30 de julio de 2025
Autorretrato
Dalila Puzzovio
Museo de Arte Moderno

Corsets. Piezas en yeso ortopédico, realizadas con descartes del Hospital Italiano.
Foto: Josefina Tommasi
Había sido Delia, hasta que Charlie Squirru –su compañero, también artista y cómplice creativo– le sugirió llamarse Dalila: «Como el personaje bíblico que habían visto resignificado cuando Cecil B. de Mille llevó a Hollywood la leyenda con Hedy Lamarr en el rol de la mujer que, según el Antiguo Testamento, los filisteos utilizaron para quitarle a Sansón su fuerza mágica», dice el periodista Fernando García en uno de los textos del catálogo de esta muestra del Museo de Arte Moderno. Dalila Puzzovio: Autorretrato es un homenaje a la trayectoria de seis décadas de una figura icónica del pop art argentino y la vanguardia de los años 60.
Pintura, assemblage, happening, instalación, intervención en la vía pública, vestidos, tricots y una sandalia célebre. El cuerpo de obra de Puzzovio está compuesto por piezas trabajadas con una heterogeneidad de elementos y narrativas. Esta diversidad es quizás la prueba más contundente de su pertenencia a una expresión artística que incluyó en su cosmovisión el lenguaje de la publicidad, el espectáculo, la moda, el diseño y enfocó la mirada en los elementos de la vida cotidiana, para volver sobre la pregunta filosófica sobre qué es el arte. ¿Cualquier objeto puede ser una obra?
Dentro de una caja iluminada, dividida en 16 cubos acrílicos, como en la vitrina de un local de zapatos, están ubicadas las piezas que completan su instalación más conocida: una serie de sandalias, en cuero brillante y colores flúor, titulada «Dalila Doble Plataforma». Además de exhibirse en la sala del Di Tella en 1967, el mismo modelo de calzado ocupó las vidrieras de la casa Grimoldi, junto a la colección de esta marca. Un procedimiento vanguardista: mostrar la pieza en una institución artística y, al mismo tiempo, colocarla por fuera de este escenario para venderla como un producto más de consumo masivo.
El recorrido de la exhibición se inicia con sus trabajos en yeso ortopédico usado, originalmente rescatados del descarte del Hospital Italiano, entre los que se incluyen unos corsets gigantes («Se dan clases de tejidos a mano y a máquina», 1965-2025 o, de la misma fecha, «Jean Shrimpton la plus belle fille du monde») en los que este material es como una cáscara de piel muerta que, quizás, anuncia el fin: lo oculto detrás de todas las cosas, sean frívolas o mundanas.
La muestra también explora su paso por la dirección de arte en producciones fotográficas para la revista Claudia: una performance («Mientras unos construyen otros destruyen») realizada durante la ampliación de la avenida 9 de Julio, en 1979, que implicó la demolición de edificios y casas. «Dalila ideó la acción y diseñó los trajes y sombreros de los protagonistas de una suntuosa boda que sucedía frente al contrastante paisaje de escombros de las viviendas demolidas», señala el texto curatorial.
Con curaduría de Pino Monkes y Patricio Orellana, y diseño de Iván Rösler, la exposición reconstruye y recrea obras originales. Muchas de las piezas de Puzzovio se configuran en el archivo, a partir de registros y documentos, ya que su producción no constituye una colección de objetos materiales estables. Por eso, la integración de todo aquello que conforma el fondo documental de la artista se vuelve completamente orgánica: fotografías, bocetos, figurines, grabaciones y filmaciones, afiches, catálogos. Todo revela su gesto creativo. En alusión a las «Brillo Box», el filósofo Arthur Danto dijo que aquella obra de Andy Warhol hace lo que las obras siempre han hecho: «Expresar el interior de un período cultural, ofrecerse como un espejo en el que atrapar la conciencia de nuestros reyes». Este mismo poder de captura e interpelación es el que se activa en el trabajo de Puzzovio.