18 de abril de 2025
A toda hora, en los canales de aire o de cable se multiplican los programas centrados en una mesa de columnistas que debaten sobre la actualidad política o mediática.

Voces elevadas. Conducido por Duggan, Duro de domar pasa revista a la agenda diaria.
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Una cincuentena de programas de un mismo tipo y factor se expande en la TV abierta y el cable, como secuela de un fenómeno en alza que quizás explotó tras el polifónico y gritado Intratables (2013-2022, América TV), y se expandió, luego, imparable. Aunque los ciclos de espectáculos y los canales de noticias ya nos habían acostumbrado a un staff de columnistas con atribuciones para increpar y discutir en vivo, todo aquel ruido de Intratables tuvo el poder de multiplicar en un boom lo que la investigadora en Comunicación Yamila Heram denominó el «megagénero televisivo», que hizo su marca de la polémica y el debate en torno a la actualidad política y mediática.
Antes, claro, hubo pioneros que auguraron lo que luego estalló. «El periodismo de cabotaje es tan barato que conviene, y por eso se expande», explicaba Liliana Parodi en los 2000. La entonces productora general de Intrusos ya describía un panelismo en ciernes que elegía «lo doméstico, sin satélites ni viajes, accesible para el momento». Cuatro columnistas se disputaban en aquellos inicios, que cobraban estatuto autoparódico en experiencias hoy de culto como Zap o Indomables, el comentario ácido o el chisme de último minuto.
Y el presentador servía de engranaje para el paso de un tema a otro, ya en Intrusos con Jorge Rial o en el Indomables de Mauro Viale. La rutina del día a día: una ronda de primicias o noticias frescas, un informe editado, un contrapunto de todos contra el político devaluado de turno y, para coronar, el pesimismo exacerbado del constante «no hay salida».
Vida coral
Tal fue la ebullición que se lo equipara al raid diversificador del reality show: hoy no hay estreno que no se conciba como un conductor y un panel, desde los flamantes Mujeres argentinas de Belén Ludueña (en el 13) a Los profesionales de Flor de la V (en el 9). Los clásicos no se quedan atrás en la constancia sobre un único formato espacio-temporal: el panel y el vivo. Estrados y sillones, living o protosede judicial, las subvariantes del panelismo también atañen al tono: de resumen metatelevisivo paródico (Editando tele, Duro de domar) al bizarrismo circense con el sello camp de Beto Casella en Bendita TV.

Colorinche. Bendita TV hace gala de su bizarrismo circense, bajo la batuta de Casella.
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Si no hay panelismo sin colisión de opiniones, gritos airados, pelea por la palabra y un buen administrador de volúmenes, de allí en más proliferan las adecuaciones a carismas y canales particulares. Están los livings cálidos de Telefe: de A la Barbarrosa a Cortá por Lozano, con los panelistas relajados en un ámbito protohogareño peleándose para ayudar al público a despertar, fogoneándose en pos del dios rating. Y están los clásicos indiscutibles, que existen desde que el género como tal no tenía nombre, del renovado Intrusos de Rodrigo Lussich y Adrián Pallares al Duro de domar de Pablo Duggan, en el que reportan figuras tan variadas como Guillermo Moreno o Marcela Feudale.
De canales íntegros hechos de panelismo, que se intercambian nombres propios como prueba de una creatividad por el piso (La Nación+, A24) a entregas bizarras con mujeres barbadas y exparticipantes de GH (Net, Mix TV): hay un continente entero dentro del rubro, que concibe el ascenso social a conductor/a solo en casos de probada capacidad para escandalizar, y autorreferirse sin que haga ruido, como recientemente demostró Yanina Latorre en Sálvese quien pueda.
El resto busca hacerse fuerte en un único signo, que la TV les reconoce como posibilidad del ser, y que va de la frontalidad aguerrida de Fernanda Iglesias al sesgo meditabundo de Franco Torchia; y del despiste susanesco y querible de «la Taboada» a la sensibilidad y el misticismo de «la Tauro». Son personajes arquetípicos antes que personas, una garantía de confianza y continuidad: el puente, el lazo que la tele tiende hacia el otro lado.