9 de mayo de 2025
El pontífice Robert Prevost, estadounidense y con nacionalidad peruana, se perfila para continuar el legado del argentino. Su formación religiosa, las primeras señales y la extensa agenda que le espera.

Roma. Presentación del nuevo papa ante sus fieles en la basílica de San Pedro, este 8 de mayo.
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Robert Francis Prevost (69 años), León XIV según el nombre escogido como pontífice, es el nuevo papa de la Iglesia católica. Nació y se formó en Estados Unidos, pero su personalidad religiosa se forjó en Perú desde que se instaló, para diferentes tareas, desde 1985 hasta ser nombrado, en 2015, como obispo de Chiclayo. También tomó la nacionalidad peruana. «Soy peruano. Porque uno no es de donde nace… sino de donde entrega el alma», dice de sí mismo este cura que no perdió su sencillez –afirman quienes lo conocen– a pesar de sus pergaminos académicos que incluyen una tesis doctoral y la facilidad para comunicarse en seis idiomas.
Una monja peruana que compartió con él misiones religiosas lo describe así: «La historia de Robert Prevost es un testimonio silencioso de que no se necesita haber nacido en una tierra para pertenecerle. Él no conquistó un país. Se dejó conquistar por su gente. No vino a imponer, vino a escuchar. Y eso fue lo que lo convirtió en uno de nosotros».
En los pequeños pueblos peruanos en los que realizó su tarea sacerdotal lo conocieron como «el padre Robert». Hasta que en 2014 Francisco lo nombró obispo y en 2022 prefecto (ministro) de la estratégica Congregación para los Obispos en el Vaticano. Allí pasó a formar parte del grupo de los más estrechos colaboradores del papa argentino. Una vez por semana –dos horas cada sábado por la mañana, según el mismo lo admitió– se sentaba con Francisco para definir temas relativos a su función, pero también para dialogar sobre la Iglesia, la sociedad y el mundo. Los dos se conocían desde que Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires, antes de su elección como pontífice.
Más allá de otras consideraciones, el resultado de la elección (por más de dos tercios) en la capilla Sixtina dejó en claro que los ultraconservadores que tanto conspiraron contra Bergoglio no lograron sumar votos a la hora de imponer un candidato que modificara el rumbo que el argentino le imprimió a la Iglesia. Tampoco pudieron bloquear la elección de un «bergogliano» como Prevost. El resultado habla también del peso que la Iglesia latinoamericana tiene en el catolicismo.

En sintonía. Junto a su antecesor, con quien tuvo una relación muy cercana.
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Signos
La pregunta acerca de si el nuevo papa dará continuidad al proceso de reformas y aperturas iniciado por Francisco comenzó a responderse en el mismo momento en que pronunció las primeras palabras desde los balcones frente a la plaza de San Pedro.
El nombre escogido por el papa es una referencia. Lo fue con Bergoglio cuando eligió nombrarse Francisco, por Francisco de Asís, el santo de los pobres que amaba la naturaleza. León XIII (1810-1903), que inspiró al nuevo papa, fue un pontífice católico que escribió la encíclica Rerum Novarum, «Sobre la situación de los obreros», que ha dado base a la doctrina social de la Iglesia con eje en la justicia social.
En su primera alocución ante los fieles reunidos en San Pedro, León XIV dio gracias por el legado de Francisco y retomó, por lo menos en títulos, los grandes hitos de su gestión: la paz, los pobres, el diálogo, construir puentes.
En febrero pasado, Prevost tuvo palabras de elogio hacia Francisco por la carta que entonces envió a los obispos de Estados Unidos «sobre la importancia de estar cerca de los que sufren y de tener el corazón de Jesucristo», cuando el Gobierno de Donald Trump puso en marcha el programa de deportación masiva de inmigrantes ilegales y refugiados. Y en reiteradas ocasiones, siendo cardenal, el ahora papa refrendó los señalamientos críticos de Francisco respecto de la crisis ambiental y su llamado al «cuidado de la casa común».
Habrá que esperar todavía para saber si León XIV, además de los llamados a la paz, continuará con la actitud proactiva de Francisco en gestos, comprometiendo al Vaticano en negociaciones para aproximar a las partes y terminar con los conflictos y las guerras en el mundo. También si proseguirá el acercamiento con China, una cuestión central dentro de la estrategia de Bergoglio.
Otro signo. De la misma manera que lo había hecho Francisco en similares circunstancias, ahora Prevost se dirigió en italiano a la multitud reunida en San Pedro. El papa es obispo de Roma y las romanas y los romanos son su feligresía. Pero se reservó apenas un minuto para saludar en español a quienes, en su momento, lo acogieron como uno de los suyos en Chiclayo (Perú).
Respecto de la iglesia, el papa habló de «una Iglesia sinodal, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca estar junto a aquellos que sufren».
A nivel institucional, a León XIV le queda una extensa agenda para abordar. La iglesia sigue sin encontrar solución a problemas de abusos protagonizados por sus ministros en distintas partes del mundo. Fue este uno de los factores que llevó a Benedicto XVI a su renuncia. Francisco avanzó, pero lejos estuvo de resolverlo. Por otra parte, la Iglesia católica, el Vaticano en particular, atraviesa graves problemas financieros y los poderes económicos corporativos no están dispuestos –como sí lo hicieron en otros momentos– a contribuir con fondos a una institución que no repara en críticas hacia el sistema desigual que rige en el mundo.
Hay otros temas que necesitan soluciones. Si bien el proceso sinodal abrió a mayor participación, las mujeres, que aumentaron su presencia en la vida de la Iglesia, siguen sin poder acceder a los ministerios ordenados (el diaconado y el sacerdocio) y las vocaciones religiosas son cada vez más escasas, mientras se mantiene el celibato obligatorio para los sacerdotes. Si el papa León decide, como en principio todo lo indica, la continuidad del proceso sinodal, estas cuestiones y otras aparecerán en las próximas asambleas sinodales. Entre tanto, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, el arzobispo Marcelo Colombo, quien conoció personalmente a Prevost, primero como obispo en Perú y luego en sus funciones como cardenal en Roma, sostiene que su elección como León XIV debe entenderse como «la manera de profundizar con características propias la huella trazada por Francisco».