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Sorpresas y ausentismo electoral

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Daniel Vilá

El peronismo ganó en Rosario y festejó un rotundo triunfo en Formosa. El dato saliente de los comicios de este año es la baja participación. Causas y consecuencias de la masiva abstención.

Monteverde. El dirigente rosarino venció a La Libertad Avanza y al oficialismo provincial.

Foto: @juanmonteverde

Después de más de medio siglo de sucesivas derrotas, el peronismo rosarino –coaligado con el progresismo en la alianza Más Santa Fe–, logró una victoria significativa con más del 30% de los sufragios. No solo porque derrotó a La Libertad Avanza –que daba por descontada la victoria en la ciudad a partir de un despliegue propagandístico sin precedentes y la participación activa de sus principales referentes en la campaña–, sino también porque las otras dos listas que se reivindicaban como justicialistas no lograron los votos suficientes para impedir el triunfo de Juan Monteverde, candidato a concejal de la lista ganadora y fundador de La Ciudad Futura, una organización político-social de gran predicamento en Rosario.

Si bien el oficialismo santafesino agrupado en Unidos para Cambiar Santa Fe, liderado por el gobernador Maximiliano Pullaro –donde confluían el radicalismo y el socialismo con el apoyo del PRO– ganó en el total de la provincia, el resultado que obtuvo estuvo lejos de sus expectativas, ya que el peronismo se impuso en importantes ciudades santafesinas como Reconquista, Rafaela, San Lorenzo y General San Martin.

La excepción
Mientras tanto en Formosa, donde también se elegían constituyentes, el gobernador Gildo Insfrán aplastó a la principal oposición agrupada en el Frente Amplio Formoseño a la que venció por unos 50 puntos y redujo a la nada a La Libertad Avanza, cuyas cuatro listas no llegaron a reunir el 10% de los votos. De esta manera, Insfrán controlará la convención que deberá modificar la Constitución formoseña. Cabe destacar que la concurrencia a las urnas estuvo cerca del 70%, la más alta hasta el momento de todas las elecciones realizadas este año.

En cambio, en Santa Fe se ratificó el comportamiento electoral que se había expresado en las anteriores consultas desarrolladas en otros distritos: el ausentismo, que en el orden provincial ascendió al 52%, superior al que se había registrado en las PASO, lo que marca una tendencia que resultará difícil de remontar.  

A la hora de precisar las causas de esta actitud de gran parte de la ciudadanía, las explicaciones son múltiples. Si bien no ha sido alentada por ningún sector político, puede explicarse parcialmente por la despolitización que impulsan la derecha y los medios de comunicación hegemónicos, el escepticismo creciente ante las frustraciones que generó la situación económica y social que se padeció en la última década, así como por el travestismo político que motivó que muchos dirigentes de partidos populares se sumaran a un Gobierno que representa al gran poder económico. 

A ello se suma a decepción de amplios segmentos de la población que optaron por La Libertad Avanza en los últimos comicios, seducidos por un Javier Milei que exhibía una imagen transgresora y prometía terminar con «la casta», pero que en verdad no hizo sino utilizarla en beneficio de los intereses que representa. También, aunque en menor medida, influyeron la incorporación a los padrones de jóvenes de 16 años que no se han mostrado interesados en participar y las ausencias fundadas en razones meteorológicas o de salud. Debe considerarse, además, que el transporte, que era gratuito el día de la convocatoria, ha dejado de serlo en muchas provincias, lo que pesa especialmente en aquellas donde suelen ser grandes las distancias entre el domicilio de los votantes y los lugares donde se sufraga.

Tendencia. Con excepción de Formosa, en todas las elecciones realizadas en lo que va del año se registró una baja participación.

Foto: NA

Voto en blanco
A lo largo de la historia electoral argentina, el rechazo a las maniobras políticas o al desempeño de los Gobiernos no se expresaba mediante la abstención sino a través del voto en blanco. En 1958, por ejemplo, cuando los partidos fueron impedidos de desarrollar libremente su campaña proselitista y tanto los candidatos como sus programas debían ser aprobados con antelación por la Junta Consultiva, funcional a la dictadura que encabezaba Pedro Eugenio Aramburu, la concurrencia a las urnas fue de más del 90% –un récord absoluto– a pesar de que el peronismo estaba proscripto y el pacto entre Rogelio Frigerio y Juan Domingo Perón, mediante el cual el expresidente exiliado llamaba a votar por la fórmula que encabezaba Arturo Frondizi, fue resistido por un segmento del movimiento popular. 

Cinco años después, en 1963, con el peronismo todavía proscripto, el candidato radical Arturo Umberto Illia se impuso por el 25% y el voto en blanco rozó el 20%, con una participación del 85% de los ciudadanos. Una cifra similar a la de las presidenciales de 1973 (Héctor Cámpora y Perón) y a la que consagró en 1989 a Carlos Menem.

En 1999, cuando Fernando De la Rúa se impuso al candidato justicialista, Eduardo Duhalde, se produjo una leve disminución de la concurrencia a las urnas (82%), pero la pésima gestión económica, política y social del radical inició un desgaste que se extendió a las demás fuerzas y culminó con la debacle de diciembre de 2001. En los comicios de medio término que se realizaron dos meses antes del derrumbe final, los votos en blanco o anulados sumaron el 24%, el voto nulo se impuso en la Capital Federal y la abstención fue del 24,5%, con lo cual solo el 57% del padrón votó positivamente. Empero, pese a las perspectivas negativas y a la crisis de representatividad, la asistencia en las elecciones de 2003 fue del 78,2%.

En octubre se develará la incógnita que desvela a la dirigencia política. Si la apatía y la desafección del electorado que se está manifestando con fuerza se consolida como tendencia o si la oposición al Gobierno libertario logra avanzar hacia la conformación de una alternativa creíble capaz de refundar la esperanza.

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