11 de noviembre de 2025
Gente de Somuncura es un espacio de expansión y de pertenencia para decenas de artesanas de parajes y pueblos del Sur argentino. Aprendizaje y crecimiento colectivo.

Paisaje desafiante. Los cooperativistas lograron producir y sostener el arraigo en plena estepa patagónica.
Una de las principales riquezas que una cooperativa puede aportar a quienes la integran es el aprendizaje y crecimiento personal y colectivo que pueden lograr desde la organización. Esto adquiere ribetes especiales si estas personas habitan lugares distantes de los grandes centros urbanos, donde la naturaleza es áspera y más aún si se integra por mujeres con poco acceso a la educación. Gente de Somuncura, una cooperativa con 20 años de vida integrada por 59 mujeres y un hombre de la llamada Región Sur (Los Menucos, Comicó, Prahuaniyeu, Sierra Colorada, Ramos Mexia, Yaminue y Rincón Treneta), es una muestra de ello.
Se dedican al lavado y peinado de lana de oveja, al hilado, el tejido y la cerámica. «Me encanta el hilado. Mi mamá me enseñó cuando yo tenía 8 años. A veces me quedo hasta la 1 de la mañana hilando», cuenta Venancia Marinao, asociada desde los primeros tiempos. Algunas asociadas tiñen el hilo y realizan tejidos en telar mapuche, otras utilizan la técnica de dos agujas. Confeccionan medias, guantes, gorros, pulóveres, chalecos. La cooperativa comercializa con su marca Gente de Somuncura a través varios puntos de venta ubicados adonde llega el turismo en la región.
«Ser cooperativista es una forma de vida, para toda la vida y todos los ámbitos de la vida. Lo hacemos por amor y sentido de pertenencia, con cuerpo y alma. Hemos construido un vínculo maravilloso», sintetiza Sandra Martínez, asociada desde los primeros años y lideresa de la organización. Raquel Manquelef, también antigua asociada, agrega: «La cooperativa es parte de mi vida y de mi familia. Les enseñamos a las chicas más jóvenes a conservar nuestra enseñanza. Aprendemos a ser solidarias, a tener compañerismo, y a ser libres: la mayoría de nosotras hemos tenido muchos hijos, lo cual requiere mucha atención. La cooperativa nos ayudó a salir de la casa para reunirnos con nuestras compañeras y compartir sobre nuestra vida».

Amar la trama. Sus principales actividades son el lavado y peinado de lana de oveja, hilado, tejido y cerámica.
Un impulso clave
Gente de Somuncura nació a inicios de 2000 a partir de la visita de misioneros a los parajes y pueblos de la zona, quienes alentaban a las mujeres a que produjeran y vendieran sus productos artesanales. En 2005 el grupo de las primeras mujeres se constituyó en cooperativa, con el impulso del sacerdote Fernando Rodríguez.
Se trata de una zona con pueblos y parajes muy pequeños, distantes entre sí, alejados de los centros urbanos y del turismo, muchos de los cuales en aquel tiempo carecían de luz eléctrica: contaban con generadores que les daban luz de 18 a 00 horas. La sede de la cooperativa, donde elaboran piezas de cerámica y realizan talleres diversos, se encuentra en Sierra Colorada, un pueblo de 1.800 habitantes ubicado a 400 kilómetros de Bariloche y a otros tantos de la capital provincial.
«Caminos de tierra, viento, frío, desolación. Estamos en el medio de la estepa, al pie de la Meseta de Somuncura, la vegetación es escasa. Todo lo construimos nosotras», dice Sandra. Y sigue: «Cuando me acerqué al grupo no sabía de qué se trataba el cooperativismo. Me formé en la práctica: hilo y me relaciono con personas desde los 13 años. Con el tiempo aprendí a comunicarme y a moldear mi paciencia, a vincularme con mujeres diversas y con sus familias».
Las mujeres de la zona tienen acceso a muy pocas oportunidades de educación y de generación de ingresos. «Al inicio se comunicaban con muy pocas palabras con nosotros», explica Sandra. Con la práctica cooperativa y, especialmente, con las distintas capacitaciones a las que fueron accediendo con el apoyo del Estado, la historia de ellas, sus hijos e hijas, fue cambiando. «Hoy existe una comunicación fluida: expresan lo que sienten y cuestionan. ¡En las asambleas, con respeto, a veces nos sacamos chispas! Y es muy positivo. ¡Me parece maravilloso lo que ha pasado!», relata Sandra.
Desde la cooperativa pudieron abordar ciertas necesidades básicas de las asociadas con el acompañamiento del Estado, para alivianar su trabajo diario. Muchas, además de hachar la leña, debían buscar agua de arroyos para regar sus plantas y lavar la lana. En 2010, a través del Ministerio de Desarrollo Social de Nación, lograron mejorar los sistemas de agua potable en las viviendas. También hubo apoyo del Estado para construir gallineros, capacitaciones y asistencia técnica del INTA y ProHuerta. «Viajábamos a Buenos Aires como mínimo tres veces al año para participar en ferias, como en Tecnópolis, incluso en ferias internacionales. Fueron años muy buenos. Aprendimos mucho de compañeras de otras organizaciones: a trabajar en conjunto, a reemplazar la crítica por el diálogo. Gracias a ello hoy nos mantenemos en pie, aunque todo es mucho más difícil».
Un punto de inflexión fue en 2010, cuando el sacerdote Rodríguez fue trasladado. A las asociadas las abordó la tristeza y el desconcierto. «Nos decían que nosotras solo sabíamos cocinar, que no entendíamos nada de administración, que sin el padre abandonaríamos todo, que nos fundiríamos. Eran muchos años de esfuerzo los que había que cuidar. Y nosotras, en aquellos primeros años, nos preparamos, aprendimos. Luchamos por lo que veníamos construyendo, y por nuestra cultura y tradición», cuenta Sandra.
La organización puede desarrollar múltiples actividades. Su estatuto así lo permite, ya que es una cooperativa de comercialización, provisión y consumo. Las principales problemáticas de la región son el envejecimiento poblacional y las escasas oportunidades de desarrollo: «Gracias al esfuerzo logramos que nuestros hijos e hijas estudien, pero no pueden volver a los parajes y pueblos porque no hay oportunidades de empleo; de allí el desarraigo», cuenta Sandra.
Haciendo un balance del camino transitado, concluye: «Antes las compañeras no querían ser parte del consejo de administración. Hoy todas se lo proponen. Gente de Somuncura es un orgullo para nosotras: 20 años en la Región Sur, con todas las dificultades que ello implica. Es un enorme logro que la cooperativa sobreviva, especialmente siendo una cooperativa de mujeres».
