Opinión

Pablo Caruso

Periodista

La danza de la milanesa

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Viejos tiempos. Cuando asumió Milei, el expresidente confiaba en tener un rol importante en el nuevo Gobierno.

Foto: NA

Por estas horas, un dirigente político relevante de la política nacional le está planteando a su entorno y a quien lo quiera escuchar un ejercicio contrafáctico pero interesante: ¿Qué balance del primer año del gobierno de Javier Milei estaríamos haciendo si el PRO no hubiera sido un socio tan generoso al momento de sostener los proyectos oficialistas clave en el Congreso? Es decir, qué hubiera sido de Milei sin la gobernabilidad ofrendada por los aliados. El dirigente es el propio expresidente Mauricio Macri, y quienes lo escuchan comentan que si bien esa convocatoria a imaginar realidades alternativas no es nueva, esta vez se plantea en un punto muy estresado de la relación.

Que incluso califican como de «no retorno».

La aventura política de los hermanos Milei logró conformarse como un factor de poder en muy poco tiempo, alterando formas y tonos del debate público, pero más importante aún, de los modos de acumulación política. Conformarse, decimos, porque consolidarse es otra cosa, y todavía queda mucho camino por recorrer. En el «recalculando» de cada espacio político no libertario, al macrismo le toca un desafío no menor: la supervivencia. Se enfrenta a la convicción del Triángulo de Hierro (Javier y Karina Milei, más Santiago Caputo) de que del centro a la derecha y más allá del espectro, el terreno y lo que lo habita debe ser violeta. «Que no nos crezca ningún enano», se escuchó decir a colaboradores de la familia ampliada al final de la semana pasada, cuando la expulsión del senador Edgardo Kueider derivó en otro capítulo del enfrentamiento con la vicepresidenta Victoria Villarruel. Es solo una cuestión de regla de tres simple imaginar cuánto de eso le toca al propio Macri.

Tensiones
En la última semana, varios episodios fueron dándole cuerpo a la tensión con que cierra el año el vínculo entre la Libertad Avanza y el PRO. Y casi todos en el tablero de la Ciudad de Buenos Aires. El primero, y mucho más que botón de muestra, fue la abstención de LLA en la Legislatura porteña a la hora de votar el presupuesto 2025. El primo Macri tuvo que recurrir a sectores libertarios desplazados por Karina Milei para poder tener los votos suficientes. Está claro: no importa el modelo de ciudad, sino el movimiento mismo de retacear manos alzadas. En los alrededores de ese gesto, Mauricio también daba muestras públicas de la confrontación abierta en un acto del Consejo Nacional del partido: «Desafío a que alguien me diga que en la historia política argentina hubo un partido de la oposición que hizo tanto por el oficialismo como lo ha hecho PRO este año. Lo hicimos aún sorprendidos por el destrato permanente del Gobierno». Esa intervención vino acompañada con el aviso de que el PRO llevaría sus propias candidaturas el próximo año en las elecciones porteñas.

Pero en las últimas horas, tres hechos muestran a las claras el punto de tensión. El pase de Diego Kravetz desde el área de seguridad porteña hacia la SIDE, y más allá del interesante recorrido de espinel del personaje, es una señal inequívoca (y no nueva) de que los Milei y Caputo envían a los cuadros del PRO que observan la escena: si quieren estar con el cambio, en LLA tendrán cobijo. Roma no paga traidores… a Roma. Pero agasaja y protege a quienes rompan filas en otros pueblos.

El territorio
En paralelo, un acto de Karina Milei en Floresta demostró que también hay tensiones internas en LLA que se juegan en las presencias y ausencias sobre el escenario. El acto mismo es el mensaje: presencia en territorio macrista sin pedir permiso (otra vez), y el amague con ser candidata «si mi hermano lo necesita». La determinada vocación de los libertarios para el próximo año es traducir en bancas la base de apoyo electoral que creen haberle ganado al PRO. Fagocitado. Y asestar ese zarpazo en la misma cuna política de Macri: la por ahora amarilla Ciudad de Buenos Aires.

Pisan la ciudad. Acto libertario, encabezado por Karina Milei, en un teatro de Floresta.

Foto: NA

Frente a eso, y como último movimiento importante de estas horas, Jorge Macri deja transcender que tiene todas las intenciones de desdoblar la elección porteña y de esa manera desenganchar la competencia de legisladores de la pelea nacional. Lo más que pueda. A los Macri los contiene la esperanza de algún acuerdo que les permita retener su primacía en CABA y ceder lugares en la provincia de Buenos Aires para no dividir la oferta antikirchnerista y ofrecerle al peronismo un triunfo en bandeja.

Así las cosas, el vínculo entre Javier Milei y Mauricio Macri está en un momento crítico. En política, hablar de puntos de no retorno suele dejar en ridículo, a quien lo sostiene, muy poco tiempo después. Hay componentes de personalidad y modos de convivencia con el poder que vuelven aún más compleja la reconstrucción de esos vínculos, pero a la derecha argentina, tradicional o recién llegada, hay algo que la mantiene unida desde la ya muy lejana segunda mitad del siglo XX: su vocación antiperonista.

Su anhelo sistemático de clavar tapas de ataúdes sobre líderes populares puede devolverles la gracia y retornarlos al siempre eficaz menú de las milanesas compartidas en la Quinta de Olivos.

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