Lejos de la mirada romántica que suele tenerse de ellas, las escuelas rurales están para garantizar la igualdad de oportunidades en materia de educación. La resistencia social al intento de la provincia de Buenos Aires de cerrar establecimientos.
25 de abril de 2018
Diversidad. La educación rural debe respetar los saberes y la cultura de las comunidades. (Jorge Aloy)Donde no haya suficiente cantidad de alumnos se reagruparán escuelas, no se van a cerrar. El fin no es recortar». Con estas afirmaciones a FM La Patriada, el vicegobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Salvador, ponía en alerta, a fines de febrero, a docentes, alumnos y padres al referirse al destino de casi 40 escuelas rurales bonaerenses. Tres Arroyos, General Viamonte, Lincoln, Junín, Balcarce, Chivilcoy, Chascomús y Bolívar eran algunas de las localidades que se verían afectadas por la decisión gubernamental. También se establecía el cierre de la escuela Nº 25 y el jardín Jirim Nº 1, ambos ubicados en el Delta de San Fernando, algo que, protesta y movilización social, sindical y política mediante, finalmente no ocurrió.
En algunas localidades fueron los propios intendentes quienes se pusieron al frente del reclamo para que los establecimientos, centenarios en algunos casos, pudieran seguir en funcionamiento. Tal es el caso de la escuela rural Nº 4 Manuel Belgrano, del paraje Los Jagüeles, en Chascomús. Allí, el intendente, Javier Gascón, relató que se comunicó con el gobierno provincial para explicar que «la escuela sí tenía matrícula y que, si se concretaba la decisión, esos chicos literalmente se quedaban sin escuela». En declaraciones a la radio Real Politik, Gascón señaló que el cierre de la escuela habría significado «cortarle el derecho a la educación ni más ni menos que a tres chicos, y quebrar una tradición muy rica: la escuela es aglutinadora de la familia rural. Me ha pasado de encontrarme con alumnos de hace 20 años que siguen vinculados a la escuela, que siguen yendo porque es el lugar de socialización de mucha gente».
Es justamente la posibilidad de una baja socialización el argumento que los funcionarios del gobierno provincial esgrimen al momento de disponer el «reagrupamiento» de los estudiantes. Para Olga Zattera, licenciada en Ciencias de la Educación y excoordinadora de la modalidad Educación Rural en el Ministerio de Educación de la Nación, «es cierto que los chicos que asisten de a cuatro o cinco a una escuela rural pueden no tener las mismas condiciones de socialización que en un grupo de 30 alumnos de la misma edad, la cuestión es ver qué pasa con esos chicos en ese lugar cuando no están en la escuela. Hay que revalorizar ese espacio, el problema es que cuando se analiza pensando en las dificultades de socialización vuelve a mirarse a la escuela rural con el cristal con el que se mira la escuela urbana».
Familias y territorio
«Se suele tener una mirada romántica de la escuela rural, aislada, alejada, la gente piensa “en todos lados hay una escuela rural, una escuelita”, pero la realidad es que no hay ninguna escuela que esté en medio de la nada porque si hay al menos cuatro chicos inscriptos hay algunas familias, hay trabajo y hay potencialidad en ese territorio», señala Zattera en diálogo con Acción durante la presentación de su libro Enseñar y aprender en el campo. Reflexiones sobre el sistema educativo en el ámbito rural.
Uno de los puntos conflictivos que aborda Zattera es si la escuela rural debe educar para el campo o además de eso dar otras propuestas. Según la especialista, «la educación rural debe procurar que los chicos aprendan lo máximo posible, pero reconociendo los saberes, la cultura, las creencias, la forma de crianza de las comunidades, sus particularidades, este tiene que ser el umbral donde apoyarse para darle significado a cualquier otro aprendizaje que permita abrir el horizonte –asegura–. La Ley de Educación Nacional contempla esto, lo que pasa es que cuando se desconoce la ley no se identifican estas particularidades, se desconocen derechos y se cierran escuelas».