Agenda | Teatro

Historia de un amor prohibido

Tiempo de lectura: ...
Ezequiel Obregón

MÚTIPLES ROLES. Felippa encarna a una mendiga, una madre, una esposa y una criada.

La culpa es de la tierra
Autor: Luis Rivera López (versión de F. García Lorca)
Director: Gustavo Manzanal y L. Rivera López
Intérpretes: M. Felippa, N. Ledesma
Sala: Centro Cultural de la Cooperación

Con el reciente estreno de La culpa es de la tierra en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, acontece una feliz comunión entre el universo de Federico García Lorca y la poética de Libertablas. En esta oportunidad, la agrupación versionó Bodas de sangre en un espectáculo que mixtura narración oral, teatro de títeres/objetos y música, para contar esta célebre historia de amor trágico. La experimentada actriz Mónica Felippa y la música Naya Ledesma moldean sobre el escenario esta obra que evoca el enfrentamiento entre dos hombres, enamorados de la misma mujer, y el amor prohibido que pugna por consumarse.

La trama comienza con el anuncio de una boda y se desarrolla hasta una fuga que sellará el destino de los protagonistas de la peor manera. Pero como ocurre con todo clásico, el teatro de Federico García Lorca abarca mucho más de lo que cuenta y es así que sus textos llegan, incólumes, hasta nuestros días, a la espera de ser reinterpretados y disfrutados una vez más.

Felippa encarna a distintas mujeres que observan la pasión que acontece frente a ellas. De manera sutil, una pequeña vela que se percibe, a lo lejos, como un signo escenográfico, revelará parte del espesor mágico de la puesta, porque mediante un ingenioso dispositivo escénico cobrarán vida una serie de fragmentos de madera (gran trabajo de Alejandro Mateo, también responsable del vestuario) que, unidos por el personaje/narrador, se transformarán en el Novio, la Novia y Leonardo, el tercero en discordia.

Una mendiga, una madre, una esposa y una criada son los roles a los que la actriz les presta cuerpo y voz, en cronometrada sinergia con una exquisita tarea instrumental y también vocal por parte de Ledesma. La obra se disfruta no solo en su plasticidad, sino también en el nivel sonoro. Y aquellas mujeres son, al mismo tiempo, cuerpos revestidos de mandatos sociales que en la lírica de Lorca siguen diciendo mucho de nuestro presente.

La puesta de Luis Rivera López (también codirector, junto a Gustavo Manzanal) acierta en pronunciar la mirada de la actriz por sobre los objetos que manipula, hasta el punto –como se ha dicho– de dotarlos de vida. Sus observaciones pueden ser punzantes, desencantadas, amorosas o llenas de odio, pero de ninguna manera resultan ajenas al drama que se narra. Entonces, la tensión nunca decae y, a medida que se acerca el desenlace, el público cuenta con varias perspectivas, al mismo tiempo que construye la propia.

El título de la obra hace alusión a una pasión que parece emerger de las propias entrañas del mundo y que es imposible de aplastar, de allí su dimensión trágica. Además de versionar un clásico, La culpa es de la tierra trabaja con su mundo pródigo en símbolos, que encuentran correspondencia no solo en el texto, sino también en la escenografía de Guillermo Bechthold y en la iluminación del mismo Rivera López. De manera orgánica, se hacen presentes a lo largo del espectáculo el caballo, que señala la pasión y la sensualidad que no cede; las flores, como símbolos de vida y de fecundidad; la sangre, como indicio del enfrentamiento y de la muerte y, finalmente, la luna, con su encantamiento y su magnetismo que, por un instante, protege a los amantes y corona la fatalidad.


Estás leyendo:

Agenda Teatro

Historia de un amor prohibido

Dejar un comentario

Tenés que estar identificado para dejar un comentario.