Mundo | RUMBO A LAS PRESIDENCIALES DE 2025

Ecuador repite la historia

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Ricardo Gotta

El presidente Noboa y la opositora Luisa González reeditarán el duelo de 2023, en un país asediado por la crisis de seguridad y otros problemas sociales. La antinomia correísmo-anticorreísmo, clave.

Quito. Custodiado por fuerzas de seguridad, Noboa recorre la zona de Santa Elena, en septiembre.

Foto: Getty Images

«Como volver al siglo XVIII», exageraba, pero no tanto, una crónica de una agencia de noticias. Refería a los cortes de energía (de 12 a 14 horas diarias) producto de la grave crisis energética que vive Ecuador este año. Una extraordinaria sequía, sumado a la falta de mantenimiento, afecta a hidroeléctricas, como la de Mazar, que suministra el 72% que consume el país. «El resultado de una mala gestión que se arrastra por décadas». Influye en el estado de ánimo general. Y, claro, la crisis de seguridad asociada directamente con el avance del crimen organizado, en especial en la región del Pacífico, y también en Quito, la capital ecuatoriana.

En medio de los conflictos, se desarrolla la campaña electoral de cara a las presidenciales del 9 de febrero. Y Daniel Noboa, un empresario de 36 años que completó el mandato de Guillermo Lasso –quien llamó a elecciones para evitar el juicio político– buscará la reelección. Del otro lado, el correísmo, la primera fuerza en el país, pero que viene de perder dos elecciones en segunda vuelta… ¿Podrá cortar la racha en 2025? La derecha viene de un rotundo fracaso en el gobierno, su salida anticipada en 2023 y la sorpresiva continuidad en el joven empresario Noboa, aunque solo fuera para cerrar un mandato. ¿Saldrá eyectado ahora, acusado de ineficaz e irresoluto? Las incógnitas difícilmente se resuelvan el domingo 9 en la primera vuelta (el balotaje sería el 13 de abril) de unas elecciones que ofrecen similar panorama en cuestiones políticas, sociales y económicas a las que se realizaron en 2024, luego de que Lasso llamara a elecciones. Sufragios que presentan otra vez la dicotomía: correísmo o anticorreísmo.

Vale un recordatorio: el banquero Lasso Mendoza ahora es feliz dictando clases en una universidad de Florida. Hasta el 23 de noviembre del 2023 no la pasó bien en el Palacio de Carondelet, frente a la Plaza Grande de Quito. Antes de asumir, en 2021, se había declarado enemigo del «socialismo siglo XXI» en el que se inscribe al correísmo. Pero empapado de corrupción, manchado por el narcotráfico, impotente ante la violenta inseguridad (social y política), tironeado por el entramado económico, llegó a punto de ser sometido a un juicio político y echó mano a la «muerte cruzada», un recurso que le permite disolver el Parlamento y convocar a elecciones. Lasso llamó a unos comicios envueltos en un «estado de excepción» que firmó tras el asesinato de Fernando Villavicencio, uno de los candidatos, a la salida de un canal de TV, once días antes de las elecciones (fueron el 15 de octubre de 2023). Aquel fue un hito en decenas de episodios sangrientos. El Gobierno admitía no controlar el normal desarrollo electoral en vastas regiones.


Por izquierda
Como hace un año atrás, la decisión de los ecuatorianos será entre dos modelos presuntamente opuestos. El Movimiento Revolución Ciudadana (RC), encabezado por la abogada Luisa González, 47 años, exfuncionaria correísta, designada por Rafael Correa por sobre el fuerte candidato que era Andrés Arauz Galarza, quien lideró la lista en 2021 y completó la fórmula en 2023. Ahora ella será acompañada por otro exministro correísta, Diego Borja.

Al menos en las encuestas, les cuesta poder traccionar la buena imagen y prestigiosa gestión de tres correligionarios en sitios clave: los alcaldes Pabel Muñoz (Quito) y Aquiles Álvarez (Guayaquil) y la prefecta Paola Pabón (Pichincha). Se los mencionó como posibles candidatos para el lugar de González, al final sostenida pese a la derrota de hace poco más de un año.

