Voces | ENTREVISTA A NATALIA STOPPANI

La escuela y la sociedad

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Alberto López Girondo - Fotos: Rolando Andrade Stracuzzi

Docente, investigadora, dirigente del movimiento solidario y candidata a legisladora porteña desarrolla un análisis crítico de la situación en el país y la ciudad conducidas por proyectos políticos regresivos. Una mirada cooperativista sobre la educación.

Natalia Stoppani es licenciada y profesora en Ciencia Política y magíster en Estudios Sociales Latinoamericanos por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Hace 10 años da clase en el Profesorado Joaquín V. González e integra la Dirección del Centro Cultural de la Cooperación (CCC) Floreal Gorini, donde además es investigadora en el Departamento de Educación. También es candidata a legisladora porteña en la lista Es ahora Buenos Aires, que encabeza Leandro Santoro.

–¿Cuál es tu análisis sobre la problemática educativa en el país? ¿Qué cambió desde el año pasado?
–Lo primero es la degradación de Ministerio a Secretaría. Eso tiene implicancias políticas fuertes porque un Ministerio es el órgano rector principal y cumple una función política de regulación, de ordenamiento, de lineamiento, de orientación. Esa degradación política da cuenta de la prioridad del Gobierno. Además, estamos en el segundo año de gestión con un presupuesto prorrogado, algo degradante para toda la administración pública. Después, el Gobierno salió con una política «estrella», como fue el plan de alfabetización, poniendo el foco en lengua, cuando si uno va a las pruebas estandarizadas, lengua da mal, pero matemática da peor.

–¿Pero se hizo algo?
–Se hicieron convenios con las provincias, porque cualquier programa necesita que cada una acuerde con el Ministerio nacional. Pero es como vender espejitos de colores, porque una política nacional tiene un tiempo para implementarse. Es muy difícil que de un año para el otro cambien los resultados de aprendizaje. Se podría decir, «los indicadores podrían mejorar, aunque sean 4 años de Gobierno, del primero al último», pero tenés que ponerle una guita que no están poniendo.

–Y se necesita un compromiso de todas las fuerzas políticas.
–Eso seguro. Asistimos a un Consejo Federal que se reúne, pero no con la misma discusión política de otros momentos. Hay una tarea muy menospreciada históricamente y que ahora con (Sandra) Pettovello se ve peor, que es la asistencia a los comedores. Otra cosa importante en educación es la narrativa. Y ahí entran personajes como (el diputado Alberto) Benegas Lynch, abriendo la puerta al trabajo infantil. Me parece que el Gobierno no va a avanzar en ninguna línea de desarrollo vinculado al Instituto de Educación Tecnológica (INET), que podría pensar el trabajo y la educación. También necesitamos una nueva ley de financiamiento educativo, porque el 6% del PBI que se logró en el último año del Gobierno de Cristina Fernández ya queda lejos. Pero con este Congreso y con este Gobierno es algo medio difícil.

–¿Ves en la dirigencia política en general algún impulso como para hacerse cargo de esta cuestión o prendió tanto el discurso privatista que ya no interesa?
–Creo que la dirigencia política se debe todavía un acuerdo sobre aspectos básicos, como que la educación tiene que ser central en los programas políticos. Creo que habría consensos en cosas del estilo «no puede ser que en lengua y matemática no vayamos bien, no puede ser que no haya una vinculación con el trabajo real, no puede ser que el Instituto Nacional de Formación Docente no tenga el impulso de cuando se lanzó el Programa Nacional de Formación Permanente».

–Eso apunta también a un proyecto de país y el proyecto del macrismo y de Milei es primarizar la economía, de modo que no le hace falta la educación.
–Como siempre decimos en el Centro Cultural, no hay proyecto educativo sin proyecto político y viceversa, porque incluso en los proyectos políticos más neoliberales o fascistas como el que tenemos, lo hay. Yo nunca dije que el macrismo no tenía un proyecto educativo. Que es privatizador, que es neoliberal, que es primarizante en el campo de la economía, sin lugar a duda, pero ahora hay un proyecto político que tiene que ver con el menosprecio de lo público. Pensá que al cortarse los recursos para las provincias también se corta el financiamiento salarial del FONID (Fondo Nacional de Incentivo Docente). Provincia que puede pagar, provincia que no puede, no paga, y eso es reducción salarial. El kirchnerismo tuvo unas políticas de distribución de recursos fenomenales y políticas que discutían el sentido de la educación, algo a lo que hay que volver. Eso después es un círculo virtuoso. Si vos das la discusión de la batalla cultural en el campo educativo, la distribución de los recursos es bastante más obvia.

