25 de enero de 2025
Los incendios forestales dejaron decenas de muertos y arrasaron con viviendas y tierras. Los cruces entre Trump y el gobernador californiano. El impacto del cambio climático en la mirada de expertos.
Arde la ciudad. Una casa envuelta en llamas en la comunidad de Pacific Palisades, de las zonas más afectadas.
Foto: NA
Como siempre, una imagen dice más que mil palabras: una estatuilla de los Oscar descansa en el suelo, rodeada de madera carbonizada. La pieza de bronce, deformada por el calor de las llamas, perdió su tradicional y reluciente dorado. Ahora se ve opaca, oscura, grisácea. Ya no hay smokings ni alfombras rojas a su alrededor, sino escombros y cenizas: un símbolo de fama y poder reducido a la nada misma, tal como ocurrió con mansiones, casas de familias y comercios. Los incendios forestales en el sur de California arrasaron con todo a su paso, especialmente en Los Ángeles, la emblemática ciudad que cobija a la industria cinematográfica y al jet set hollywoodense.
El fuego comenzó el pasado 7 de enero, sin certezas aún sobre las causas exactas de su origen. Desde entonces, y al cierre de esta nota, se contaban 27 muertos, 175.000 personas evacuadas, 16.000 hectáreas quemadas y más de 12.000 hogares y negocios destruidos en Los Ángeles y alrededores. Los daños producidos oscilan los 25.000 millones de dólares, según las estimaciones más precavidas, y la reconstrucción de las zonas afectadas –para la cual Netflix, Disney y otras plataformas del rubro ya anunciaron un importante caudal de dinero– demandará años. Hoy, en distintos puntos del llamado «Estado dorado», no hay electricidad ni gas, el aire está contaminado y existe un serio riesgo de desprendimiento de tierras y rocas en zonas montañosas: un drama digno de película de catástrofe.
Las llamas afectaron principalmente a Pacific Palisades, la lujosa comunidad costera que alberga a ricos y famosos entre el océano Pacífico y los montes de Malibú. El fuego destruyó las mansiones de celebridades, como Paris Hilton, Ben Affleck, Mandy Moore, Milo Ventimiglia y Anthony Hopkins, entre otras caras conocidas. Sin embargo, también fue voraz en zonas más humildes, como Altadena, en donde viven familias trabajadoras cuyas casas de madera quedaron reducidas a cenizas. Una vez más, y como en cada tragedia de este tipo, las desigualdades quedaron al desnudo: mientras los vecinos de barrios de clase media luchaban con lo que tenían para frenar las llamas, multimillonarios de Santa Mónica y Malibú pagaban entre 2.000 y 15.000 dólares diarios para que empresas privadas de bomberos custodiaran sus majestuosas residencias.
Un contrincante perfecto
La catástrofe sirvió también como combustible para la habitual pirotecnia discursiva del recién asumido presidente estadounidense Donald Trump. Unos días antes de volver al Salón Oval, el magnate responsabilizó a los «políticos incompetentes» por los incendios y atacó directamente al gobernador de California, Gavin Newsom, a quien llamó «Newscum», combinando el apellido del dirigente demócrata con la palabra «escoria» en inglés. «Todo es culpa suya», lanzó. Newsom, más medido, prefirió bajar el tono a la disputa: «Quiero que venga –le respondió a Trump– y entienda la magnitud y lo que le pasa a la gente. No estoy interesado en politizar lo que sucede. No me gusta la inhumanidad de eso».
El enfrentamiento entre ambos no es nuevo. Para la mirada ultrarreaccionaria de Trump, California es un bastión intelectual y progresista, casi un enclave comunista dominado por la comunidad artística de Hollywood que se opone a las repetidas hostilidades del republicano contra la cultura. Por otro lado, Trump ve en Newsom a un dirigente político óptimo para la confrontación. El gobernador californiano es un demócrata de perfil alto que defiende todo eso que el actual presidente odia: las políticas vinculadas a la protección de los inmigrantes, el aborto legal y los derechos LGBTQ+. Se trata, para el nuevo inquilino de la Casa Blanca, de un contrincante perfecto, hecho a medida para rivalizar y para sacar rédito mediático y político de una brutal tragedia, ya desde el inicio de su segundo mandato.
Tierra arrasada. Vista aérea en la que se observan viviendas quemadas por el avance de las llamas, el 15 de enero de 2025.
Foto: Getty Images
Consecuencias que alarman
Trump y Newsom también difieren sobre un tema ampliamente debatido por estos días: el cambio climático y sus efectos sobre el medioambiente. A pesar del conocido negacionismo del magnate sobre la cuestión, especialistas advirtieron que esta nueva catástrofe –que se suma a la ya ocurrida en 2018, de menor magnitud– está directamente relacionada con los cambios registrados en el clima de la región. Así lo indica un estudio realizado por investigadores del proyecto ClimaMeter –apoyado por la Unión Europea–, quienes señalan que la expansión del fuego puede atribuirse a las muy poco frecuentes condiciones meteorológicas observadas: respecto de décadas anteriores, las temperaturas actuales de Los Ángeles aumentaron 5 grados, y el clima es un 15% más seco y 20% más ventoso. Más calor, poquísima lluvia, vegetación seca y fuertes ráfagas de vientos: el combo ideal para que un incendio crezca a gran velocidad.
Las investigaciones que alarman sobre los peligrosos efectos del cambio climático llegaron la semana pasada a la Asamblea General de la ONU. Allí, el secretario general de la organización, el portugués António Guterres, pronunció un filoso discurso en el que, al tratar la dramática situación que atraviesa California, apuntó contra las empresas más contaminantes del planeta: «Solo miren las montañas de Los Ángeles. Ha pasado de ser el hogar de películas de catástrofes a un escenario de catástrofes. ¿Quién paga el precio de la catástrofe climática que azota al mundo? No lo paga la industria de los combustibles fósiles, que obtiene ganancias y subsidios impositivos mientras sus productos causan estragos. Personas de todo el mundo sufren por ello».