Diego Simonet, de 28 años, consiguió dos logros inéditos para la disciplina: ganar la Champions League europea con el Montpellier y ser elegido como el mejor jugador de la final. Su liderazgo en el seleccionado y los proyectos fuera de la cancha.
27 de junio de 2018
Colonia. El bonaerense y la bandera argentina, tras su consagración. (STOLLARZ/AFP/DACHARY)
A diferencia de otros deportes colectivos, los mundiales de handball tienen una particularidad: todos sus campeones son europeos. El dato, contundente, expone la jerarquía de una disciplina que aparece entre las que más se práctica en el viejo continente. En esas tierras, un argentino, Diego Simonet, logró una hazaña para el deporte nacional. «El Chino» –como le dicen– llevó al Montpellier, de Francia, a coronarse campeón de la Champions League (llamada también Copa de Campeones), el torneo más importante del mundo a nivel de clubes. Su equipo venció a Nantes, también de Francia, por 32 a 26 en un encuentro disputado en la localidad de Colonia, Alemania. Así, se convirtió en el primer argentino en ser campeón de Europa, con un plus: recibió el premio al jugador más valioso (MVP) del partido final.
A ello se suma otra marca histórica. Con su título, superó las hazañas europeas de su compatriota Eric Gull, quien alcanzó tres veces las semifinales de la Champions. En ese plano, sus números y acciones en la competencia continental agigantan su figura. Por caso, contabiliza 139 goles desde su debut en 2014-2015, en tanto en esta temporada se erigió como el máximo anotador con 39 conquistas, 6 de ellas en el encuentro decisivo ante Nantes. «Espero que este título sirva para que muchos jóvenes en Argentina sigan practicando este deporte y no se den por vencidos», dijo el jugador de 28 años en esos días en los que su imagen explotó en los medios de comunicación. No fue una frase de ocasión. Es que el handball, para él, no es un deporte más: es su pasión y por eso trata de difundir un mensaje para que la disciplina consiga potenciarse. También existe una historia familiar. Su papá Luis y su mamá Alicia fueron jugadores profesionales e integrantes del seleccionado, mientras que sus hermanos Sebastián y Diego se desempeñan también en Europa y forman parte del equipo nacional, los Gladiadores, desde hace varios años.
El logro de Diego Simonet –a quien la revista L’ Equipe comparó hace unos años con Lionel Messi– se inscribe en una carrera signada por su talento, pero también por el esfuerzo y los desafíos dentro y fuera de la cancha.
Nacido en la localidad bonaerense de Vicente López, creció en la Sociedad Alemana, de Villa Ballester, hasta que lo llamaron de São Caetano, de Brasil, en 2008. Un año después dio el gran salto al desembarcar en Europa: primero jugó en el Torreveja, de España, y luego en el Ivry y Montepellier, de Francia, este último su club desde 2013. En paralelo a su crecimiento personal, el jugador aportó decisivamente a los progresos del handball argentino. Sin ir más lejos, y gracias a su liderazgo, el seleccionado vivió momentos históricos al ganar la medalla de oro de los Panamericanos de 2014 y clasificar dos veces consecutivas a los Juegos Olímpicos (Londres 2012 y Río de Janeiro 2016).
Arte en movimiento
Precisamente en la preparación para los juegos de Río, Simonet sufrió un duro golpe al quedar desafectado del certamen debido a una grave lesión en su rodilla derecha. «Quedarme afuera fue muy duro, trabajé muchísimo para volver a mi nivel», sostuvo el bonaerense tras consagrarse campeón de europa. Su regreso triunfal a las canchas, según cuentan sus allegados, se asocia con su carácter batallador y también con su personalidad activa. De hecho, el jugador dedica su tiempo a otras ocupaciones. Con su novia comparte el gusto por la pintura al óleo y decidieron crear una página web donde suben sus obras, muchas de ellas exhibidas en galerías de arte. En tanto con sus hermanos llevan adelante un microemprendimiento de diseño web que consiste en armar muñecos que mueven su cabeza (se los conoce como Bobblehead y son muy famosos en Estados Unidos). Así, hicieron figuras del seleccionado –entre los cuales están ellos mismos–, de otros atletas argentinos y hasta del plantel del Montpellier.
Dos tareas, al cabo, que se suman a la pasión de su vida: jugar al handball. Y representar a su país, claro. Alcanza con recordar que ni bien terminó la final de la champions, decidió viajar a Cochabamba, Bolivia, para participar de los juegos Odesur con los Gladiadores. Fruto de ese espíritu competitivo, no sería extraño que Simonet sume otro capítulo de gloria a su luminosa trayectoria. Lo consiga o no, ya entró en la historia grande del deporte nacional.