–La Ciudad de Buenos Aires supo tener un gran sistema público y, de hecho, muchos residentes de los alrededores mandaban sus hijos a la Capital.
–Es muy difícil hacer un balance positivo en 18 años de gestión. Creo que en el fondo, el Gobierno nacional y el de la Ciudad son lo mismo en términos de proyecto político y educativo. Pero una cosa es la conducción política y otra cosa lo que efectivamente pasa en las instituciones. Digo, así como los maestros en los 90 decían, «soy funcionario público, soy un servidor público, pero no soy Menem», en este caso pasa lo mismo.

–Como siempre, la gente de a pie es la que soluciona los problemas.
–Exacto, las docentes y las directoras, con las pocas herramientas que tienen, se enfrentan con una situación cotidiana que si te guías por lo que pasa a nivel central, no habría cómo abordar. Dicen que educación y trabajo es una relación que quieren desarrollar y sin embargo no hay señales en ese sentido. Tampoco para pensar la educación en el trabajo y el cooperativismo. La ciudad tiene 2.300 cooperativas vigentes, el 13% del total nacional. Con esa cantidad, podría tener una propuesta de aproximación al mundo del trabajo vinculado al sector de la economía social y cooperativa y no la hay.

–Tal vez no la hay porque por definición la cooperativa va en un sentido opuesto a Gobiernos como los actuales.
–Claro, los valores del cooperativismo tienen que ver con la solidaridad, con la igualdad, con el respeto, con la responsabilidad y sin lugar a dudas no son los valores que pregona el neoliberalismo. A nivel nacional, el INAES está desfinanciado. No siempre la gestión de la Ciudad estuvo como ahora en relación al sector: hubo momentos en que había más aproximaciones, pero el último año y medio –como en casi todas las áreas del Gobierno porteño– se ve el abandono. La Ciudad de Buenos Aires tiene una ley de Economía Social hecha en pandemia y está en stand by la posibilidad de que las cooperativas sean contratadas por el Estado, artículo de la ley no reglamentado. No tenemos el presupuesto para la formación que ofrecía a las cooperativas. No tenemos un padrón que permita que las cooperativas sean eximidas del impuesto a los ingresos brutos, que entre paréntesis es una ley que promovió nuestro legislador Edgardo Form en 2014. Es ideológico, pero también lo es respecto a la poca valoración de lo que las cooperativas aportan en términos económicos al sistema en el que vivimos. Un proyecto político cooperativo y el ideario transformador que nosotros y nosotras pregonamos, que es anticapitalista, abona al sistema en términos de producto bruto y ni siquiera eso les interesa. Porque, digo, las cooperativas en el país aportan casi el 10% del PBI.

–No son las únicas carencias…
–La Ciudad no tiene ley de educación propia y tampoco una ley de educación técnico-profesional. También podría tener algún programa de desarrollo de futuros investigadores. Es una pena que no tenga un programa de desarrollo científico. Hemos sufrido el intento de cerrar los 29 profesorados cuando se lanzó la creación de la Universidad de la Ciudad, como si no pudieran coexistir. Ahí mostraron explícitamente que para ellos los docentes pueden ser reemplazables por un coach, por personas que sepan manejar grupos, que sepan controlar emociones. Estanislao Antelo, un pedagogo que falleció hace unos días, se preguntaba qué queda de una sociedad sin docentes. ¿Cómo no pensar en la tarea de enseñar y la tarea de cuidado? Nosotras nos pensamos en esa función ética del docente que la enseñanza es con afecto, con sensibilidad, con cuidado. No nos da lo mismo los pibes que vienen que los que no vienen, no nos da lo mismo la familia. Por eso en secundaria, que es donde más se ve tal vez la problemática adolescente, se ve la falta de equipos interdisciplinarios con recursos económicos y con herramientas para poder resolver situaciones que en la postpandemia se ven mucho más.

–Estaba pensando en la miniserie Adolescencia. Ustedes viven situaciones difíciles cotidianamente.
–Vivimos la violencia de la sociedad en la escuela: familias que no pueden darles de comer a sus pibes y pibes que vienen como pueden a la escuela. Pibes metidos en lógicas vinculadas al consumo de drogas, pibes con violencia intrafamiliar, que son abusados en las casas, pibes cuyas familias están sin laburo. Ya sabemos que la escuela y la sociedad no son dos cosas diferentes, pero hay que volver a decirlo. Porque cuando se dice que los docentes son vagos, que no sirven para nada, hay que recordarnos que el docente es un trabajador y que por ende su vida está impactada por lo mismo que impacta a la familia. Después, pasa en la secundaria que el docente compite con la atención que logra el celular, algo que recrudeció en postpandemia. Es muy desleal la competencia entre el celular y el docente buscando la atención del pibe, metido como está en la lógica de la plataformización. El saber pedagógico se discute con el saber de las redes sociales. Discute, aunque no lo haga explícitamente; en la práctica sucede. Ni hablar de la necesidad de regular las plataformas en general y las de apuestas en línea en particular, y el macrismo se abstuvo de votar una regulación en torno a la ludopatía en el Congreso Nacional.

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