20 de septiembre de 2025
Mediante la reconversión de recursos que fueron de la mafia, en el sur de Italia crecen cooperativas sociales que promueven la inclusión de personas en situaciones vulnerables y motorizan el desarrollo.

Peppe Pagano es cofundador y vicepresidente de Nuova Cucina Organizzata (NCO), una iniciativa social que combate la influencia de la mafia local, «la Camorra», a través de proyectos de empoderamiento comunitario.
Desde la región de la Campania, en el sur de Italia, crearon cooperativas sociales que promueven la inclusión sociolaboral de personas en situación de desventaja: trabajadores con discapacidad y con problemas de salud mental, víctimas de violencia, exdetenidos. En muchos de estos proyectos utilizan la sigla NCO, que revierte el concepto de la «Nuova Camorra Organizzata», la mafia que imponía el temor en toda la región.
En el marco de la red internacional Cultivar la Belleza, Pagano visitó la Argentina invitado por Acción Colectiva, una asociación civil que trabaja por los derechos de las personas con discapacidad y lleva adelante la tienda social inclusiva Lo de Franco, en el barrio porteño de Villa Crespo. En su estadía, Peppe brindó una conferencia en la Cámara de Diputados de la Nación y recorrió diversas cooperativas y proyectos de inclusión laboral.
–¿Cómo nace la experiencia de las cooperativas sociales?
–Soy de la ciudad de Casal di Principe, la cuna del clan Casalesi. El 19 de marzo de 1994, la mafia asesinó al sacerdote Peppe Diana, en la iglesia de San Nicolás. Le dispararon cuatro tiros en la cara. Don Peppe había escrito una carta a toda la comunidad que se titulaba: «Por amor a mi pueblo, no callaré». Muchos pensamos, ¿qué podemos hacer nosotros en este pueblo en donde la Camorra no le teme ni siquiera a Dios? En ese momento parecía que todo había muerto, que teníamos que escapar; pero si nos quedábamos, no podíamos permanecer solo para mirar lo que pasara, teníamos que luchar. Ya en los años 80, con dos millones de firmas se había impulsado la ley para que los bienes confiscados a la mafia fueran utilizados en proyectos sociales, para restituir a la comunidad aquello que la Camorra le había quitado. El diputado comunista Pío La Torre, que había firmado el proyecto, fue asesinado. Es importante señalar que tanto La Torre, como los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, eran sicilianos. Lo cuento porque no quiero que quede representado como que el sur de Italia o Sicilia es mafiosa. Sicilia también dio los principales emblemas de la lucha contra la mafia. Así que nosotros empezamos a generar cooperativas sociales con aquellos bienes confiscados. Era fácil acceder a las licitaciones que se hacían, porque nadie se presentaba. Todos tenían mucho miedo. Nuestro objetivo era proponer proyectos comunitarios de salud mental, porque en Italia también se había puesto en marcha otra ley que proponía desmantelar el modelo de atención en manicomios.
–¿Cómo fue la generación de circuitos productivos?
–Éramos trabajadores sociales, técnicos en rehabilitación, no teníamos ni idea de cómo hacer una empresa; pero lo teníamos que hacer y empezamos con lo más simple de este mundo, fuimos a visitar cooperativas de Trieste, Milán, Padova, Mesina. Buscábamos entender cómo podían unir servicios sociales y producción. Fue muy importante que muchas cooperativas nos transmitieran su experiencia. Había muchas personas con discapacidad o con problemas de salud mental que se atendían en clínicas privadas fuera de la comunidad. Era un poder económico improductivo, porque era plata que se iba a otras regiones. Así que comenzamos a armar proyectos para que pudieran vivir en casas civiles, en pequeños grupos. Al mismo tiempo, generamos cooperativas para que se insertaran en el mundo del trabajo como un asociado más. Así que pasamos de un servicio puramente sanitario, institucionalizante y de aislamiento, a este esquema cooperativo y comunitario.

Acción Colectiva. Con la misma sigla que las organizaciones criminales desarrollan cooperativas que fomentan la integración social.
Foto: Gentileza Peppe Pagano
–¿Cuáles fueron los resultados?
–Por un lado, el presupuesto destinado a la atención de cada persona bajó de 300 a 83 euros diarios. Tuvimos una reducción del 70% de las internaciones involuntarias. Se redujo un 20% el consumo de psicofármacos. La clave fue entender qué era de utilidad que cada persona partícipe en una cooperativa para reconquistar y revalorizar su propio territorio. Aquellas piedras que se decía que estorbaban, terminaron siendo las piedras que están en el ángulo de la construcción del desarrollo comunitario. Hoy hay cuatro granjas sociales, seis restaurantes, la bodega más grande de la provincia de Caserta. En 2024 llegamos a las 100.000 botellas, recuperando un viñedo de la mafia y con una legislación que tutela la producción de ese tipo de vino, porque representa las raíces de mi tierra. También construimos un centro de transformación biológica, exportamos aceite de oliva, conservas de tomate, etcétera. ¿Se imaginan todo lo que podemos decirles a quienes decían que nuestro proyecto era un gasto improductivo? Entendimos que el abandono de nuestro territorio, la debilidad de las instituciones, los asesinatos no eran responsabilidad de otros que estaban lejos. Era responsabilidad de cada uno. Era también mía.
–¿Cuál es el estado actual de las organizaciones que integran la NCO?
–Somos una pequeña minoría en nuestro territorio. Pero somos como un virus y tenemos la obligación de replicarnos a través de redes locales, internacionales y locales para sentirnos menos solos y siempre más fuertes. La fuerza no está en la persona singular sino en las ideas que pueden llevar a cabo muchas personas. Hoy el principal obstáculo está en aquellos sectores anti-Estado que dirigen los destinos del Estado.
–En su exposición en Diputados dijo que venía a aprender de la Argentina. Ahora que está finalizando su visita, ¿qué enseñanza se lleva?
–La humanidad y la energía. Es un país con muchas dificultades, pero también con mucha gente de buena voluntad. Vi organizaciones estupendas, hechas de personas bellas y ricas de cabeza, de pensamiento, de valores; pero veo que hay mucha fragmentación. Tienen la necesidad de alzar los ojos y reconocer otras experiencias con las que compartir y sostenerse mutuamente. No es solo un tema argentino, sino algo global. Hoy los problemas se volvieron globales y parecen cada vez más grandes y más fuertes; y nos hacen ver siempre más pequeños y más agobiados, nos sentimos inútiles o que no sirve todo lo que hagamos. Por eso, todo este esfuerzo tiene que ser duplicado, porque tenemos que pensar en la comunidad local con una visión global. Trabajar en red hoy no es una facultad: es una obligación. Debemos ayudar a sostener a las otras organizaciones para el crecimiento y el desarrollo de una economía legal.
–¿A qué se refiere con «economía legal»?
–Cuando digo legal no me refiero al cumplimiento de las leyes, que a veces pueden ser injustas, sino a la construcción de una economía basada en el respeto de los derechos. La percepción debe ser que si vos cerrás, yo tengo menos fuerza. Si no construimos caminos económicos alternativos a la economía del mercado, vamos a estar aplastados por esa economía del mercado. Y ya sabemos todas las consecuencias que eso trae en nuestras vidas.