Una histórica movilización de mujeres logró, tras largas horas de vigilia frente al Congreso Nacional, que la Cámara de Diputados diera media sanción al proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. La plaza, el debate y los argumentos en juego.
27 de junio de 2018
(Foto: Sub.Coop)En el lenguaje universal de las señales, el verde significa avance. La multitud de mujeres que, en una de las noches más frías del año, gana las calles de distintas ciudades del país con sus pañuelos verdes para exigir la despenalización del aborto parece saberlo. «Nos mueve el deseo de ser libres. Somos historia. Que sea ley», resume, desde el escenario montado a dos cuadras del Congreso Nacional, la locutora Liliana Daunes. La marea verde avanza y gana fuerza a cada paso. En esa larga noche pasarán por ahí, se calculará después, más de un millón de personas.
En las inmediaciones del Congreso, la ciudad es transformada por los colores de la lucha. De Rivadavia hacia el norte, todo es verde, y hasta las paredes gritan. «Somos las nietas de todas las brujas que no pudieron quemar». «Saquen sus rosarios de nuestros ovarios, saquen sus doctrinas de nuestras vaginas». «La maternidad será deseada o no será». «Con furia y amor estamos acá». En pintadas, pancartas y canciones, las consignas expresan infinitas variaciones de un mismo reclamo.
Desde el cielo, los drones muestran una corriente continua de pañuelos y banderas. Desde abajo, los detalles revelan los matices de la movilización. Hay chicas que recién salen de la escuela, mujeres que caminan ayudadas por su bastón, madres con sus hijas. Hay varones y mujeres trans, parejas de mujeres, de varones, bebés en cochecitos, besos con labios pintados de verde. El glitter verde en los pómulos y en los párpados le da a la noche, junto con los bailes, la música y los puestos humeantes de comida, un aire de fiesta.
Del otro lado de la avenida Rivadavia, en un escenario menos poblado, la médica Dolores Ramos Mejía realiza una ecografía en vivo a una mujer embarazada. «Apláudanlo porque se está moviendo mucho. Diputados, esto es vida, hay mucha vida, hay pulsión de vida», dice la periodista Viviana Canosa. Un parlante reproduce los latidos del feto. Hay banderas argentinas, globos alargados de color rosa, jóvenes con ropa de gaucho. «Salvemos las dos vidas» es la consigna estampada en los pañuelos celestes de miles de personas entre las que llama la atención una mayoritaria presencia de varones.
Unas horas antes, en el inicio del debate en el recinto, el diputado Daniel Filmus también hablaba de salvar vidas: «Desde el inicio de la democracia hubo 3.030 mujeres muertas a causa del aborto clandestino. Si hoy decidimos que no se apruebe esta iniciativa, en dos años tendremos 174 mujeres muertas por abortos. Si postergamos esta discusión, también tendremos 98.550 internaciones por complicaciones por abortos clandestinos».
En primera persona
En la esquina de Callao y Sarmiento, Ana, Caro y la Turca buscan el calor de una fogata encendida. «Yo soy una privilegiada porque pude abortar en un hospital y no morí. Y creo que hay un montón de personas que no tienen ese privilegio», dice Ana. Son de Villa Luro, Ituzaingó e Isidro Casanova y, aseguran, no van a volver a sus casas hasta que no se apruebe la ley.
Maia y Narumi tampoco piensan dormir. Son de Liniers, tienen 13 y 15 años y llegaron en colectivo y subte con algunas compañeras del colegio. Un mar de insomnes pañuelos verdes las recibe y las acompaña en esta, su primera noche a la intemperie. «Es un derecho que hay que defender. Salud pública para todas las mujeres», exige Maia.
Ana González y Susana Gamba vienen luchando por la legalización del aborto desde hace varias décadas. «42 años», detalla Susana. «Las chicas jovencitas nos piden sacarnos fotos, nos dicen “gracias, gracias por estar”. Las jóvenes han dado un salto enorme que transforma la sociedad, van a seguir luchando por la igualdad y por la justicia para todos y todas. Y todes», aclara.
