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El fin de los colores

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Francia Fernández

En la moda, el diseño y la vida cotidiana, los tonos vibrantes son reemplazados por gamas neutras. El estudio de un museo británico encendió las alarmas: ¿nuestras vidas se están volviendo grises?

Monocromáticos. En las fábricas y en las calles, donde antes circulaban autos rojos, azules y verdes, hoy priman los tonos grises, plateados o blancos.

Foto: Shutterstock

¿Está el mundo perdiendo el color? Artículos de medios anglosajones consignan que «el blanco, el negro y el gris dominan un 60% de todo lo que vemos». En las tiendas de decoración se comprueba que lo acromático impregna la mayoría de los diseños. Y, en las calles, donde antes circulaban autos rojos, azules y verdes, hoy priman los tonos negros, grises, plateados o blancos.

«Cada aspecto de la vida está siendo despojado del color», plantea un hilo de la publicación The Culturist en X. Uno de sus seguidores se pregunta: «¿Acaso se nos está programando para aceptar una vida gris?». Esto, porque los colores vibrantes poseen un efecto positivo. Restringirlos, por ejemplo, podría ser un modo de promover la conformidad.

Por lo visto, la «bola» de un mundo menos colorido comenzó a crecer tras la divulgación del estudio «Color y forma: uso de la visión por ordenador para explorar la colección del Science Museum Group», de 2020. Entonces, investigadores analizaron los colores de más de 7.000 fotografías de objetos cotidianos, como electrodomésticos, relojes de bolsillo, máquinas de escribir y teléfonos de mesa de la colección del Museo de Ciencias de Londres, desde el 1800 hasta el presente. 

Entre otras piezas, compararon un telégrafo cobrizo de 1877 con un soso smartphone de 2008. «La tendencia más notable es el aumento del gris a lo largo del tiempo: a partir de 1900, aproximadamente», concluyeron. A ello se suma un descenso del marrón y del amarillo. 

El patrón (que incluiría cambios en los materiales, como el abandono de la madera en favor del plástico) se repite en otras áreas, como la moda o el diseño gráfico. Lo anterior porque la homogeneidad brinda «seriedad» a los productos, y los neutros y el minimalismo se relacionan con «el lujo y la sofisticación». 

Otros aspectos
«La concepción del entorno acromático se asocia con lo masculino, mientras que lo coloreado, con lo femenino. Esto conlleva una valoración negativa, donde lo femenino es la nota de color, lo frívolo», señala Mabel Amanda López, académica del área de Comunicación Visual de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA y doctora en Diseño de dicha universidad. 

Según López, «en objetos como computadoras, televisores, celulares y la mayoría de los electrodomésticos, la elección de colores acromáticos se asocia a la neutralidad y asequibilidad. Favorece la estandarización en un mundo globalizado para satisfacer a públicos masivos. Por oposición, se diseñan productos en colores personalizados, en series limitadas, más costosos y exclusivos». 

«Los autos blancos son más baratos. Es una cuestión de costos, de mercado… Es más una moda. Mucho de lo que se ve en determinados espacios o círculos tiene que ver con la cultura y el consumo y los diferentes perfiles», reafirma María Marta Mariconde, arquitecta e integrante del Instituto del Color de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Córdoba, donde abordan el color en relación con la imagen y el paisaje urbanos.

«Si bien la investigación de Gran Bretaña muestra cómo se ha ido variando, en los objetos, hacia los neutros o grises, yo no veo que el mundo esté perdiendo colores», sostiene Mariconde. «El tema del color es una cuestión cultural, que deviene del paisaje, del territorio. De ahí surgen variaciones cromáticas interesantes».

Según una nota de UX Magazine, el estilo moderno de construcciones de vidrio, hormigón y acero, en el espectro de los blancos y grises, se impone frente a «estructuras de ladrillo, piedra y madera que aportaban un matiz único al paisaje urbano».

Para Mariconde, «en la escala arquitectónica urbana, por más que haya tendencias y maneras de trabajar con determinados materiales y usar tonos más neutros y superficies más neutras o pulidas, su percepción también depende de otras cosas, de cómo la luz da sobre ese material, en el objeto, en la pared, en una fachada… Y eso es lo que le aporta riqueza. Los tonos no actúan solos: se recortan, contrastan… La percepción de estos blancos o grises también tiene que ver con la materialidad, con los brillos, las translucencias, y no es necesariamente monótona o negativa», indica.

Otro hallazgo del museo londinense fue el uso de colores muy saturados desde 1960. Mabel López apunta a que, actualmente, prevalecen «en las golosinas, bebidas y otros productos para niños. Son cada vez más saturados y artificiales, con químicos innecesarios». ¿Qué ocurrirá con la hegemonía de los colores acromáticos? «Como toda moda –cierra López–, se agotará».

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