El periodista ecuatoriano Christian Racines, en diálogo con Acción, señala: «Luisa González debe ser quien administre su campaña y pueda mostrarse de modo auténtico. Conectar a la gente con su propuesta». Se refiere a lo que revelan las principales consultoras: la RC tiene un techo muy difícil de quebrar. «Es complejo. Hay una audiencia que con tal de no votarlo, da vueltas por la derecha», y compara el fenómeno con el kirchnerismo. Las cifras más serias posicionan a González en torno al 33,6% que sacó en la primera vuelta del 2023, aunque pudo subir a un insuficiente 48,17% en balotaje, cuando el anticorreísmo se alió para llegar al 51,83% y ungir a Noboa.


Por derecha
En 2023 hubo ocho fórmulas: en 2025 habrá 16. Entonces Jan Tomislav Topić (Social Cristiano) era considerado favorito, pero llegó cuarto (16%). Funcionario de Lasso, 41 años, empresario ligado a la seguridad. Había vuelto a crecer con el latiguillo: «No soy de izquierda, ni de centro, ni de derecha». Amenazaba ser una cuña en el electorado de Noboa: sin pudor, el Gobierno accionó para inhabilitarlo por «conflicto de intereses». Sus empresas (Telconet, Tránsito Seguro y Megadatos) tienen contratos con el Estado. Noboa fue muy criticado por ello, pero más pesan los eventuales votos anticorreístas de quienes iban a votar a Topic y que lo harán por el oficialismo.

«Ecuador vive en un dilema del que no puede salir: votar por el correísmo o votar en contra. No parece haber cambiado nada desde 2023. Es muy incierta la segunda vuelta, con pronóstico cerrado. Hay mucha gente que no está con ninguno de los dos y observa donde está el tercero, pero no lo encuentra y acaba por la alternativa Noboa, que considera menos mala», relata a Acción Santiago Basabe, profesor de Ciencia Política en FLACSO-Ecuador.

Retadora. Luisa González, la referente de la Revolución Ciudadana, irá por su revancha.

Foto: Getty Images

Noboa se enfrenta a un panorama por demás complejo. Basta un repaso. Apagones; eliminación de subsidios al combustible; aumento del 3% al IVA; incursión en la embajada de México en Quito (algo que generó repudio en toda la región por tratarse de una violación a la soberanía de una país); manifiesta insolvencia ante la inseguridad y el narcotráfico; impotencia estatal ante el caos carcelario, más el incumplimiento del Plan Fénix (incluida la no construcción de megacárceles estilo Bukele, por caso), el modo que echó a su vice Verónica Abad (primero la mandó a Israel, luego a Turquía, al final la destituyó) con un decreto de dudosa legalidad, igual que la designación de Sariha Moya en su lugar. A Noboa no le hizo falta dolarizar ni desregular la actividad financiera para facilitar el lavado y otros negocios narco. No mejoró la economía que heredó de Lasso. Tras 13 meses de Gobierno aduce que no tuvo tiempo, aunque el modelo de país en el que cree es el mismo.

Son cuestiones que le achacan al presidente, quien, de todos modos, mantiene una intención de votos de un cuarto de la población (en 2023 sacó 23,47% en primera vuelta). Empresario y político, nacido en Miami, llegó a la presidencia de Ecuador en su primer intento, no como su padre, Álvaro –el poder real en persona, el más rico del país, un empresario bananero y de medios–, que fracasó en cinco ocasiones. Daniel reitera en público y está convencido de que es el único que puede derrotar al correísmo.

Recientemente, en la red social X, el presidente postergó el fin de los cortes energéticos (hasta que llegue la energía adquirida a Colombia) y destacó logros económicos como haber duplicado las reservas. Desde Bélgica, Correa lo refutó por la misma ruta. La discusión escaló. Se adjudicaron mutuamente casos de corrupción y el expresidente coronó el debate con un «las tonterías que sostiene para mostrar el “éxito” de su Gobierno no las dice ni un niño de cinco años».

En ese panorama, muy similar al de hace un año y, en rigor, al de las últimas dos elecciones presidenciales, Ecuador va a las urnas ni bien arranque 2025. En juego estará, ni más menos, la continuidad neoliberal.

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