Una pantalla gigante ubicada frente a la antigua Confitería del Molino transmite una sesión que terminará prolongándose por más de 22 horas. Se está debatiendo el proyecto elaborado por la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito que, con algunas modificaciones, obtuvo dictamen de mayoría en el plenario de las comisiones de Legislación General, Salud, Legislación Penal y Familia. Previamente se realizaron reuniones informativas que convocaron a 738 expositores. Por allí pasaron, entre otras personalidades, tres ministros de Salud –el actual, Adolfo Rubinstein, y sus antecesores Daniel Gollán y Ginés González García–. Todos coincidieron, como destacó el diputado Daniel Lipovetzky en la apertura de la sesión, en que «se trata de un problema de salud pública, y que la forma para bajar el número de abortos es a través de la despenalización y la legalización».
Los discursos en contra de la legalización giraron en torno a dos argumentos centrales. Se señaló, por un lado, que el proyecto viola tratados internacionales y la propia Constitución Nacional. «Tengan la plena seguridad de que si se aprueba este proyecto haremos un planteo de inconstitucionalidad», amenazó el tucumano José Orellana. El proyecto, agregó la neuquina Alma Sapag, «es absolutamente inconstitucional, porque desconoce el derecho a la vida y el derecho a la libertad de conciencia, consagrados en nuestra Carga Magna».
Informante del dictamen de mayoría e impulsor de la despenalización, Lipovetzky subrayó que «no hay ningún artículo de nuestra Constitución que prohíba la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo» y agregó que en 1994, durante el debate por la reforma constitucional, se propuso un dictamen en minoría que apuntaba a poner un obstáculo a la posible legalización del aborto, y fue rechazado. Con respecto a los tratados internacionales, la chaqueña Analía Rauch Quiroga pidió que no se haga «posverdad convencional» y citó un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos: «Hay concepciones que ven en los óvulos fecundados una vida humana plena y estas posiciones no pueden justificar que se otorgue prevalencia a cierto tipo de literatura científica al momento de interpretar el alcance del derecho a la vida, pues ello implicaría imponer un tipo de creencias específicas a otras personas que no las comparten». En tanto, la cordobesa Brenda Austin, una de las principales impulsoras de la ley, subrayó que «el Comité de los Derechos del Niño hace cinco días le pidió a la Argentina que modifique su legislación y garantice a las niñas adolescentes el derecho a acceder a los abortos seguros».
Tráfico de órganos
Forzado, en algunos casos, hasta límites absurdos, el argumento del derecho a la vida del embrión fue invocado por la mayoría de los legisladores que votaron contra el proyecto. «El niño que crece en el vientre de cada una de nosotras también tiene derecho a expresarse, pero si no le damos vida no podrá hacerlo ni tomar sus autodeterminaciones en el futuro», sintetizó la porteña Carmen Polledo. La correntina Estela Regidor Belledonne recurrió a una desafortunada comparación entre mujeres y mascotas. «¿Qué pasa cuando nuestra perrita queda preñada? –se preguntó–. No la llevamos al veterinario para que aborte. Posiblemente lamentemos esa situación, pero inmediatamente salimos a buscar a quién regalar los cachorros». La puntana Ivana Bianchi, en tanto, denunció que empresas multinacionales se dedican a conseguir pulmones, hígados y corazones, «porque se puede pagar hasta 100 dólares por cada parte de feto», mientras el salteño Alfredo Olmedo, vestido, como siempre, de amarillo, propuso la creación de un cementerio para fetos.
En discusión con estos argumentos, el fueguino Matías David Rodríguez recordó las palabras del biólogo Alberto Kornblihtt, uno de los científicos que habían participado de las audiencias informativas previas al debate. «La definición de vida sensu stricto está referida solo a las células», dijo, y desde el punto de vista científico están vivas tanto las células del embrión como las del feto, o del bebé o del adulto, pero también están vivos los espermatozoides, los óvulos que son eliminados con cada menstruación o las células de la placenta que se desecha en cada parto. Pese a las dificultades para ponerse de acuerdo sobre el estatus del embrión, está claro, según Kornblihtt, que no es un ser humano. Prueba de ello, argumentó, es que la pena por practicar un aborto es mucho menor que la pena por matar a una persona, y que en casos de violación o peligro de la vida de la mujer, el aborto no esté penalizado.
