Humor

Aconcagua

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Santiago Varela

En el edificio en el que vivo cuidamos a los vecinos. Por eso hicimos una reunión de consorcio en la que se decidió que el encargado será el responsable de repartir las boletas de agua, luz, gas y las expensas con, por lo menos, una semana de separación. Esto fue producto de que doña Quinto B recibió dos juntas y terminó con un bobazo en la unidad coronaria del Fernández.

Terminada la reunión decidí ir a recorrer el espinel, salgo y me encuentro con un asesor del ministro de Relaciones Exteriores, Pepe Placet, que estaba buscando en el celular dónde diablos quedaba Groenlandia.

Le expliqué que era como ir para el lado de Canadá, pero más a la derecha. Sonrió, pero de inmediato me abrazó se puso a llorar y me dijo: -Amigo, estamos al horno

–Chocolate por la noticia, Pepe, estamos al horno y con la perilla al máximo.

–Sí, pero esta vez es distinto. Recibimos un telegrama de Trump que se quiere quedar con el Aconcagua.

–¿Con el cerro Aconcagua?

–Afirmativo. Dice que como es la montaña más alta de américa, desde arriba se puede ver todo y eso es un peligro inminente para la seguridad nacional de los EE.UU. Además, dice que algo que sea lo más grande tiene que estar en el país más grande, más importante y más poderoso del planeta. O sea, con ellos.

–¡No me digás que se quiere llevar el Aconcagua!

–En realidad no habla de llevárselo, sino de que se lo llevemos nosotros. Ellos pondrían las empresas y nosotros la guita –murmuró culposo–. Piensa que en Oklahoma va a quedar muy bonito.

Como la locura, a nivel nacional e internacional, se ha transformado en un ingrediente fundamental del guiso que están haciendo unos pocos, lo dejé a Pepe Placet con su preocupación y seguí con mis propias preocupaciones. Hago unos pasos esquivando las baldosas sueltas y me encuentro con mi vieja y querida amiga, la famosa Doña Rosa, que venía con la cabeza tapada, como escondiéndose.

–Doña Rosa, ¿qué pasa que anda así ocultándose?

–Pasa que si me agarran los del Gobierno me dan palos y me meten en cana.

–¿Pero por qué?

–Porque ellos dicen que pulverizaron la inflación, pero yo voy a la verdulería, a la carnicería, al super, hago las compras y me consta que cada vez compro menos y pago más. Ellos saben que yo lo sé y no quieren que lo diga.

–Sin embargo, mi querida Doña Rosa, ellos afirman que usted cada día está mejor, que peor estaba antes.

–Desde un escritorio se puede decir cualquier cosa. Y si antes estábamos mal, yo quisiera estar tan mal como antes, para estar mejor que ahora. ¿Me explico? –concluyó y salió corriendo tapada con una pañoleta.

Yo me quedé pensando y creo que sí, que se explica bastante bien.

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