Un informe difundido por el diario The Times puso en agenda los abusos perpetrados por miembros de fuerzas de paz contra poblaciones en situación de vulnerabilidad. Oxfam y la ONU, casos testigo de un flagelo cuya cifra de víctimas aumenta cada año.
3 de abril de 2018

Sudán del Sur. Mujeres cargan bolsas con alimentos distribuidas por Oxfam destinadas a civiles que huyen de la guerra. (Gonzalez Farran/AFP/Dachary)
Su objetivo es brindar ayuda y protección a quienes más lo necesitan. A aquellos que, por la guerra o los avatares de la naturaleza, se quedaron sin nada. Pero, en lugar de cumplir con su misión, aprovechan el escenario de vulnerabilidad para lucrar con la desesperación y cometer todo tipo de abusos. Los casos de explotación sexual y violencia perpetrados por miembros de grandes organizaciones humanitarias dejaron al desnudo uno de los costados más escalofriantes de la miseria humana. Un flagelo que crece año a año y en el que, por lo general, reina la impunidad.
El tema copó las pantallas de los noticieros después de que el diario inglés The Times revelara que más de 120 integrantes de distintas ONG estuvieron envueltos en casos de abuso durante 2017. Oxfam, una de las principales organizaciones humanitarias a nivel internacional, fue la punta del iceberg.
El escándalo se remonta a 2010, cuando varios miembros de la ONG británica aprovecharon el trágico momento posterior al terremoto que devastó Haití para abusar de jóvenes mujeres. El informe, ventilado ahora por la prensa, cuenta que los hombres usaban una residencia –bautizada por ellos mismos como «la casa de las putas»– para organizar «orgías dignas de Calígula» y cometer los abusos. Tras el sismo, familias enteras de haitianos se quedaron sin casa, agua potable ni posibilidades de alimentarse. Muchas niñas debieron prostituirse para conseguir, al menos, un plato de comida al día.
Entre los implicados en el escándalo estuvo el jefe de la misión de Oxfam en Haití, el belga Roland van Hauwermeiren, quien debió renunciar al cargo. Al poco tiempo, sin embargo, consiguió empleo en otra organización humanitaria, Acción contra el Hambre, para la cual trabajó en Bangladesh entre 2012 y 2014. Aparentemente, nadie había dado aviso a los nuevos empleadores sobre el prontuario del polémico «activista». Cuando estalló el escándalo, en febrero de este año, Oxfam se defendió argumentando que había presentado el caso ante las autoridades del Reino Unido, pero desde el gobierno respondieron que nunca recibieron el informe final y que la ONG «no detalló las alegaciones concretas ni indicó que el acoso pudiera haber involucrado a menores».
Molesto por las críticas, Mark Goldring, director ejecutivo de Oxfam, cuestionó a quienes apuntaron contra la organización como si hubiese «asesinado a bebés en sus cunas». Luego pidió disculpas por el fallido comentario y se excusó diciendo que había pasado seis noches sin dormir. Por esos días, Helen Evans, exmiembro de Oxfam, contó a la prensa británica que ella misma había denunciado casos de abusos y que la organización evitó pronunciarse.
Otros infiernos
El escándalo no le salió barato a Oxfam. Varias empresas y unos 7.000 contribuyentes decidieron cortar sus transferencias hacia la ONG apenas salió a la luz lo ocurrido en Haití. El mismo camino siguió el gobierno del Reino Unido, que durante 2017 había aportado 32 millones de libras esterlinas. Además, la organización se quedó sin el apoyo de algunas de sus figuras mediáticas: el cantante español Miguel Bosé y el Nobel de la Paz sudafricano, Desmond Tutu.
El problema de los abusos también es un dolor de cabeza para las autoridades de la ONu. La institución comandada por el portugués António Guterres registró cientos de casos en los últimos años. Según un informe interno, en 2015 hubo un total de 99 episodios, mientras que en 2016 –último año del que se tienen cifras– se registraron 145, lo que indica un aumento del 46% entre un período y otro.
El último escándalo apareció tras una investigación de la BBC. La cadena británica denunció a comienzos de marzo que empleados de organizaciones dependientes de la ONu ofrecieron comida y dinero a mujeres sirias a cambio de sexo. Otra investigación, publicada en abril de 2017 por The Associated Press, reveló que, en los últimos 12 años, hubo un total de 2.000 denuncias por abusos sexuales a manos de los integrantes de las fuerzas de paz de la organización. ¿Los escenarios? Haití, República Centroafricana, Sudán del Sur y otros muchos territorios golpeados por el hambre y la pobreza.
Los casos se repiten y son cada vez más. Como sostiene la especialista Evans, se está gestando una «cultura del abuso» que ensombrece la titánica tarea de activistas que trabajan de manera desinteresada para ayudar a quienes más lo necesitan. Cultura que, por el momento, vuelve aún más terrible la vida de aquellos que, ya de por sí, viven un infierno a diario.