Informe especial | Entrevista a Jorge Sgrazzutti

Argentina y la guerra

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Osvaldo Aguirre

¿Cuál fue el impacto del conflicto en nuestro país? El debate sobre la neutralidad ante los bandos en pugna y las proyecciones en la política local, desde la visión de un destacado historiador rosarino.

Foto: Sebastián Granata

El aniversario de la finalización de la Segunda Guerra Mundial en Europa se recuerda el 8 de mayo en Occidente y el 9 de mayo en Rusia, y el conflicto en el terreno de las interpretaciones también alcanza a la historia argentina. Según destaca Jorge Sgrazzutti, cuestiones como la neutralidad ante los bandos en pugna y las proyecciones del conflicto en la política local no están cerradas a la discusión. «El éxito de EE.UU. también incide en la construcción de una Argentina filonazi, donde el peronismo es visto como simpatizante del fascismo», señala el profesor de Historia Europea en la Universidad Nacional de Rosario y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Zaragoza.

‒La neutralidad argentina quedó teñida por sospechas de simpatía hacia la Alemania nazi. ¿Fue así?
‒Argentina fue neutral tanto en la Primera como en la Segunda Guerra. A partir de los años 30, siendo un país predominantemente agroexportador, se desarrolló un tipo de industrialización desde el Estado y particularmente desde el Ejército, con la creación de instituciones que propendían al desarrollo de la industria armamentística incluso asociando a empresas privadas. De todas maneras, ese proceso se hizo de manera solapada para evitar las protestas de Gran Bretaña. Cuando estalla la guerra, el Ejército está dividido: mayoritariamente es anglófilo, y Argentina envía cereales y carne a los Aliados, aunque los Estados Unidos desconfían porque también hay una corriente nacionalista que ya se había manifestado en los años 30. No todos los que se declaraban neutrales estaban a favor del nazismo. La tensión no fue tan grande como se señala, pero la visión de Estados Unidos sobre un sector del Ejército, el Grupo de Oficiales Unidos (GOU), actuó para generar en la sociedad argentina una construcción de que había grupos fascistas entre los militares.

‒¿Cómo se produce la intervención de la Argentina?
‒Argentina declara la guerra a Alemania en marzo de 1945, dos meses antes de la finalización del conflicto, para no quedar aislada en el contexto internacional y orientarse en el bando aliado. El éxito de Estados Unidos también incide en la construcción de una Argentina filonazi, donde el peronismo es visto como simpatizante del fascismo. Algunos ingenieros y técnicos son incorporados a la industria mecánica y al desarrollo de la aviación en Córdoba. Eso no los hace necesariamente nazis, aunque llegaron figuras como Adolf Eichmann y Erich Priebke. Además, EE.UU. tracciona la mayor parte del aparato científico y técnico alemán después de la guerra.

‒Cuando se produce la liberación de París, en agosto de 1944, hay manifestaciones en Buenos Aires reprimidas por el Gobierno de Edelmiro Farrell. En un texto dedicado al episodio, Jorge Luis Borges describió «el enigmático y notorio entusiasmo de muchos partidarios de Hitler» en Argentina. ¿Existió adhesión popular al nazismo?
‒Algunos historiadores que analizaron los fenómenos étnicos señalaron que una parte de la colectividad italiana y una parte de la colectividad alemana adhirieron a los regímenes nazifascistas y que eso también incidió en que los Gobiernos de Ramón Castillo y del GOU se mantuvieran neutrales. Después de la crisis de 1929, hay una inclinación hacia regímenes más autoritarios, pero Argentina tiene una larga tradición y un Estado liberal que logra imponer en la sociedad civil estos valores. Una parte importante de la población apoyó entonces el bando aliado. Hay que tener en cuenta las relaciones de fuerza en cada momento: hasta 1942, cuando el nazismo se imponía, fue más posible que la población se inclinara a su favor; de 1943 en adelante, con su retroceso en Europa centro oriental y como efecto del ataque a la Unión Soviética, se quiebra esa adhesión y es más notorio el apoyo a los aliados y a lo que se llamaba democrático, la democracia en el sentido liberal.

‒¿La captura de Eichmann, en 1960, influyó en la visión de una Argentina que fue receptiva al ingreso de criminales de guerra?
‒Hasta 1948 se producen migraciones de italianos de adhesión fascista y de ustachas croatas y nazis y hay una intención de captar al personal alemán que tenía conocimientos técnicos. El embajador norteamericano Spruille Braden trabaja en la línea de identificar al peronismo con el fascismo y el peronismo tiene que adaptarse a un plano internacional donde no se ve beneficiado: en algún momento se plantea aplicar en América Latina algún programa similar al Plan Marshall y, de hecho, Brasil, México y Colombia recibieron ayuda económica de EE.UU. mientras la Argentina quedó al margen, precisamente por ser sindicada como un país que había simpatizado con el fascismo. Sin embargo, cuando se nacionalizan los ferrocarriles, el peronismo recurre a figuras que evocan la historia liberal para nombrar las líneas y en todo caso a San Martín y Belgrano como representantes de la independencia de la patria. Pero hay una campaña que se establece desde los EE.UU. y abonan más tarde la sociología de los años 50 e historiadores como José Luis Romero.

Foto: Sebastian Granata

‒¿En términos económicos, la Segunda Guerra y la inmediata posguerra favorecieron a la Argentina?
‒Argentina abastecía de alimentos a los países aliados siguiendo una fuerte vinculación con Gran Bretaña, que venía desde fines del siglo XIX. En la inmediata posguerra, la situación económica de Argentina no es muy diferente a la de otros países y por lo tanto hay una necesidad de evitar que se produzca una desocupación. Es lo que Perón, siendo secretario de Trabajo y Previsión, le planteaba a los empresarios: que invirtieran en el desarrollo de la industria nacional porque no iban a estar exentos de una crisis eventual. Efectivamente, la guerra impacta en el desarrollo de una industria sustitutiva de importaciones, pero finalizado el conflicto se abre una etapa en la que es necesaria la intervención del Estado para evitar una crisis profunda. Ese proceso de industrias sustitutivas había comenzado a desarrollarse en los años 30 y se acelera primero durante los años de la guerra y después con un vínculo entre lo público y lo privado que el peronismo termina de concitar con una política de tipo keynesiano. 

‒Más allá de la efeméride, ¿qué deberíamos recordar a propósito de la finalización de la Segunda Guerra?
‒Las sociedades capitalistas tienen la potencial capacidad de generar violencia a través del conflicto social y también pueden llegar a extremos tan grandes como las guerras y generar cifras de entre 50 y 60 millones de muertos, como sucedió con la Segunda Guerra Mundial. Lo que uno tiene que recordar, entre otras cuestiones, son estas matanzas, el Holocausto como una de las grandes tragedias de la humanidad y que los regímenes totalitarios pueden iniciar procesos de guerra y de masacre. Las sociedades se han encargado de celebrar a los caídos con monumentos y museos, aunque con ciertos olvidos: el 25 de abril se conmemoraron los 80 años de la liberación de Italia, pero la narración de la resistencia al fascismo en el país ha caído con la desintegración del Partido Comunista Italiano. Toda esa monumentalidad que se ha construido y los museos deben crear una memoria. Como sucede en Argentina, en otra escala, pero igualmente relevante para la memoria de una dictadura criminal que tomó parte de sus métodos de los nazis.

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