4 de julio de 2025
La cumbre del espacio sudamericano realizada en Buenos Aires volvió a poner en evidencia el aislamiento del mandatario argentino, que anticipó una eventual salida del país del bloque. El contrapunto Milei-Lula.

Foto de familia. Lula y Milei junto con los otros presidentes de los países miembros. Cada uno por su lado.
Foto: NA
El encuentro se olfateaba como una gran final sudamericana, de esas picantes por alguna Copa entre la celeste y blanca y la «verde-amarela», esta vez con Argentina de local. Y si bien la sangre no llegó al Río de la Plata, la cumbre del Mercosur plasmó en la cancha las profundas diferencias entre Luiz Inacio «Lula» da Silva y Javier Milei, ante la mirada tensa de los otros jefes de Estado del grupo de naciones que alguna vez aspiraron a una integración regional que trajera prosperidad a los pueblos de esta parte del mundo de la mano, en su origen, de personalidades tan divergentes como Raúl Alfonsín, que dio el puntapié inicial en 1985 con José Sarney; y Carlos Menem, que selló el Acuerdo de Asunción en marzo de 1991.
La propuesta integradora, que a los tumbos atravesó estos últimos 40 años de historia rioplatense, cruje desde hace tiempo y Milei, que se jacta de ser un topo que llegó a la Casa Rosada para destruir al Estado nacional desde adentro, parece que se propone hacer lo mismo en ese organismo colectivo. Con argumentos similares, basados en un supuesto idealismo libertario que petardea el sentido original de la asociación, como es el de unirse para defender la producción local en un mundo hostil, más propicio a la depredación que a la colaboración.
«La barrera que levantamos para protegernos comercialmente terminó excluyéndonos del comercio y de la competencia global y castigando a nuestras poblaciones con peores bienes y servicios a peores precios, lo cual contribuyó a frenar el crecimiento de nuestras economías», leyó Milei, en su habitual tono monocorde, en el que incluso catalogó al organismo de ser «una cortina de hierro». Y amenazó: «Emprenderemos el camino de la libertad, y lo haremos acompañados o solos, porque Argentina no puede esperar».
Más allá de un mensaje paleolibertario habitual en el que denostó, por ejemplo, «la estructura elefantiásica» de la burocracia del Mercosur y abundó en el uso de la palabra «libertad», el presidente argentino presentó como una iniciativa –a su juicio, central– la creación de una agencia regional de lucha contra el crimen organizado. Si hasta ese momento de su alocución había prescindido de chicanas directas, aprovechó entonces para arrojar un dardo contra el mandatario brasileño al señalar: «Si el Primer Comando de la Capital o el Comando Vermelho se extendieran por el Mercosur, toda la región estará en peligro y será imposible erradicarla de su país de origen». Se trata, claro, de las dos organizaciones de narcotráfico más poderosas de Brasil.
Contrastes
No es un secreto que para Milei, el presidente brasileño es seguramente su contracara más tangible a nivel internacional. Nacido en la pobreza más extrema en el nordeste brasileño, este hombre que se enorgullece de su único título profesional, tornero mecánico, comenzaba su carrera sindical en el gremio metalúrgico paulista para la misma época en que el argentino nacía en un hogar de clase media acomodada de la Ciudad de Buenos Aires, en 1970. En su tercera presidencia, Lula es sin dudas un líder de fuste a nivel global y desde la capital argentina viajó a Río de Janeiro, donde presidirá la cumbre de los países Brics, el grupo de naciones del que es socio fundador y que está modificando las reglas de juego entre las potencias.
Este mano a mano argentino-brasileño no es más que la continuidad del extremismo verbal que Milei usó contra Lula desde antes de ser elegido presidente y que se potenció cuando invitó a Jair Bolsonaro al acto del día de su asunción. Los desplantes y destratos se morigeraron en el Mercosur por razones de protocolo que apenas disimula el personal de Cancillería con más experiencia. Pasó este jueves cuando el brasileño demoró su ingreso al Palacio San Martín porque no dejaban pasar a su fotógrafo personal, Ricardo Stuckert. Un problema insólito que fue solucionado ante el revuelo generado.
Lula también marcó sus diferencias y, viejo zorro de la política, antes de viajar a Buenos Aires dio una entrevista al Jornal da Manhã en la que, en el mejor estilo del libertario, adelantó que durante su presidencia pro tempore –que recibió justamente de Milei– «firmaré el acuerdo Mercosur-Unión Europea (UE), el mayor acuerdo comercial de la historia». Y detalló que los dos bloques tienen 722 millones de habitantes y un PBI de 27 billones de dólares.
Al argentino le quedó como logro el tratado comercial con EFTA, las siglas en inglés para Asociación Europea de Libre Comercio, un bloque de países paralelo a la UE, integrado por Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza, «cuyo PIB asciende a 1,5 billones de dólares y presenta un PIB per cápita promedio cercano a los 95.000 dólares anuales, uno de los más elevados del mundo», según indicó Milei.
Otros contrastes conceptuales: mientras el dogma de Milei es la apertura irrestricta de los mercados y cada tanto vuelve a avisar que su gran idea es dolarizar la economía nacional, el exsindicalista plantea «un sistema de pago en monedas locales que facilite las transacciones digitales» y declama que el Arancel Externo Común «blinda» al bloque «contra guerras comerciales ajenas».
Pero Lula tenía otra punzada para su par argentino: la visita a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner en su departamento del barrio porteño de Constitución, donde cumple su condena. «Mi amistad con Cristina es de larga data y va mucho más allá de la relación institucional. Es el cariño y el amor de amigos, colegas en el ámbito político y en los ideales de justicia social y lucha contra la desigualdad», posteó Lula en su cuenta de X, con una foto, claro, de Stuckert.
«Lula también fue perseguido, también le hicieron lawfare hasta meterlo preso, también intentaron callarlo. No pudieron. Volvió con el voto del pueblo brasileño y la frente en alto. Por eso hoy su visita fue mucho más que un gesto personal: fue un gesto político de solidaridad», destacó CFK en X, con el énfasis que dan las mayúsculas, en un extenso tuit en el que fustigó el plan económico y el modelo represivo y de vigilancia interior que plantea Milei, que describe como una amenaza para la democracia.
No dejó de lado, la expresidenta, los últimos aumentos en los servicios públicos y el corte de gas en Mar del Plata en medio de una ola de frío con pocos precedentes. El Servicio Meteorológico Nacional confirmó que este miércoles en la Ciudad de Buenos Aires se había registrado una temperatura mínima cercana al récord anterior, de 1991. Justo cuando nacía oficialmente el Mercosur, en la capital paraguaya.