Política | PRESIÓN ESTADOUNIDENSE

El socio que desvela al Norte

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Néstor Restivo


El auxilio económico de EE.UU. al Gobierno de Milei busca condicionar el vínculo estratégico de Argentina con China. Cómo impacta la política injerencista de Trump en sectores clave de la relación bilateral.

San Juan. El radiotelescopio chino-argentino CART, un ambicioso proyecto astronómico todavía inconcluso.

Sueño en el pabellón rojo es una novela china del siglo XVIII. Gran clásico de la literatura china, tan frondosa como la estadounidense, aunque la conozcamos menos. El texto mezcla mito y realidad, mismos insumos que el presidente de EE.UU. usa al imaginarse su «patio trasero» exento de molestos orientales.

Tanto a Donald Trump como a varios de su Gobierno –y pasó lo mismo con Joe «Sleepy» Biden (nunca mejor usado el apodo: adormilado)–, China les quita el sueño y la ven «maligna», término con que la mentan incluso documentos oficiales de Washington. Más aún, ven al gigante asiático responsable de crear «Estados fallidos» en América Latina (sic), tal como esta semana deliró Scott Bensset, un gran apostador y partícipe de fondos financieros que ahora se divierte siendo secretario del Tesoro más endeudado del mundo. 

Para Argentina, desde 2004 China devino en lo mismo que es para un centenar y medio de países: primer o segundo socio comercial, además de gran aportante en inversión directa y en finanzas. Dos décadas de Asociación Estratégica (luego, además Integral) con Argentina, con raíces en muchas áreas no solo económicas, no se van a desarmar por más ensoñación que haya en el Salón Oval, en el Pentágono o en la «gusanera» de La Florida, una de las canteras del staff de Trump. China trabaja para eso y si la agenda entre Estados nacionales se enfrió con Milei, todas las semanas recorren provincias y municipios empresarios, funcionarios y académicos chinos, lo que se llama lazos subnacionales. EE.UU. lo sabe, por eso su próximo embajador en Argentina, Peter Lamelas, anunció que recorrerá todos esos territorios para echar a China. Nadie está pensando en darle las llaves de la ciudad ni en nombrarlo ciudadano ilustre.

Sin embargo, si un Gobierno acompaña –y en la Casa Rosada hay uno que lo hace con fruición– la presión de EE.UU. puede ensuciar, aletargar, complicar el vínculo sino-argentino.

Peter Lamelas. El embajador de EE.UU. en Argentina junto al presidente Milei.

Foto: NA

Daños posibles
Podrían trazarse tres grandes sectores para pensar cuánto podrían, o no, complicar la relación con China la política injerencista de Trump y la diplomacia de sumisión del Gobierno mileísta.

1) En lo comercial es donde menos capacidad de daño hay. El sector argentino más competitivo, el agroindustrial, tiene en China y en Asia en general una demanda potente y es difícil pensar que el agronegocio de las pampas se resigne a perderla, más bien busca siempre ensancharla: 5 de los 10 principales destinos de exportación argentina son asiáticos: China (1º), India (3ª), Vietnam (4º), Arabia Saudita (8º) y Malasia (10º), es decir, un mundo donde pesan los BRICS y que Milei rechazó por su ceguera ideológica. Cada año, los miles de millones de dólares que llegan a la Argentina por esas exportaciones (o en verdad, a las exportadoras de cereales, oleaginosas y carne, y luego una parte a toda la sociedad) expresan lo más rentable del balance comercial nacional, y China es clave. Además, el «campo» es un sector que toda la vida compitió en forma directa con los farmers de Iowa, Texas o Missouri, por cierto, irritados con Trump por no resolver la guerra de aranceles con China, dejarlos por ahora fuera de ese mercado gigantesco y, encima, «apoyar» a su rival en esa misma plaza cerealera mundial, Argentina. Si bien la élite criolla sufrió modificaciones, con nuevos ricos fintech y otros servicios con peso en el actual Gobierno, y aunque en el plano industrial el grupo Techint es un furioso antichino por las disputas con el acero, el agro sigue teniendo un peso clave en el establishment y quiere mantener sus negocios con China. Estados Unidos no puede hacer casi nada ahí, salvo que esté delirando con arrojar napalm en Pergamino y la zona núcleo.

