9 de enero de 2018
(Pablo Blasberg)
No me pregunten cómo, pero comenzamos el 2018.
Lo cierto es que llegamos y como vienen las cosas, se avecinan algunos cambios. La reforma previsional, eufemismo que quiere decir que los jubilados van a tener que seguir laburando si quieren seguir morfando, la reforma laboral, eufemismo que quiere decir que las fábricas se van a convertir en canchitas de fútbol 5 y la reforma tributaria, eufemismo que quiere decir que los que más tienen menos van a tener que pagar, cambiarán el aspecto del país.
Según afirman los del Fondo Internacional, el Banco Mundial y los fondos de inversión del Celeste Imperio del Bambú, lo que se espera de Argentina es que se dedique al poroto de soja, a las vacas, a agujerear montañas y glaciares, a pagar religiosamente los intereses de la deuda y a exportar jugadores de fútbol. Lo que ya con visión de futuro, la oligarquía del siglo XIX había sentenciado: «Seremos un país exportador de materias primas y no tendremos ningún problema».
Sin embargo, tenemos un problema. Actualmente, ya somos 45 millones de habitantes, incluyendo a los mapuches y a otros parecidos. Y como la tecnología progresa, de modo que cada vez se usan más máquinas para hacer más cosas, resulta que sobra gente. Así, tal cual.
Para exportar lo que se espera que exportemos, y tener una balanza que sea una pinturita, con 15 millones que laburen directa e indirectamente, alcanza y sobra. Que le sumemos 5 millones más en los bancos, algún shopping y servicios en general, gendarmería, algún periodista, chau joya. Con 20 millones de tipos que laburen y no jodan, nos recabe.
Pregunta: ¿Qué hacemos con los 25 millones de personas que sobran en el país y que, lamentablemente, tienen que comer y vivir en algún lado?
Con el tema de los pueblos originarios la Bullrich nos puede dar una mano. Igual que algunos gobernadores que la tienen reclara en cuanto a dónde y cómo ubicar gente. Lo hacen desde hace doscientos años. También podemos repatriar vecinos, a algunos, incluso, les haríamos un favor. Pero no alcanza. Somos demasiados y para colmo no nos gusta hablar de control de natalidad, preservativos y esas chanchadas.
Pensar en exportar los excedentes tampoco va. Hoy no hace falta gente en ninguna parte del mundo. Salvo que algunos países se pongan de acuerdo y organicen alguna guerra en algún lugar del planeta y mandemos gente allí para defender la democracia, la libertad y esas cosas. Pero no es fácil.
Estos son los cambios a los que nos enfrenta el futuro. Será un año difícil, pero debemos encararlo, como siempre, juntos y con una sonrisa.