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Lula bajo presión

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Telma Luzzani

Mientras crece su popularidad, el líder del PT enfrenta el desafío de la ultraderecha, que quiere volver al poder, y la injerencia de Trump en la política interna. Los Brics y las presidenciales de 2026.

En lucha. Muestras de afecto hacia el líder del PT, en el 60° Congreso de la Unión Nacional de Estudiantes celebrado en Goiania.

Foto: Ricardo Stuckert / PR

Lula da Silva, con la sagacidad de su instinto político, sabe que ha llegado el momento de alcanzar un récord único en la historia de Brasil: el cuarto mandato presidencial.

Lo sabe y ya se ha puesto en marcha. «Para ser candidato en 2026, tengo que ser muy honesto conmigo mismo. Necesito estar completamente sano. Jamás engañaré al partido, ni al pueblo brasileño», dijo el actual presidente –que va a cumplir 80 años el próximo 27 de octubre– durante el Encuentro Nacional del Partido de los Trabajadores (PT) que se llevó a cabo en Brasilia a principios de agosto.

El momento internacional es propicio para que Lula desafíe los muchos obstáculos que se le presentan y busque su reelección. Hay un mundo enmarañado donde lo viejo y lo nuevo se disputan el cambio. En ese proceso, los poderes emergentes –entre los cuales está Brasil– avanzan de forma decisiva tanto por los aciertos propios como por los errores del viejo imperialismo angloestadounidense en su desesperación por no declinar.

Este contexto turbulento le propone a Lula una tarea ciclópea ya que los enemigos internos y externos son tantos y tan poderosos que el escenario brasileño se presenta con una complejidad inusual.

El mes pasado, una derrota de Lula en el Congreso parecía irremontable. La mayoría derechista de la Legislatura (incluso algunos representantes de partidos que son parte de su actual gabinete de coalición) le volteó al Gobierno la propuesta de aumentar impuestos a las Operaciones Financieras, una medida que significaba unos 2.000 millones de dólares de ingresos fiscales adicionales para la continuidad de las políticas sociales.

No obstante, pronto esta tendencia a la baja se revirtió. Los decretos (órdenes ejecutivas) del presidente Donald Trump contra el Gobierno de Lula y contra el juez de la Corte Suprema de Brasil, Alexandre de Moraes, produjeron un efecto de aglutinación política y de fortalecimiento del liderazgo del presidente que pronto se vio reflejado en los sondeos de opinión.

El 2 de agosto, el diario Folha de São Paulo publicó una encuesta en la que la intención de voto a favor de Lula había crecido al 39%, 5 puntos más que el 34% de Jair Bolsonaro (aunque el exmandatario no puede presentarse por haber sido inhabilitado por la Justicia) y de los candidatos que representan la extrema derecha. Las elecciones presidenciales se llevarán a cabo el 4 de octubre de 2026. Si hay segunda vuelta será dos días antes del cumpleaños de Lula, el 25 de octubre.


Más allá de los aranceles
Según el diario paulista, el sondeo también demostró que después del arancelazo del 50% a los productos brasileños impuestos por Trump y de la fuerte respuesta de Lula, quien consideró esta medida como un atentado contra la soberanía brasileña, el apoyo al actual presidente aumentó.

El hostigamiento de Estados Unidos es tal que Lula, el pasado 13 de agosto, convocó a una reunión virtual de los BRICS para coordinar una respuesta conjunta a las medidas adoptadas por Trump. Rusia y China lo respaldaron.

El mandatario estadounidense firmó dos decretos (órdenes ejecutivas) contra Brasil. Uno, con el mencionado 50% de aranceles a los productos del país que entró en vigor el pasado 1º de agosto. El justificativo, según la Casa Blanca, es que «las reciente prácticas políticas y acciones del Gobierno de Brasil constituyen una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y a la economía de Estados Unidos». El otro decreto sanciona al juez de la Corte Suprema de Brasil, Alexandre de Moraes, «por graves abusos de su autoridad al participar en una iniciativa políticamente motivada, diseñada a silenciar a los críticos políticos». Es decir, lo castigan por cumplir con la ley y detener a Bolsonaro, acusado de planificar la muerte de Lula y pergeñar un golpe de Estado.