2) En lo financiero puede haber más problemas, aunque el Gobierno del republicano no fue claro en su postura sobre el swap que hace años mantienen los bancos centrales de China y de Argentina. Por un lado, Bessent, igual que Claver Carone y otros funcionarios de Washington, dijeron que querían ver a Argentina fuera del swap con el gigante asiático. Incluso sugirieron que era condición para una operación de «salvataje». Pero esta semana, a partir de las promesas a Milei, desde EE.UU. afirman que no presionan al respecto. Y la Casa Rosada dice lo mismo. Como sea, es obvio que Washington quiere una Argentina alejada lo más posible del yuan ante el desafío desdolarizador que supone el bloque BRICS, donde ya muchos países intercambian comercio en moneda china o en monedas locales. De hecho, los equivalentes a 5.000 millones de dólares que en 2023 tomó Argentina del swap con China (del total de 18.000 del acuerdo) se usaron para importar pagando en renminbi y no en dólares. Aunque el swap y otras «ayudas» que prometió EE.UU. están por verse, puede haber una pulseada entre ambos acuerdos. China, por su parte, no expresó molestia alguna sobre que Argentina tenga arreglos financieros con EE.UU. o cualquier otro país. 

3) El espacio más problemático de la subordinación a EE.UU. no es comercial ni financiero, sino el de las inversiones chinas, ya hechas o en potencia, en sectores estratégicos o geopolítica y geoeconómicamente sensibles, así como actividades específicas: minería, energía y telecomunicaciones. En este caso, las presiones del Norte son explícitas desde el Departamento de Estado, el Tesoro o el Comando Sur. El abandono del plan nuclear y de la construcción de una cuarta central atómica (Atucha III) con financiación china; la opción por aviones militares de EE.UU. de dudosa utilidad, en vez de chinos; las trabas al radiotelescopio CART en San Juan, cuya Universidad Nacional denuncia que la Aduana impide el ingreso de las últimas piezas y legisladores peronistas, la llegada de un misterioso avión estadounidense; el constante ataque del Palacio Bosch y de la prensa argentina proestadounidense a la Estación satelital de observación astronómica en Neuquén, montada por China, pero de uso dual para científicos argentinos y, al igual que el radiotelescopio CART en San Juan, por investigadores del CONICET; las idas y vueltas con las hidroeléctricas de Santa Cruz, que ya intentó voltear el Gobierno de Macri; la veda a capitales de Shanghái en la licitación de la vía navegable troncal del Paraná (hidrovía); y muy en especial, el abandono de los proyectos chinos en Tierra del Fuego y, en cambio, el avance de una base ahí mismo para la «logística» de EE.UU. a tiro de las Islas Malvinas y la Antártida. Todos estos son tópicos donde claramente se exige sacar a China. 

Junto a ello, las inversiones chinas en telecomunicaciones (5G y otras) siempre estuvieron en la mira de EE.UU., cuya tecnología está atrasada respecto de la asiática, y en materia de energía y minería, donde hay inversiones importantes de China, la extorsión de Trump pasa por garantizar a las empresas y al aparato industrial-militar de su país acceso a tierras raras e insumos críticos como litio, samario o cobre, o también hidrocarburos. La «ayuda» financiera dependerá, como dijeron en la Casa Blanca, del resultado electoral que obtenga La Libertad Avanza y aliados en las elecciones legislativas este mes. Pero la pelea de fondo seguirá más allá de cómo quede el Congreso en el segundo tramo del gobierno de Milei.

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