19 de octubre de 2025

Salgo de mi casa, esquivo un obrero que estaba cortando un árbol para construir un edificio con el pozo cotizado en dólares y veo que se acerca el jefe de Ministros, Francos, hablando solo:
–Sé lo que piensa –me dijo–, no hablo solo, voy al Congreso y practico mi libreto. Escuche: La inflación baja, el empleo crece, el dólar se hunde, mañana llueven inversiones, el consumo aumenta, los jubilados tendrán los remedios gratis y aumento de haberes. ¡Pueden preguntar lo que quieran! Tengo respuestas para todo.
–Y además de tener una respuesta, ¿no sería mejor que esa respuesta fuera cierta? Digo…
–Esos son detalles, lo importante es dar sensación de seguridad, imagen de que todo está fenómeno, percepción de felicidad.
–¿Y usted cree que con eso alcanza? –pregunté con temor.
–En la era de la posverdad esto es un lujo. Antes mentir estaba mal visto, hoy es terapéutico, cura la ansiedad, elimina la angustia. Borramos el presente, que es una pálida y traemos el futuro que siempre es venturoso. El asunto es que se lo crean. ¿Me capta?
–Lo capto.
–Entonces arrivederci, caro –dijo y se las tomó recitando los beneficios que para la macroeconomía trae el aumento de las tarifas.
Preocupado por lo que había escuchado decidí ir a ver a mi cardiólogo de confianza, Pepe Aurícula.
Apenas me senté y antes siquiera de desenroscar el estetoscopio, el tordo me dijo:
–Ya sé, no me diga nada. Sé perfectamente a qué viene. Todos vienen por lo mismo. Vivir en este país es insalubre, pretender tener una vida normal, poder planificar si se va a ir de vacaciones o tiene que vender el florero de la abuela es más difícil que jugar al polo en la azotea. Usted está estresado y tiene miedo de que le dé un bobazo.
–Sí –asentí–, eso es lo que me pasa. ¿Pero no me va a revisar? ¿Hacer un electro?
–Con lo que me pagan en la obra social o en la prepaga, si tardo más de cinco minutos en atenderlo, pierdo plata –y dándome una pastilla concluyó–. Esta es una muestra gratis, pero la próxima la tiene que comprar. Los laboratorios ahora tienen tres motivos nuevos para vender.
–¿Cada cuánto tengo que tomarla?
–Antes de cada comida… si es que es de los que comen más de una vez al día, lo cual ya es un síntoma de mejoría –sentenció mientras me llevaba hacia la puerta–. Y otra cosa: Nada de programas políticos en televisión, nada de noticieros, tampoco noticias internacionales, nada de radios, streaming o redes que hablen de lo que pasa aquí… ni de lo que pasa en otro lado tampoco. Nada de nada. Recuerde que esto no es Suiza, ¡cuide su corazón!
Me despedí y me fui pensando que, por suerte para los suizos, estas políticas económicas las tenemos nosotros y no ellos.