La provocadora injerencia trumpista en Brasil y la reacción del líder petista repercutieron significativamente en el exterior. La encuestadora internacional Atlas Intel/Bloomberg coincidió con el análisis de la empresa brasileña Datafolha y afirmó que «Lula alcanzó un índice de aprobación superior a su desaprobación, por primera vez en 2025». Para varios medios europeos, en el marco de la tensión entre Washington y Brasilia, Lula supo defender con creces su lugar de líder del sur global al demostrar tener la fuerza suficiente como para enfrentar a Trump.

Uno de los diarios más influyentes de Europa, el alemán Süddeutsche Zeitung, publicó el pasado 4 de agosto un extenso análisis titulado «El hombre que se enfrenta a Trump», donde destaca que el conflicto va más allá de los aranceles. Con su clásica retórica furiosa, Trump hizo saber a Lula que sus objetivos principales son tres: 1) tierras raras, 2) distanciamiento de los BRICS y 3) amnistía para Bolsonaro.

Sintonía fina. Marzo de 2019, encuentro entre Trump y Bolsonaro en la Casa Blanca, Washington.

Foto: Getty Images


Batalla decisiva
La necesidad estadounidense de debilitar el bloque BRICS, dominado por sus dos principales rivales –Rusia y China– es obvia. El comercio en monedas nacionales que debilita el dólar como referente global, el crecimiento económico sostenido del bloque que, en 2024, superó el promedio mundial, y la creciente influencia política del grupo, entre otros avances, desvelan a la Casa Blanca.

En cuanto a las llamadas tierras raras, a través de su encargado de negocios, Gabriel Escobar, de la embajada estadounidense en Brasilia, hace rato que viene presionando para adquirir esos minerales esenciales para las «big tech» (desde la fabricación de misiles guiados y autos eléctricos hasta computadoras o chips para celulares).

La respuesta de Lula a la Casa Blanca fue contundente: «Tenemos que proteger todos los minerales ricos que ustedes quieren. Y aquí nadie pone las manos. Este país pertenece al pueblo brasileño», dijo el pasado 24 de julio.

La extracción de las tierras raras requiere grandes inversiones. Brasil posee la segunda reserva mundial (la primera la tiene China que, desde hace décadas, tiene una política de dominio sobre toda la cadena productiva de estos recursos naturales), pero nuestro vecino no tiene la tecnología necesaria para su explotación. Por ahora solo las exporta.

En este contexto, el regreso del bolsonarismo en 2026 sería para EE.UU. la garantía de un futuro control tanto de esas riquezas como del bloque BRICS.

Por eso, aunque su popularidad crece, el desafío para Lula recién empieza. Bolsonaro y sus hijos son un arma activa en esta disputa, tanto en el campo nacional como internacional. Por otro lado, Trump le ha cerrado las puertas a todo diálogo y ha endurecido las medidas.

Este lunes 11 de agosto, el ministro de Hacienda brasileño, Fernando Haddad, denunció que por acción del «lobby internacional manejado por las fuerzas de extrema derecha» en EE.UU., el Departamento del Tesoro canceló una reunión por teleconferencia entre él y su par estadounidense Scott Bessent. A pesar de que el encuentro ya estaba acordado, desde el Tesoro de EE.UU. lo cancelaron con el inusitado argumento de que no tenían tiempo en agenda.

El 2026 será para Brasil y para Lula un año intenso. En su campo se disputará una de las batallas más decisivas para los planes de Estados Unidos en la región, para la consolidación de los BRICS y para el proceso de transición hacia un nuevo mundo multipolar.

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