3 de noviembre de 2024
Luego del previsible desplazamiento de Mondino, Milei reclama a todo el cuerpo diplomático un alineamiento incondicional con la agenda de ultraderecha. Profundización del aislamiento internacional.
Afuera. Mondino deja el Palacio San Martín tras una breve gestión, signada por errores y un mal manejo de la causa Malvinas.
Foto: Getty Images
Que Diana Mondino tenía las horas contadas en el ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto era vox populi desde hace semanas. Es que en estos diez meses en el cargo ya había demostrado que el traje le quedaba demasiado grande. Quedarán para su CV los desaguisados con la posición argentina en el tema Malvinas, y la frase que definía que «todos los chinos son iguales». Aunque es cierto que tuvo que hamacarse para rehacer vínculos tras los improperios de su presidente con los mandatarios de España, Colombia, México, Brasil y, sobre todo, de China. Pero de alguna manera, mientras iba aprendiendo que las relaciones internacionales tienen sus ritos, se iba colmando el fichero en la interna del oficialismo para esta economista cordobesa de tono despectivo y aires de suficiencia. De tal manera que su ignominiosa expulsión tuvo un giro de comedia difícil de explicar, si es que valiera la pena hacerlo.
En definitiva, Mondino se tuvo que ir luego de que el país hubiera votado de acuerdo con la tradición diplomática de la democracia argentina y a los mejores intereses nacionales: en contra del bloqueo a Cuba en la Asamblea de las Naciones Unidas, junto a otros 187 países de la tierra, sin acompañar a los dos aliados a los que Milei espera soldarse de manera incondicional, Estados Unidos e Israel. Para decirlo de una manera más clara, Argentina tenía dos opciones, sumarse a la abrumadora mayoría o aislarse del mundo.
Javier Milei ya había lanzado una amenaza para que quienes en la Cancillería no estuvieran de acuerdo con su agenda ultraderechista se fueran de La Casa. La excusa del voto por Cuba le habilitó ahora una caza de brujas que haría sonrojar al exsenador estadounidense Joseph McCarthy y le dio vía libre al presidente para exagerar un alineamiento geopolítico fuera de tiempo. A favor de Cuba votaron todos los países de la OTAN, por señalar algo, y Ucrania estuvo ausente a la hora de apretar la botonera.
Destrucción masiva
Cuando se hurga sobre estos últimos gestos presidenciales, este hecho debería interpretarse como una maniobra orquestada para poner en marcha una nueva etapa de la destrucción del Estado de la que se ufana Milei, orgulloso de ser «un topo que se infiltró en las filas enemigas».
Y verdaderamente esa sensación de que todo lo argentino le resulta ajeno se manifiesta en cada paso que fue dando desde la Casa Rosada. En esto, habrá que decir, Mondino acompañó puntillosamente. Como en la «agenda Malvinas», un tema que se hunde dramáticamente en la historia argentina y que condicionó de modo definitivo el fin de la dictadura cívico-militar. Esto incluye la denominación de «Falklands/Malvinas» al archipiélago en un documento oficial, un dislate respondido con una calculada furia tanto de la ahora excanciller como del ministro de Defensa, Luis Petri, quienes culparon genéricamente a «un izquierdista» dentro de la burocracia estatal contra el que juraron los peores castigos, pero que a ocho días del hecho no fue hallado.
Los gestos rayanos con la sumisión ante la jefa del Comando Sur de Estados Unidos, Laura Richardson, la renuncia a integrar el grupo Brics, la promesa de llevar a Jerusalén la embajada argentina en Israel, el discurso del primer mandatario en la apertura de la Asamblea General de la ONU, fueron otros mensajes de cuál es la «agenda presidencial».
Lo que la gestión de La Libertad Avanza pretende es, desde ese espacio reducido dentro del espectro político nacional, diseñar políticas que consoliden un posicionamiento internacional del que cueste alejarse, aun con otro Gobierno. El primer paso fue «marcarle la cancha» a Mondino con una abogada especializada en temas de Familia, Úrsula Basset; un secretario de Culto y Civilización, Nahuel Sotelo; y el embajador en Estados Unidos, Gerardo Wherthein, una de las fortunas más grandes del país y ahora su reemplazante en el puesto.
Otros tiempos. El nuevo canciller, Gerardo Wherthein, con Milei y Mondino en diciembre del año pasado.
Foto: NA
Ideologías adecuadas
Lo que ocurrió con ese pase de comedia fue ampliamente desmenuzado en los medios de comunicación amigos y no tanto del Gobierno. Desde la hipótesis de una presunta «cama» a Modino para sacarla del medio, hasta alguna rebelión tras bambalinas luego de las primeras amenazas de «limpieza ideológica» en esa dependencia. El que apretó la botonera, el representante argentino, Ricardo Lagorio, ya había sido reemplazado pero conservaba su titularidad hasta este 1º de noviembre. La ONU tiene sus reglas que no puede cambiar el capricho de un país de segundo orden como el que encabeza ahora Milei.
Mientras tanto, el Gobierno dobló la apuesta y anunció una auditoría para revisar la ideología de cada miembro de la diplomacia vernácula, una suerte de Tribunal del Santo Oficio que preocupa al interior de ese organismo pero debería interpelar mucho más a la dirigencia política, que pareció anestesiada ante estos anuncios.
Mucho más alarmante es que todas estas operaciones se hacen a la vista del público y hasta reciben el apoyo de comunicadores sociales, sin fisuras. El caso de Luis Majul se entiende, porque es accionista de El Observador, propiedad de Werthein y Gabriel Hochbaum; el de otros no.
Daniel Parisini, conocido como tuitero con el apelativo Gordo Dan, señalado como el jefe de una banda de trols que apoyan al Gobierno, dice más claramente que nadie de qué viene la cosa. En este caso, desde su canal de streaming Carajo, este gran inquisidor paleolibertario dijo sobre el affaire Mondino. «Hay gente que no se ha terminado de barrer», para agregar «hay que poner a los propios». Entre los propios están amigos, parientes, que «vos sabes que están con la ideología adecuada».
Mondino, a todo esto, agachó la cabeza, envió un extenso mensaje en su cuenta de X y se ofreció para lo que haga falta.
El Gobierno, mientras tanto, continuó con su programa de desguace nacional. Y como en la era Menem, Aerolíneas Argentinas es un símbolo. Ahora, muchos de los mismos que aceptaron sacar la privatización de AA de la Ley Bases, aprobaron «convencidos» un dictamen para ponerla en venta parcial o total. Desde el 1º de noviembre, por lo pronto, se le facilitó a las low cost puestos en el Aeroparque hasta ahora exclusivos de la línea de bandera. Eso y la suspensión de la impresión de billetes en la Casa de la Moneda son otras señales de la agenda de desguace en vigencia.