La defensa de los derechos del embrión solo parece activarse cuando entran en juego la autonomía de las mujeres y, sobre todo, su sexualidad. «Me pregunto qué piensan esos diputados que pasa con los embriones criopreservados. ¿Impulsaron alguna denuncia por homicidio a los científicos que los descartan?», se preguntó, al respecto, la diputada Victoria Donda Pérez. «El aborto clandestino –señaló, por su parte, la bonaerense Romina Del Pla– es una herramienta de control social». «Es como si no pudiéramos sacarnos del hombro un cierto tutelaje moral que se hace patético cada vez que un tema de orden público se vincula con un aspecto de la sexualidad», agregó Fabio Quetglas, también representante de la provincia de Buenos Aires. La despenalización, resumió la santafesina Alejandra Rodenas, permitirá desterrar escenarios de «extremo dolor y precarización: la simbiosis que acompaña desde distintos ámbitos a una problemática que debería ser tomada por el Estado como una de sus políticas centrales de salud pública».
Los votos de La Pampa
A la hora más fría del día, la que antecede a la salida del sol, la incertidumbre crece dentro y fuera de la Cámara de Diputados, mientras las noticias que circulan por las redes sociales no alientan el optimismo. Unas horas antes, desde el escenario, Donda Pérez y la actriz Dolores Fonzi habían pedido a las mujeres presentes que no abandonaran la vigilia. Sabían que la presión de la calle era decisiva.
Poco después de las 8 de la mañana, un tuit del diputado pampeano Sergio Ziliotto, del Bloque Justicialista, informa que sus coprovincianos Melina Delú y Airel Rauschenberg habían decidido votar a favor. Luego seguiría la confirmación de José Luis Riccardo, de San Luis, y del fueguino Carlos Roma. En la esquina de Callao y Bartolomé Mitre, decenas de mujeres pegadas a las vidrieras de una pizzería observan atentas un televisor encendido. No están mirando el partido inaugural del Mundial entre Rusia y Arabia Saudita, sino el final de una sesión histórica.
«131 votos fueron afirmativos, 123 negativos y una sola abstención», anuncia finalmente el presidente de la Cámara, Emilio Monzó. Los festejos dentro y fuera del recinto no permiten escuchar el final de la frase. Pese a un error que luego sería subsanado (serían 129 votos contra 125), el proyecto había sido aprobado. En la plaza, en las calles, en los bares, la multitud estalla en gritos de alegría. Nelly Minyerski, con sus 89 años y su bastón a cuestas, comparte la emoción con sus compañeras de la Campaña. Martha Rosenberg, psicoanalista y pionera en la lucha por la legalización, festeja en el subte con un grupo de chicas a las que, como ella, el resultado sorprendió camino al Congreso.
«No me cabe la emoción en el pecho de ver la adhesión que tenemos», dice, ya en el Congreso, Rosenberg. «Esto es totalmente inédito. Desde una militancia y un activismo continuado y permanente, era difícil imaginar este grado de manifestación popular, tantas chicas jóvenes que nos confirman que nuestro mensaje se transmitió y que podemos descansar tranquilas».
Alguien le señala que la diputada Silvia Lospennato la nombró en su discurso en el recinto. En efecto, la legisladora recordó «a las mujeres que con su lucha nos trajeron hasta acá», como Minyerski, Rosenberg y Marta Alanis, la histórica Dora Coledesky, Diana Maffía, Mabel Bianco, entre muchas otras. «Nosotras aprendemos de ellas cuando nos cuentan cómo empezaron a militar o cómo eran unas pocas con los pañuelos, esos que hoy en día llevamos todos como uniforme», apunta Tamara Goldzamd, integrante del Centro de Estudiantes del Colegio Mariano Moreno.
«El aborto es un tema revolucionario –dice Rosenberg–, un tema que nos obliga a cambiar la idea de revolución que tenemos». «Lo personal es político; la revolución será feminista o no será», sigue gritando, mientras tanto, en la calle, una multitud que sabe que los cambios recién empiezan. No solo por lo que va a pasar en el Senado, sino porque el movimiento de mujeres posee un impulso transformador imposible de detener.