Cultura | PROGRAMACIÓN INFANTIL DEL CCC

Cartelera para un público exigente

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Ezequiel Obregón

Durante las vacaciones de invierno, la propuesta destinada a los más pequeños se nutre de nuevos espectáculos, teatro de títeres y reestrenos. El testimonio de los protagonistas.

Dinámica visual. Marilina y el mar, Lo que esconden los libros, La luna y el niño, Música maestro! y Pequeño dragón, a volar! Fotos: Prensa

«Nos interesa que les niñes y las familias disfruten del hecho teatral. Pero, al mismo tiempo, como creadores y artistas somos conscientes de que formamos personas y esto implica una gran responsabilidad», afirma Antoaneta Madjarova, coordinadora del Área de Títeres y espectáculos para las infancias del Centro Cultural de la Cooperación. Ese enfoque se hará más visible en las próximas semanas, durante las vacaciones de invierno, cuando muchas familias se acerquen a las variadas propuestas que ofrece la cartelera del Centro: Música maestro!, Lo que esconden los libros, Marilina y el mar, Pequeño dragón, a volar! y La luna y el niño juegan un juego que nadie ve.

«Las niñas y los niños crecen en la era digital y esta es una condición que debemos tener en cuenta a la hora de hacer una obra de teatro, que tiene otro ritmo: sucede en el aquí y ahora y es efímera, porque ninguna función es igual a la otra», considera Madjarova. «Creo que no debemos competir con los medios digitales, para seguir produciendo buen teatro para las infancias. Para mí, toda obra debe ser dinámica, visual y auditivamente muy bien resuelta. Tiene que plantear temas interesantes, cuidar el lenguaje, tener en cuenta cómo manejar asuntos sensibles como los miedos, la agresividad, la violencia, las temáticas de género, etcétera. No hay temas prohibidos, siempre y cuando las formas para representarlos estén bien elegidas y sean adecuadas para las diferentes edades», sintetiza.

Conexión sincera
Autor de Marilina y el mar, Mariano Cossa piensa que el teatro para las infancias es uno que «te exige muchísimo». Su obra recurre a una herramienta muy frecuentada en este tipo de espectáculos, la de antropomorfizar animales. «Pienso que eso te permite tomar algún rasgo esencial de ese personaje, que simplifica la complejidad de la conducta humana y la pone en una sola característica, hábito o modo de conducta. En este caso, hay una pingüina que no tiene ningún rasgo humano, excepto la palabra y el pensamiento. Pero la obra habla de rasgos muy característicos de los pingüinos emperadores y la historia que se cuenta está tomada a partir de las conductas de esos animales para hablar de la vida en comunidad, algo que los humanos deberían tomar en cuenta», señala.

En Lo que esconden los libros, que se puede ver en el Espacio Experimental Leónidas Barletta, Daniela Calbi asume el rol de titiritera junto a Ariel Varela, en esta pieza que ya cumplió ocho temporadas. Para Calbi, «el público infantil es extremadamente auténtico». Y da sus motivos: «La conexión es muy sincera y hacer teatro en ese contexto es hermoso. Es la audiencia ideal, pero también la más exigente porque su visión de la realidad está libre de prejuicios y lo hace saber. Eso nos estimula a cuidar nuestra propuesta y mejorar como artistas, vinculándonos con les niñes con el respeto que se merecen. Además, trabajar para las infancias nos da la posibilidad de acercarles universos que hoy es más difícil que tengan a mano. En un mundo vertiginoso ofrecer un tiempo para ver y escuchar una historia, detenerse y maravillarse con lo que sucede en el escenario, es una militancia. En ese breve instante de comunicación, ver sus ojos o escuchar sus comentarios, sentir esas expresiones de asombro o de alegría, nos dan la certeza de que podemos construir un mundo mejor».

En sintonía con la propuesta integral del CCC definida por Madjarova, se percibe en la cartelera la idea de convocar espectadores desde muy temprana edad. Sandra Antman, titiritera de la obra Pequeño dragón, a volar! (orientada a niños desde los 2 años), considera que el proceso como titiritera «es muy parecido al de ser dirigido como actriz». La técnica empleada es la de «títere de mesa», lo que implica que los manipuladores están visibles, no ocultos. Por otra parte, Antman también integra el equipo de Marilina y el mar, dirigida a infantes desde los 3 años. «Es una historia que hay seguir, sin embargo a veces tenemos público más chico. Y, cuando salen, los adultos nos dicen cosas como “mi hijo tiene dos años, es la primera vez que vino al teatro, vio toda la obra y estaba como hipnotizado”. Al finalizar la función salimos con los títeres, para que los que quieran se saquen fotos, algunos hasta los abrazan. Es muy lindo trabajar con esas franjas etarias».

El Centro ya cuenta con sus propios clásicos en la materia y cada año, además, ofrece estrenos. Es el caso de La luna y el niño juegan un juego que nadie ve, dirigido por Mariana Calderón y Vanessa León Linares. Con esta obra, afirma Linares, aspiran a «sembrar en las infancias el amor por las metáforas, la poesía, el vuelo de la imaginación y el juego». Frente a un presente en donde se impone la inmediatez y lo instantáneo,  agrega, «necesitamos abrazar a las infancias y alejarnos del adultocentrismo, para encontrar en los niños y las niñas posibles respuestas que nos permitan atravesar la crisis con creatividad, ternura y ganas de jugar». Ambas creadoras forman parte de la compañía No somos cosas, un nombre que parece una declaración de principios. Calderón rememora su origen: «El nombre surgió de una manera casi espontánea, en una de las tantas jornadas de realización, cuando estábamos produciendo nuestra primera obra, El día que cambió la vida del Sr. Odio. No somos cosas empezó siendo un juego de palabras que nos parecía divertido y convocante, pero nos atraviesa desde varios lugares. Nuestra filosofía es que cada “cosa”, cada objeto, cada títere tiene su propia identidad, su propia historia que contar».

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