estás en contra.
–Primero, porque soy hincha de un club y no me gustaría que perteneciera a alguien. Eso pienso yo y habrá quien piense distinto. Segundo, porque el fútbol en nuestro país es identidad y la identidad está marcada por la presencia de los socios, no manejando el día a día, pero sí eligiendo a quien lo maneje y siendo parte. Tercero, porque es posible que se genere una desventaja. Desde el Gobierno nacional, lo que dicen es que tiene que haber libertad de elección y que cada club debe resolver en su asamblea. ¿Qué pasa? Si el club X consigue 80 millones de dólares –que no sé si van a conseguir porque siempre te hablan de cifras impresionantes, pero vamos a creerle– para armar su plantel de ascenso, va a ser una desventaja tremenda para aquel que tenga solo sus recursos genuinos. Entonces, la libre elección es de patas cortas: en el mediano o en el corto plazo, todos irán a la inversión privada para ganarle al de 80 millones. Dicho todo eso, considero que la AFA no está del todo armada para este debate porque hay gerenciamientos de hecho en el fútbol argentino que explican por qué algunos clubes llegaron a tanto supuestamente con tan poco.

–Y detrás o delante de todo eso, sigue habiendo partidos. ¿Qué sentís ante la inminencia de comentar el próximo, sea uno de tus hijos o sea uno de Messi?
–Siento que es lo que más me gusta hacer dentro del periodismo. Me gusta la radio, me encanta escribir, algunas cosas de la televisión. El momento del comentario es lindo, quizás porque me acostumbré a alguna presión, a alguna responsabilidad distinta porque sabés que es cuando más repercusión tenés. Esa tensión es muy interesante. Y también me genera la expectativa de no saber qué tipo de partido se va a dar. Eso me hace estar con la guardia alta. Y me dice que, llegado el caso, empezaré a ver algo inesperado y tendré que estar a la altura.

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