Política | RESPALDO MASIVO

La expresión de la calle

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Demián Verduga

Una multitud colmó la Plaza de Mayo y sus alrededores en apoyo a Cristina Fernández, encerrada en su domicilio tras la condena confirmada por la Corte Suprema. Un hecho con impacto en el escenario político.

Cientos de miles. El histórico lugar desbordado por la gente. Hubo manifestaciones en otras ciudades del país.

Foto: Getty Images

Había un globo blanco que se bamboleaba de un lado a otro. Estaba a unos 20 metros de altura sostenido por un cable. Estaba casi en la mitad de la Plaza de Mayo. Si la Pirámide de Mayo pudiera girar la cabeza y mirar hacia arriba lo hubiera visto. El globo tenía una frase: «Las fuerzas del cielo dicen que no subestimen a las fuerzas del suelo».

Unos pasos más allá había un hombre de unos 65 años. Vestía pantalón de gimnasia y gorro de lana para el frío. Llevaba colgado del cuello un cartel que le quedaba en la mitad del pecho. El cartel decía: «Le ponen tobillera los que no le llegan ni a los talones».

La frase se refería a una de las condiciones de la prisión domiciliaria de Cristina Fernández. La medida fue confirmada este martes 17 de junio por el tribunal que la condenó y en la sentencia señaló que CFK tendrá que utilizar ese dispositivo electrónico. 

El hombre con el cartel siguió caminando. Eran cerca de las 13 horas del miércoles 18 de junio de 2025. En la Plaza de Mayo y sus alrededores el peronismo comenzaba a escribir un nuevo capítulo de su extensa historia, en ese lugar donde la inició hace 80 años.

En los cánticos, las frases que se dicen unos a otros los manifestantes, circulaba la percepción de estar volviendo a vivir lo que ocurrió a mediados del siglo XX: la persecución y proscripción en aquel momento de Juan Domingo Perón y su partido. Y de estar reeditando la respuesta que dio el movimiento político popular más importante de América del Sur en esa época: la resistencia.

Había mucha gente que no estaba en ninguna de las columnas de las organizaciones políticas, barriales, estudiantiles, sindicales. Lo que se denomina «gente suelta». «Estoy acá porque gracias a Cristina me pude jubilar», decía Graciela, mientras el sol iluminaba su pelo castaño y se refleja en sus lentes negros. Otra mujer, más joven, Norma, parada a su lado, sostuvo: «Toda mi familia tenía laburo. Yo soy de Quilmes. Ahora está todo durísimo».

El agradecimiento explica en buena medida una de esas cosas que a la derecha le suele costar entender: el lazo afectivo de amplios sectores de la población con un líder político. Es difícil encontrar muchos casos en el mundo en el que cientos de miles de personas salgan a la calle para pedir justicia por una expresidenta que fue arrestada luego de un juicio muy cuestionado.


Representaciones
Antes de la detención de Cristina, el peronismo estaba pasando un momento complejo, en especial en la provincia de Buenos Aires. Las tensiones entre La Cámpora, liderada por Máximo Kirchner, y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, rozaban la posibilidad de la fractura. Era una situación ideal para el Gobierno de Javier Milei. La regla «divide y vencerás», que se le suele adjudicar al emperador romano Julio César, estaba cerca de plasmarse en el peronismo bonaerense.

La condena a la expresidenta puso en segundo plano, aunque sea a regañadientes, todas las disputas que esencialmente eran por los lugares en las listas para las próximas elecciones. Las tribus panperonistas se unificaron detrás de un objetivo común: «Cristina libre».

La consigna fue tomada de la campaña que encabezó en Brasil el Partido de los Trabajadores cuando apresaron a su fundador y líder, Luiz Inácio Lula da Silva. Lula recuperó su libertad y ahora está ejerciendo por tercera vez la presidencia de su país. Esa experiencia es el espejo en el que se quiere mirar el cristinismo.

Las tensiones dentro del panperonismo, como se dijo, quedaron por ahora en segundo plano. Por eso es que en la esquina de 9 de Julio y avenida Belgrano convivían la columna del partido Principios y Valores, de Guillermo Moreno, con el Movimiento Derecho al Futuro, de Kicillof, que caminaba en medio de los militantes de su flamante agrupación. En la Plaza de Mayo La Cámpora ocupó un lugar central, a un costado del escenario. Al lado estaban las banderas de las dos CTA. A lo largo de Avenida de Mayo se habían ubicado el Frente Renovador, de Sergio Massa, Los Irrompibles, de Leandro Santoro, el Partido Solidario, la Argentina Humana, de Juan Grabois, entre otros.
La CGT no movilizó formalmente. Solo invitó a participar. Sin embargo, hubo varios sindicatos. La columna de los trabajadores del neumático, nucleados en Smata, estaba desde temprano haciendo sonar los bombos y triando fuegos artificiales que hacían temblar los vidrios.

Mensaje. La expresidenta convocó a sus seguidores a «defender la democracia con las herramientas con que la construimos, en paz, pero con firmeza».

Foto: Guido Piotrkowski


Una voz
Durante la mañana, con el frío gélido y el sol apareciendo detrás de la Casa Rosada, se había armado en la mitad de Plaza de Mayo un escenario. Se especuló durante el resto del día qué ocurriría. Si alguien hablaría, quienes subirían. Finalmente, el escenario quedó vacío. No fue algo planeado, pero generó un momento que pareció creado por un guionista de cine.

El escenario vacío, la plaza colmada, el viento frío moviendo las banderas de las distintas organizaciones, las personas cantando, mirándose unos a otros con la complicidad de quienes sienten que comparten algo aún sin conocerse y, de pronto, apareció una voz. «Hola, ¿cómo están? ¿Me escuchan ahí en Plaza de Mayo? Soy Cristina desde San Juan 1111». La voz siguió. «Estoy aquí, firme y tranquila. Eso sí, con prohibición de salir al balcón. Dios mío, que cachivaches que son».

«Quiero agradecerles a todas y todos las increíbles muestras de afecto de todos estos días», dijo Cristina antes, en su mensaje grabado. «Me gustó escuchar el vamos a volver. No lo cantábamos hace muchísimo tiempo. Me gusta porque revela una voluntad. Volver a que los laburantes lleguen a fin de mes y les sobre algo para comprarse alguna cosita que sea de ellos. Bien peronista».

La expresidenta sostuvo que no era una utopía, que fue posible durante los 12 años y medio de los gobiernos de Néstor Kirchner y la propia CFK. «Los jubilados tenían remedios. Dejamos al país desendeudado, como a las familias y a las empresas».

En otro pasaje, Cristina reiteró sus críticas al modelo económico de Javier Milei y volvió a remarcar que, «como el yogurt», tiene fecha de vencimiento. «Es insustentable económicamente. ¿Quién puede pensar que es sustentable que para los argentinos sea más barato comer, vestirse, en el exterior que en su país?», expresó. Para cerrar, convocó a la sociedad a «defender la democracia con las herramientas con que la construimos, en paz, pero con firmeza». Y retomó la idea de la vuelta del peronismo, que fue la esencia de su mensaje. «Vamos a volver con más sabiduría, con más unidad». «Nosotros tenemos algo que ellos no (por el poder económico). Tenemos pueblo –concluyó–, memoria, historia y patria. Vamos a volver una y mil veces porque los pueblos, finalmente, siempre vuelven».

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